Por la mañana despertamos temprano, desayunamos en el hotel y nos dirigimos hacia la torre con la intención de visitarla por dentro. Cuando entramos en el recinto descubrimos para nuestra sorpresa que cobraban por la entrada. Eran 14 lei por persona y más que por el precio, conocedores de que el tiempo se nos echaba encima, pensamos que quizás no valía la pena y disfrutamos del lugar desde el exterior.

La torre a lo lejos….

Tras hacernos un par de fotos y disfrutar de aquel bonito lugar, nos fuimos, dejando atrás Tergoviste para llegar apenas hora y media más tarde a nuestro destino final.

A nuestra llegada a la capital rumana, lo primero que hicimos fue dejar las cosas en el hotel y disponernos a descansar de todo esa fatiga acumulada hasta el momento. Durante el viaje no habíamos podido parar a descansar todo lo que nos hubiera gustado o pedido nuestro cuerpo, ya que teníamos los días contados y muchas cosas que visitar, así que habíamos tenido poco tiempo para reposar.

Nos quedamos dormidos en apenas cinco minutos, y así continuamos hasta entrada la tarde. Despertamos sobre las cuatro, nos duchamos, arreglamos y salimos a ver el centro de Bucarest. ¿Qué nos tendría preparada esta desconocida ciudad?

Empezaríamos como no, tomando unas buenas cervezas rumanas…

Buscamos con ayuda del mapa, la ubicación de la parte más antigua y más bonita de la ciudad, y hasta allí nos dirigimos, así que en apenas 5 minutos ya estábamos en medio de un bonito centro empedrado.

Era un lugar peatonal, lleno de visitantes haciendo fotos, comiendo o tomando algo, plagado de bares y restaurantes y sobre todo, con muchos lugares donde tomarse una copa. Nos empezaba a parecer que Bucarest era la meca de los que buscaban algo de fiesta.

Como no habíamos comido nada y se acercaba la tarde, decidimos parar en un sitio bueno a comer, tocaba despedirse de este viaje y decir “hasta luego” a la que había sido sin duda, una experiencia increíble en un lugar mágico.

Después de investigar los diferentes restaurantes que ofrecían comida típica del lugar, y de dar un par de vueltas mirando precios y platos, paramos en un sitio llamado Taverna Vovaci donde la carta era bastante atractiva a simple vista y parecía tener mucha variedad.

Cómo era nuestro último día, escogimos un par de platos diferentes para despedirnos de esta exquisita gastronomía y ponernos las botas.

Los platos que seleccionamos fueron los siguientes;

  • Grilled pork brisket with garnish 15 lei.
  • Stuffed tomatoes 13 lei.
  • Crepes with mushrooms 13 lei.
  • Hard cheese balls 13 lei.

Poco más tarde de comer, empezamos a buscar un buen lugar donde poder tomar algo frío, hacía bastante calor y necesitábamos refrescarnos. Paramos en una zona de copas, en concreto en un pub que tenía en la parte exterior sofás muy llamativos y las paredes estaban llenas de dibujos muy bohemios.

Empezamos pidiendo unos mojitos y caipiroskas bastante decentes y muy económicas, a decir verdad el alcohol allí es también bastante económico, los mojitos o combinados salen por una media de 4€.

Sergio empezó con los cubatas…

Cuando terminamos, decidimos seguir caminando y visitando la ciudad, introduciéndonos por sus callejuelas y dejándonos perder entre sus edificios. Topamos de frente con una especie de “galería Vittorio Emanuele” italiana, llena de distintos bares donde tomarse algo.

Todos parecían tener la llamada “Shisha” y en uno de ellos nos asentamos disfrutando de distintos cocktails y fumando narguile, hasta que empezó a anochecer y nos fuimos a dar el último paseo por aquel núcleo urbano tan bonito.

Y así fue como despedimos nuestro viaje por Rumanía, una experiencia increíble y un lugar que merece totalmente la pena visitar.

Empezamos con mojito y terminamos con shisha…..

 

Si te ha gustado el post, tal vez pueda interesarte conocer de primera mano las leyendas y misterios que se esconden tras este enigmático país aquí Rumanía: Tras la sombra de Drácula.