Antes de comenzar el viaje una de nuestras ideas era entrar en Camboya y estudiando las opciones nos decidimos por Bangkok pero, afortunadamente siendo este un viaje de aventura, nada estaba previsto y todo podía cambiar…

Y así sería, finalmente el origen hacía tierras Camboyanas sería la isla de Phu Quoc en Vietnam, a pocos kilómetros de las costas camboyanas, un lugar que tampoco entraba en nuestros planes, desde donde (tal vez animados por la cercanía) decidiríamos dar el salto al país de los templos de Angkor.

Desde el pueblo pesquero de Gaung Daung del que hablaba en la anterior entrada, podías observar como a poco más de un kilómetro se encontraba otra isla (esta vez en tierras del país de los antiguos jeméres rojos) a la que bien podías ir a nado. Pero aún siendo tan cercanos estos dos países, territorios como la isla de Phu Quoc han estado durante tiempo en disputa y es por eso que aunque teníamos que pasar de una isla a otra (de Phu Quoc a Koh Rong Samloem) que distaban poco más de 50 kilómetros, el viaje no podía hacerse en ferry, tocaba volver a Vietnam y hacer un recorrido terrestre para más tarde coger un ferry esta vez desde Camboya que nos llevase a destino.

El recorrido final sería Phu Quoc – Ha Tien (pueblo portuario con frontera terrestre con Camboya) y – ya en el siguiente país Kampot– Shianoukville (una especie de magaluf pero en camboya) y desde aquí cogeríamos un Ferry por nuestra cuenta a la isla de Koh Rong Samloem. Lo mejor que todo el paquete (incluida la gestión de pasaporte) podías reservarla desde el mismo hotel donde nos encontrábamos.

Habiendo sorteado muchos caminos, dificultades y también fronteras, decidimos aceptar esta extraordinaria situación en que nos daban todo comido. Salimos de Phu Quoc sobre las 8 de la mañana para llegar a ShianoukVille sobre las 18), el día anterior habíamos reservado hotel en este último destino lo más cercano al puerto posible así que al llegar nos fuimos a descansar.

El camino nos había encantado, mucha tierra, mucha jungla, vacas de color blanco mucho más altas de lo normal (alguna daba incluso impresión), anuncios de cerveza Cambodia y Angkor por doquier y cabañas, muchas cabañas…Era un lugar muy parecido a Birmania (hasta en la publicidad de las cervezas se parecían) así que la primera impresión nos había encantado…

Pero al llegar a la civilización (el primer destino fue Kampot) comencé a observar algunas diferencias:

  • precios en dólares por doquier

  • negocios o bares estilo occidente

  • wifis que funcionaban

  • comdia occidental en bares de carretera (junto a la comida local)

  • y lo que más me impresionó: mucho…mucho blanco viviendo en estas ciudades…

Quise investigar más sobre el último punto al observar como una chica europea parecía abrir su propio local al público mientras yo comía una pizza. Se veía que el país había comprendido las necesidades occidentales y se había adecuado al turista pero…¿Cabría la posibilidad de hacer negocios en un lugar tan salvaje?

La respuesta poco se haría esperar ya que Vicky, una de las buscadoras más rápidas del oeste de la red había encontrado un artículo en que explicaban como el gobierno Camboyano había abierto la veda dando “via libre” a la inversión en su país. Prácticamente si tenías dinero podías hacer lo mismo (o seguramente más debido a las mafias) que un Camboyano, algo que en parte (poco más tarde lo certificaría) daba más miedo que otra cosa…

En Shianoukville esta realidad era peor que en Kampot, coches Hamer por doquier (imagino que al camboyano normal poco le importarán estas chorradas) europeos con flyers intentandon mandarte a su discoteca, bares demasiado iluminados y ruidosos, mierda y plástico por doquier en sus playas, supermercados (alguna cosa buena tenía que tener también), y cosntrucciones sin ningún sentido habían robado protagonismo a la belleza de la jungla y sus lugareños, una ciudad artificial creada por y para el turismo, una especie de disneyland en que se cambiaban castillos por discotecas y lo más parecido al correcaminos podía ser un australiano borracho tirado en alguna acera, un asco de ciudad parecido a Magaluf o Salou, menos mal que a la siguiente mañana lo dejaríamos atrás…

Esa tarde noche la tarea era sencilla, conseguir un ferry a Koh Rong Samolem, cenar algo y descansar lo antes posible…

Hecha la tarea sabiamos que nuestro “Speed ferry” (si que corren estos bichos) salía a las 8 de la mañana…muy pronto estaríamos de nuevo en la playa de una isla que google comentaba inspiraba sobre todo calma.

