Llegamos a Banlung metidos en un minivan que parecía más una lata de sardinas que un medio de transporte terrestre, las maletas iban por debajo de los asientos y la gente debía ingeniárselas para hacer malabarismos  y así  poder sentarse durante el trayecto.

Cuando  el minivan se detuvo en la última parada después de más de 5 horas de recorrido y bajamos, un hombre en una moto pronunció el nombre de Sergio y junto a otro nos indicaron que nos subiéramos en las motos (sin casco y con la maleta a las espaldas) que ellos nos llevaban hasta el hotel que habíamos reservado. Al principio me quedé alucinando porque en ningún momento habíamos indicado a qué hora llegábamos ni en que parte del pueblo nos dejaría el minivan, pero al parecer el dueño del hotel lo controlaba todo.

De camino al hotel aproveché para hacerle preguntas sobre tours (en dos minutos le había hecho toda una entrevista en mi inglés-camboyano), medios de transporte para movernos por allí y de precios. Me empezó a decir que él se encargaba de organizar excursiones a las cascadas, al cráter y a la jungla y que los precios me los diría al llegar al hotel.

Al final, cuando llegamos resultó ser el dueño del resort (lugar que recomiendo 100%, Natur Eco House), y nos empezó a dar precios, pero nos parecieron bastante desorbitados. Así que decidimos dar una vuelta por los alrededores y buscar opciones más económicas para el día siguiente.

Nos perdimos caminando por el pueblo y gracias a ello encontramos a un tuk-tukero con el que logramos pactar un precio razonable para que al día siguiente nos llevara todo el día a visitar las cascadas y el cráter.

Aprovechando el tiempo y que nos encontrábamos en la ciudad, compramos unos billetes de bus para dirigirnos en dos días hacia Vietnam de nuevo y así poder terminar de ver todo lo que nos había quedado pendiente (O eso pensábamos…). Así que felices porque ya teníamos transporte para el día siguiente y billetes de bus, nos volvimos al resort a descansar.

El resort era una pasada, las habitaciones eran cabañas de madera con vistas a la jungla desde donde podías contemplar unos atardeceres que dejan a cualquiera sin palabras. En la nuestra en concreto teníamos una terraza enorme con una mesita de madera donde con cerveza en mano (no puede faltar nunca), aprovechamos para ver el atardecer.

Esa noche no tardamos mucho en irnos a dormir ya que al día siguiente tocaba madrugar para visitar los lugares más característicos de Banlung, sus cataratas y el cráter del volcán.

A las 8:00 el tuk-tukero nos esperaba a unos metros de la entrada del hotel para empezar el tour, nos subimos enseguida y nos pusimos en marcha. La primera parada que hicimos fue en las cascadas, un lugar increíble rodeado de jungla y donde para llegar al agua debes atravesar un puente colgante de madera (a lo indiana jones ).

!Qué vértigo!

!Qué vértigo!

Con la sonrisa dibujada en nuestros rostros nos dispusimos a cruzar entusiasmados el puente, era flipante la altura que tenía y lo inestable que era. Cada paso que dabas el puente se movía y te daba una sensación de adrenalina flipante (Yo me sentía como en un chiquipark).

Sergio atravesando el puente....

Sergio atravesando el puente….

Llegamos a la parte de debajo de las cascadas donde todo lo que se podía contemplar era naturaleza salvaje, agua cayendo  con todas las fuerzas desde una altura considerable, árboles y plantas por doquier y una paz que difícilmente se puede encontrar en cualquier lugar.

Cuando me disponía a saltar....

Cuando me disponía a saltar….

Después decidimos subir a la parte de arriba y ver el salto de la cascada desde las alturas,  que impresionaba a cualquiera. Allí aprovechamos para hacer algunas fotos del paisaje, pero no nos quedamos ya que si nos bañábamos y nos despistábamos un momento la corriente nos arrastraría por la cascada y terminaríamos saltando sin querer (Hubiera molado).

Así que empezamos a subir un poco más a un lugar donde la corriente no era tan fuerte y tampoco había mucha profundidad para poder refrescarnos sin que nuestra vida peligrase demasiado.

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Una vez frescos y con energía de nuevo, nos dirigimos al tuk-tuk para ir a nuestro siguiente destino, esta vez un lago en el cráter de un volcán donde disfrutaríamos de las vistas y del agua durante un par de horas.

