Decidimos dejar el sol, la playa y el relax a un lado, pues ya estábamos recuperados y tocaba volver a la aventura. Esta vez era Bagan el que nos esperaba, él y sus 4000 estupas repartidas por todo su territorio.

¡que vistas!

¡que vistas!

Para poder llegar a la aclamada ciudad de las 4000 maravillas, deberíamos pasar una odisea más de transportes en este país de carreteras sin asfaltar, trenes que van a 20km por hora o hacer trayectos de más de 6 horas en mini furgonetas llenas de gente y mochilas que hacían que la incomodidad se apiadase de nosotros.

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No obstante, debo decir que vale y mucho la pena pasar por todo esto si al llegar a tu destino te quedas con la boca abierta. Eso exactamente no fue lo que pasó literal recién llegados (estábamos agotadísimos), pero al día siguiente cuando pudimos ver todo lo que Bagan ofrecía, las palabras no pudieron salir. Pues fue tan grata la sorpresa que nos llevamos con el paisaje, que como dice el dicho “ Las palabras se las lleva el viento” y sin ellas, en silencio quedamos contemplando todo aquello que nuestros ojos podían albergar.

Vistas desde Shwe Sandaw paya

Vistas desde Shwe Sandaw paya

Dejo de adelantar todo lo que hicimos los días siguientes para centrarme un poco más en la llegada, pues era cerca de la hora de la comida, estábamos exhaustos de todas las horas pasadas entre buses, trenes y mini furgonetas, que para lo único que nos quedaban fuerzas era para encontrar un buen sitio donde poder descansar.

Con un tuk-tuk nos dirigimos a new Bagan, es la parte más “económica” para alojarse unos días, y pongo entre comillas lo de económico, porque aquí en Birmania lo único que no me ha gustado han sido los precios.

Es una brutalidad lo caro que es alojarse comparado con toda Asia, son precios Europeos o incluso me podría atrever a decir que superan nuestros precios.

Lo más barato que encontramos fue una cabaña por 35$, y muchos os preguntaréis que seguramente podríamos haber conseguido algo más barato en una habitación normal. Pues no, investigamos varios hoteles y opciones, siendo el más “económico” (Vuelvo a señalar), 29$ en habitación compartida para 6 personas. Así que por esa diferencia, valía la pena la opción de habitación para nosotros solos.

Cuando por fin pudimos dejar nuestras cosas, decidimos dormir todas esas horas de sueño que nos faltaban. Dormimos durante más de tres horas y despertamos justos para ducharnos e ir a cenar.

Ese día lo dejamos para relajarnos y conseguir todas esas energías que necesitaríamos al día siguiente para ver todo lo que la misteriosa Bagan tenía preparado para nosotros.

A la mañana siguiente, después de un buen desayuno alquilamos una moto (E-Bike, moto con batería) para visitar las 4000 estupas (fuimos muy optimistas pensando que las podríamos ver todas… 😛 ).

La moto nos salió por unos 4€ para todo el día, que al final duró lo que la batería quiso, pues nos dejó tirados en la carretera y tuvimos que caminar unos cuantos kilómetros arrastrando la moto para volver al sitio y pillar otra antes del atardecer.

Yo intentando no caer...

Yo intentando no caer…

!El morenazo en moto!

!El morenazo en moto!

Fue gracioso ver como el kilometraje de la moto descendía drásticamente de 40 (máximo) a 10… hasta quedarnos totalmente parados y flipando. Hacían por lo menos 35 grados y era justo después de comer, así que imaginaros la caminata a pleno sol hasta el centro a unos cuantos kilómetros, ¡Un infierno!.

Cuando conseguimos cambiar la dichosa e-bike nos fuimos directamente a la estupa más famosa desde la que se podía contemplar uno de los considerados mejores atardeceres del mundo (O eso he leído en la entrada de Sergio… 😛 ).

!Unas vistas increíbles a lo más bonito que pude ver en Bagan! (!Qué ñoña soy!)

!Unas vistas increíbles a lo más bonito que pude ver en Bagan! (!Qué ñoña soy!)

!Atardeceres que te dejan sin habla!

!Atardeceres que te dejan sin habla!