En media hora hicimos los 20 kilómetros que separaban la costa de Camboya de esta isla preciada (la barca iba a más de 60 kilómetros por hora, para ser en el mar, una velocidad alucinante) llegando a una playa de arena blanca como la tiza y aguas en las que podías observar todas las tonalidades desde el azul (marino) al blanco, con un transparente que te permitía obsevar las uñas de los pies a metros de distancia…

Esta preciosa playa de arena blanca se llamaba Saracen Bay y distaba más de 5 kilómetros de la que se convertiría en nuestra, la playa de Mpay Bay. Existía un único problema: en la isla no había carreteras y el único camino para llegar a destino era atravesar una espesa jungla infestada de serpientes a cada cuál más venenosa entre la que se encontraba la cobra real, la víbora de malasia o la pitón.

Recién llegados a Koh Rong Samloem...?que más se puede pedir?

Recién llegados a Koh Rong Samloem…?que más se puede pedir?

Aún tenía poca idea de la existencia de estas serpientes (días más tarde vería una) pero lo que si sabía era que cansados como estabamos atravesar la jungla en chancletas y con mochilones no era una opción, ¡tocaba buscar otra!

Preguntándo a los locales conseguí encontrar un puesto en el mismo bar-restaurante del resort en que acababa el muelle donde sabían como llegar, la opción eran barcos o barcas que bordearían la isla para dejarnos en el siguiente puerto, algo que de haber sabido en ShianoukVille lo hubieramos arreglado cogiendo un “slow ferry” o barco lento que paraba en todos estos puertos. El coste, 5 dólares a persona.

Como no había más opcioens utilizamos este medio para llegar unas dos horas después (entre esperas y demás) a destino, allí teníamos reservada un habitación en un hotel que al llevar nos indicaría no estaba libre con lo que tuvimos que movernos en busca de un lugar donde descansar y asearnos. Pocos minutos despúes habíamos reservado cuatro noches en el bungalow más salvaje y bonito en que jamás he pasado una noche en el resort Mpay Bay Bungalows, una cabaña en una junbla en miniatura…

Nuestro Bungalow en MPay bay resort

Nuestro Bungalow en MPay bay resort

Tras eso fuimos a reconocer la zona. Mpay Bay venía descrito como un pequeño pueblo de pescadores (el único) en la isla, centro neurálgico de la vida del lugar, lo corroboraríamos en breve. También observaríamos como al igual que en Shianoukville también aquí el “hombre blanco” estaba metiendo las zarpas…parecía que la mayoría de hoteles y bares (sobre todo aquellos con precios y productos más occidentales) pertenecían a manos no camboyanas…

Proyecto discoteca? esperemos que no por el bien de los la isla...

Si debo poner un pero a uno de los lugares más tranquilos y bonitos en los que he vivido nunca este serían las obras y es que, prácticamente todo el poblado de Mpay Bay durante el día estaba sumido en el ruido de las obras. Se construían casas, restaurantes e incluso aquello que (esperamos equivocarnos) tenía toda la pinta de una gran discoteca. Se veía que el gobierno había abierto el grifo a la inversión extranjera y esta, se extendía como un maldito virus buscando matar lo antes posible a su propio huesped (su país en este caso).

La principal opción en la isla era el relax así que observamos el mapa, nuestras opciones y posibilidades (dinero justo, no había cajeros, barcas costosas para poder ver el resto de la isla, y mucha jungla entre otras cosas) y el resultado fue que decidimos tomarnos las cosas con mucha mucha calma y disfrutar de las cercanías y nuestra pedazo de cabaña estilo robinson crusoe.

Nuestra única incursión en busca de una playa acabaría llevandonos a otro lugar, una bonita zona de manglares, bonita pero impracticable por lo que volveríamos a la playa de Mpay Bay a disfrutar de un lugar sin igual, si Vung Bau nos había encantado, esta playa nos había enamorado, aguas cristalinas, arena casi blanca y mucho mucho espacio en el que disfrutar del silencio y el placer de no hacer nada.

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Nuestra actividad más frenética en esta playa (aparte de fotografiar muchas de sus esquinas) era observar la vida marina en nuestros alrededores dándonos cuenta como sin querer habíamos enviado a un pobre cangrejo a una muerte salvaje a causa de unos pequeños peces de apariencia inofensiva…Vicky ya había notado sus mordiscos (yo ya tengo bastante con acaparar el 100$ de los mosquitos) pero no sabía que poco más tarde al atrapar a un cangrejo con mucha prisa (luego entendimos el porqué) y cambiar su trayectoria, lo habíamos dirigido a la muerte. Escapaba de esos peces, no de nosotros…a partir de ese día no volveríamos a tocar a los cangrejos.