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Al principio daba un poco de cosa tirarse al agua, pero al tener a mi socorrista Vasco a mi lado, el miedo se esfumó. El primero en tirarse fue él, yo empecé por los pies y aproveché para hacerle bastantes fotos (Soy un poco pesada con la cámara :P).

Sintiendo las corrientes frio-calo

Después de dejar la cámara en la mochila (menos mal, ya que no sabía lo que pasaría a continuación), volví a donde estaba para poder seguir contemplando un poco más el paisaje mientras me mojaba los pies. En un momento quise caminar mientras me refrescaba en los últimos escalones de madera del embarcadero, pero no fui consciente de que siendo tan torpe podría caerme con facilidad.

Lo que pasó no me lo pronosticó un chamán con una bola de cristal, era algo que seguramente era consciente de que me pasaría (siempre termino en el suelo). Así que de repente, una de mis piernas patinó mientras la otra se colaba entre dos escalones y mi cuerpo (con la ropa incluida) se sumergía a toda velocidad en el agua (para ver y echarse unas risas). Menos mal que anteriormente había dejado la cámara en la mochila, si no , a Sergio le da un jamacuco.

Vicky camiseta en mano y pantalones puestos...

Después de la caída con ropa incluida….

Una vez dentro del agua, aproveché para nadar un rato, jamás antes había nadado en un lago y menos en uno que estuviera en un cráter de un volcán donde las corrientes de agua fría y caliente iban y venían sin parar. Era una sensación extraña pero a la vez placentera, te sentías como en un spa.

Después del bañito, las risas por mi tordez (La única que se reía sin parar era yo, Sergio estaba con el semblante serio) y de haber contemplado el paisaje, nos dirigimos de nuevo hacia nuestro tuk-tuk, y a comprar los billetes del día siguiente hacia Phom Pehn. Por desgracia nos enteramos la noche anterior por un español que también estaba en nuestro resort que no podíamos volver a Vietnam hasta que pasaran 30 días desde la última salida, así que tuvimos que cambiar todo el plan.

Teníamos pensado ir a recorrer todo lo que nos faltaba de Vietnam, pero al no poder entrar de nuevo decidimos que la mejor opción sería bajar hacia Phom Pehn , quedarnos dos días y volar hacia malasia para recorrerla como toca antes de marchar hacia España de nuevo.

Al día siguiente salimos hacia nuevo destino, ilusionados pese al fracaso de no poder volver a pisar tierras Vietnamitas (que tanto nos gustaron) pero con energías para saludar la ciudad de Pohm Pehn.

El trayecto duró unas 6 horas, que se hicieron cortas gracias a los portátiles y la música que siempre van de nuestra mano para hacer más amenas las horas. Sobre las 15:00 llegábamos a nuestro hotel, dejábamos las cosas y descansábamos. Ese día básicamente lo utilizamos para relajarnos, dar una vuelta por los alrededores, tomar algunas cervezas y disfrutar de la tranquilidad.

El día siguiente lo dedicamos para visitar la prisión S21, donde interrogaron, torturaron y ejecutaron a miles de personas de donde solo salieron a penas 12 supervivientes de unos 20000 que estuvieron allí durante el régimen de los Jemeres Rojos.

La S21 de Pnomh Penh

La S21 de Pnomh Penh

El único motivo de crear este centro fue el de eliminar personas consideradas enemigas del Estado de la Kampuchea Democrática y fue creada en las instalaciones de un antiguo prestigioso instituto.

Las salas de interrogatorios, las celdas asfixiantes y las fotos de todos los presos (hombres, mujeres y niños)  que perdieron la vida allí, te hacía sentir escalofríos. La noche anterior vimos un documental donde antiguos jermeres rojos y supervivientes del s21 explicaban como se realizaban los interrogatorios y los métodos de tortura que realizaban.

Cama de torturas

Cama de torturas

Después de esa visita y aprovechando que era el último día en Camboya nos fuimos al mercado ruso, donde pudimos hacer las últimas compras y comer algo. Por la noche cenamos un mok (plato típico camboyano), brindamos por todo lo que habíamos vivido durante nuestro viaje por aquella zona y nos fuimos a dormir, al día siguiente nos esperaba un vuelo de air aisia dirección Kuala Lumpur.