Es cierto o eso leímos que las mejores puestas de sol en el mundo existen en Bagan, pues desde aquí la belleza que uno puede contemplar te deja sin aliento. Nos pasó algo parecido, pues cuando por primera vez en esa increíble ciudad vimos descender el sol y empezar a esconderse tras las montañas, se formó un silencio infinito. No recuerdo cuando dejamos de hablar o cuando volvimos en sí, lo único que puedo decir es que nos quedamos tan prendados de ese paisaje que ni cuenta nos dimos del tiempo, del silencio o de lo que había a nuestro alrededor hasta que el cielo cambió de color.

El templo Thatbyinnyu, nuestro punto de referencia

Sin palabras…

Empezaba a oscurecer y debíamos volver a dejar las motos, y más bien nos tocaba encontrar el camino de vuelta, ya que las estupas no están en la carretera. Se encuentran en caminos de cabras con mucha arena donde las ruedas de la moto de vez en cuando se quedan clavadas.

Devolvimos la e-bike, nos fuimos a buscar unas Myanmar (Cervecitas) y algo para picar, nos sentamos en nuestra terraza y disfrutamos del placer del descanso y de la escritura al mismo tiempo.

Al día siguiente (nuestro último día entero, para así decirlo), volvimos a alquilar de nuevo una de esas motos con batería que la velocidad máxima ronda los 45. Intentamos albergar todas las ruinas que nos faltaban (Ni para dios pudimos ver 4000…) y terminar así de ver al completo todo lo que Bagan nos ofrecía. Paseamos por las diferentes estupas que pudimos, entramos en casi todas pero al final debo decir que todas son prácticamente iguales, la única diferencia es el tamaño.

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:) Más feliz que una perdiz

🙂 Más feliz que una perdiz

!Las mejores vistas!

!Las mejores vistas!

Las grandes llama su atención las dimensiones y los budas gigantes que aguardan en ellas, las pequeñas son preciosas porque su belleza es diminuta y te hace sentir como si estuvieras en un lugar que solo en sueños creerías que podrías acercarte. Pero siempre había algo en común en ellas, dentro de cada una había budas de todas las medidas y apariencias, daba igual que entraras en una que en todas, que dentro sabías lo que te encontrarías, figuras.

Buda increíblemente grande....

Buda increíblemente grande….

Eran pocas en las que podías trepar hacia la parte más alta para poder contemplar el paisaje y de las que te quedabas petrificada de la altura que alcanzaban. Mi Vasco ha sufrido (y sigue sufriendo el pobre) mareos extraños, y debo decir que escalar estas estupas no es apto para gente con vértigos o mareos como es el caso ahora de Sergio.

A pesar de encontrarse así, quiso ir a ver el atardecer de nuevo pero esta vez desde una en la que no había nadie y estábamos prácticamente solos. Se encontraba un poco más alejada de la que es tan famosa y donde todos los turistas se aglomeran esperando ver descender el sol. De camino tuvimos un percance con la e-bike dichosa, para que nos entendamos ¡terminamos en el suelo!. Por fortuna la velocidad de la moto junto con la hierba y la arena del suelo hizo que la caída no fuera para tanto, dos rozaduras y algún que otro moratón (¡Mamá! no debes preocuparte de nada 😛 ).

Esta estupa lo que la hacía increíble era su soledad y silencio absoluto para poder contemplar uno de los mejores atardeceres del mundo. Junto a su tranquilidad le sumo poder estar contemplando tal belleza junto a la persona que tiene mi corazón conquistado hace del lugar, el mejor lugar del mundo sin duda alguna.

Un atardecer que recordaré siempre...

Un atardecer que recordaré siempre…

Cuando terminamos de ver el atardecer (Nunca nos cansamos de contemplarlo) nos dirigimos de nuevo a la ciudad, devolvimos la moto como el día anterior, cenamos y a descansar ya que al día siguiente nos tocaba abandonar esa increíble ciudad.

Nos daba pena marchar de Bagan pero otro destino nos esperaba, esta vez cambiábamos estupas y paisajes rurales por un lago gigante lleno de pescadores acróbatas y con un acogedor pueblecito donde nos alojaríamos durante 4 días.

Nuestro siguiente destino, el Lago Inle….

 

Si te ha gustado el post, tal vez pueda interesarte conocer de primera mano el viaje que reflejé en mis diarios en Aventuras en el Sudeste Asiático y la India.