A las 14:30 nos dirigíamos hacia el poblado de Appecherla, habían avisado a la familia de que iríamos a visitarles. Nos subieron a un jeep junto a dos personas de la asociación para hacernos de traductores en el poblado. Nos avisaron de que quizás cuando llegáramos nos encontraríamos con una bienvenida, ya que nunca suelen visitarlos.

El camino hacia el poblado duró más de hora y media, estaba a unos 50 kilómetros desde Anantapur y en las condiciones que están aquí las carreteras, el trayecto se hizo bastante largo. No pude evitar estar algo nerviosa, me hacía mucha ilusión conocer a Ramudú y vivir una experiencia como la que en apenas media hora me iba a tocar vivir.

De camino al poblado

De camino al poblado

A mi hace más de medio año me dice una del tarot que hoy estaría en la India con un Vasco que habría conquistado mi corazón y viviendo una experiencia así, y le hubiera dicho que me devolviera la pasta que eso no era verdad.

Pero en estas cosas del destino nadie sabe nada, las cosas llegan así sin avisar y sin planear. De repente tu vida cambia o aparece un tren en el andén y decides subirte en él sin pensar donde parará.

Y por ahora el mío ha parado en la India junto a la persona que me hizo creer en mí, en mis proyectos y la que me ayudó a cumplir un sueño que hoy puedo decir que se ha hecho realidad.

Mientras pensaba en estas cosas durante el camino, no podía evitar sonreír y sentirme la persona más afortunada del mundo por estar donde estaba y con la persona que tenía a mi lado.

Así que cuando me quise dar cuenta, allí estábamos, adentrándonos con el jeep por el poblado de Ramudú. Las calles estaban llenas de todo tipo de animales y la gente casi no se veía, hasta que llegamos cerca de la que era su casa.

Llegando a la casa de Ramudú

Llegando a la casa de Ramudú

Allí nos esperaba todo el pueblo, con tambores, flores y cocos para darnos la bienvenida con los brazos abiertos y la sonrisa permanente en sus rostros. Me tuve que contener las lágrimas cuando bajé del coche y vi como todos los niños se acercaban a nosotros, nos agarraban de la mano y nos llevaban hasta su casa.

Ramudú con su madre y amigos

Ramudú con su madre y amigos

Nos recibió Ramudú con una sonrisa enorme, brillando de felicidad y con flores. Después de darnos la mano y llevarnos hasta dentro de su casa, donde nos habían preparado unas sillas para que mientras todo el pueblo nos observara pudiéramos preguntarles cosas sobre sus vidas, su rutina y todo lo que pudiera interesarnos.

Lo primero que hicimos fue sentarnos y enseguida empezaron a entrar a la casa gente y más gente, allí no entraba ni un alfiler más. Empezamos dándole los regalos de parte de su madrina Española Marina, una camiseta que compramos en la asociación, una peonza y caramelos de todo tipo para él y sus amigos. Después gracias a la traductora pudimos preguntarle todo lo que nos pasaba por la cabeza en ese momento.

En su casa

En su casa con su familia y amigos

Desde que hacía en el colegio, que asignatura le gustaba más hasta que quería ser de mayor. Él nos comentó que quería ser médico y que le gustaría trabajar para la asociación cuando sea mayor para ayudar a los demás como estaban haciendo con él.

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Hablamos con la familia también, intentando saber a qué se dedicaban ellos, cuántos miembros eran y que nos explicaran un poco de cada uno. Ramudú tenía 7 hermanos, todos varones menos una hermana mayor que ya estaba casada y otra, la más pequeña, que debía tener unos 8 años.

Todos vivían en la misma casa, a excepto de la hermana mayor que ya vivía con su marido en casa de sus suegros (tradición en India, una vez se casan pasan a vivir en casa de los padres de él).

Era una casa bastante pequeña y no tenían muebles, apuesto a que donde nos prepararon las sillas era donde dormían todos. A pesar de tener tan poco, nos ofrecieron todo lo que tenían, desde cocos, agua, frutos de la zona y hasta galletas.

Nosotros con toda la familia

Nosotros con toda la familia

Después de la conversación con Ramudú y toda su familia, salimos fuera de la casa para estar también con todos los del pueblo y así estar en un lugar abierto donde pudiéramos estar con todos.

Felicidad extrema

Felicidad extrema

En ningún momento nos quiso soltar la mano Ramudú, nos tenía a los dos cogidos bien fuerte y fue difícil separarnos de él. Sobre las 17:00 tocaba despedirse y volver al campamento de la organización, ya se hacía de noche.

Difícil despedida

Difícil despedida

Creo que ese momento lo recordaré siempre, cuando nos acompañó todo el pueblo hasta el coche para despedirnos. Ramudú no nos soltaba y en sus ojos veía tristeza, nos acababa de conocer, pero era como si nos quisiera desde el primer momento que nos vio. Tuve que contener las lágrimas mientras me abrazaba a él y a toda su familia. Una vez dentro del jeep ya no pude aguantar más y empecé a llorar.

Para recordar y jamás olvidar

Para recordar y jamás olvidar

La traductora que nos acompañaba me miraba sonriendo y me acariciaba la cara mientras no podía evitar emocionarme por todo lo que habíamos vivido durante esa experiencia en el poblado de Appecherla.