Un lugar...increible

Un lugar…increible

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Durante nuestra incursión por la jungla en busca de la playa del día anterior habíamos conocido a un jovén barcelones que se llamaba Santi que buscaba lo mismo. Rápidamente entablamos conversación comperndiendo que realizaba el viaje sólo debido a la poca satisfacción que su trabajo de informático (cómo me recordaba a mi y a muchos amigos de profesión) le inspiraba, buscando sentirse vivo se había echado a la aventura, y bien que hacía. Santi entre otras cosas nos comentó que la playa que andabamos buscando tal vez era aquella de donde el venía, también nos indicó que el modo de acceder era el de atravesar la jungla que se encontraba junto a la esquina donde terminaba la playa de Mpay Bay (la opuesta al pueblo), esta sería nuestra única meta distinta al relax en lo que quedaba de isla.

Tuve un imprevisto que de haber estado solo o en difernte compañía seguramente me habría jodido el día ya que perdí el enganche que legaba mis pies a la chancleta…por fortuna, una vez más, un ángel de la guarda llamado Vicky se las ingenio para “al estilo el último superviviente” utilizar una liana para dejar mis chancletas mejor que nuevas, tanto que llevo usándolas una semana de este modo y funcionan mejor que antes…

Nuestra primera excursión terminó junto a un embarcadero en la zona de manglares

Nuestra primera excursión terminó junto a un embarcadero en la zona de manglares

Sergioembarcadero

Y así, al segundo día en la isla iríamos en busca de esa otra playa pero…

Y gracias al ingenio de vicky pude seguir caminando

Y gracias al ingenio de vicky pude seguir caminando

apañosvicky

Poco duraría nuestra incursión en la jungla ya que, aunque a Vicky de la Jungla le hubiera encantado seguir e inspeccionar el iris del pequeño animal, me topé con una serpiente de ancho lomo y color marrón rojizo a los pocos metros de mi incursión.

Duraría poco nuestro trekking por la jungla...

Duraría poco nuestro trekking por la jungla…

jungla

Si hay un animal que personalmente me pone los pelos de punta este es la serpiente, más en un lugar desconocido, alejado y tan salvaje de la tranquila (al menos en este sentido) España. Tras escuchar un ruido cercano a mi algo se movió a pocos centimétros de mis pies, acojonado como soy en estos aspectos, estudié este espacio antes de dar otro paso y al descubrir la serpiente comenté a Vicky que lentamente la mejor decisión sería dar vuelta atrás para no molestar al bicho del que desconcoia el nombre…

Más tarde al llegar al hotel me sentí mejor al descubrir (tras preguntar al jefe y consultar en internet) que la gran mayoría de serpientes de esta isla son venenosas, por el color del torso, las fotos y las posibilidades que google indicaba, lo más seguro es que me hubiese acercado más de lo aconsejable a una King Cobra o Cobra Real, acojonante descubrir que un mordisco de este animal podía reducir la esperanza de vida de un humano adulto a poco más de 5 minutos.

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Aparte de la serpiente, las obras, la fabulosa playa y el relax que el lugar inspiraba, la otra cosa que más llamó mi atención fue descubrir las 1000 y 1 aventuras que a diario inventaban los niños del lugar, ante tantas y tan diferentes posibilidades (pocas amenazas enrte ellas ningún coche), ¡como lo pasaban los chavales!

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El resto de las minivacaciones en la isla lo aprovecharíamos para descansar y recuperarnos, en mi caso de los aún latentes vértigos y los centenares de picaduras de los mosquitos más silenciosos que jamás he conocido.

Si Phu Quoc había sido la isla de las aventuras (un no parar de posibilidades), Koh Rong se había convertido en la isla de la calma, de la que relajados 4 días después (sin efectivo, sin cajeros y con ganas de aventuras) partiríamos rumbo a la considerada octava maravilla del mundo, la capital de la desaparecida civilización Jemer, más conocida en la actualidad por el videojuego y la película de Tomb Raider, la ciudad y los templos de Angkor.

 

Si te ha gustado el post, tal vez pueda interesarte conocer de primera mano el viaje que reflejé en mis diarios en Aventuras en el Sudeste Asiático y la India.