Muchas son y han sido siempre las historias que tienen que ver con amores perdidos o corazones rotos, infinitas son las realidades del desamor.

El desamor, tal vez el argumento más usado en novelas, canciones, películas o poesías, es también uno de los causantes principales de estrés, ansiedad y depresión en la sociedad actual.

El motivo principal se debe a la pérdida, no solo de la ex pareja sino de uno mismo, acompañado de tener que sufrir un desequilibrio interno tan fuerte e inesperado, que nos sume en un duelo del que muchas veces las personas no saben cómo salir.

Quién entra en este infierno es porqué antes ha conocido y disfrutado también de la magia del amor (seguramente un amor demasiado dependiente), y por ello el cambio se hace realmente insoportable.

Es por eso que ante el duelo, inicialmente se niega constantemente la realidad para continuar desatando la ira, y más tarde probando a negociar con la ex pareja. Estas, la negación, la ira y la negociación, son las tres primeras etapas del duelo, fases que pueden entenderse como habitaciones por las que toda persona deberá pasar para conseguir superar todo el dolor, estancias comunicantes entre sí que pueden llevar a quién discurre por ellas, a enloquecer u obsesionarse, si no sabe tratarlas e ir cerrando puertas.

Y una vez superadas las tres primeras etapas llegan las siguientes. La primera llamada la fase de depresión, será tan angustiosa como el empeño de quién decida quedarse en ella para revivir una y otra vez ese tiempo pasado, el del desamor, que ya no está ni volverá.

Seguramente varios son los motivos y uno de ellos fue la dependencia, no solo queríamos a esa persona que ya no está sino que la necesitábamos para hacer real ese proyecto de vida que creemos nos dará la felicidad. Estos engaños, las ilusiones puestas en otra persona y la dependencia, hace que las personas que sufren el desamor pierdan la ilusión por la vida e incluso la orienten, hacia aquello que pudieron haber hecho junto a esa persona.

Así llega la depresión, un inframundo en que el perdedor siente ser el más insignificante de los seres mientras eleva a su ex pareja al Olimpo de los dioses, un ser perfecto que lo hacía feliz y junto a quién se podía disfrutar y conseguir la tan ansiada felicidad…

En esta fase se reviven una y otra vez los hechos, una vida en el pasado que nos hace entender que todo tiempo pasado fue mejor y jamás podremos disfrutar nuevamente, sin la compañía de esa persona. La culpa e incluso la ira, suele recaer sobre quién lo sufre ya que nos empeñamos en intentar observar la vida con los ojos de ese ser que creemos perfecto, que decidió tomar otro camino. Un machaque continuo en el que no se vive ya que el tiempo en que se hace, el pasado, jamás lo permitirá.

Solo existe una solución, volver al presente, el único tiempo en el que sonreír y vivir será nuevamente posible…

Volviendo al presente, recuperando la ilusión y el centro de la propia vida, la vida vuelve a sonreír y tal vez en un modo tan excepcional, como quien lo descubre jamás hubiera creído posible.

De este modo viviendo, se consigue llegar a la última de las etapas del duelo por desamor, la fase de aceptación, esa en que aprendemos a perdonarnos y a comprender lo sucedido, una etapa en la que podemos darnos cuenta de todo lo bueno que pasar por este sufrimiento e intentar comprenderlo, puede traer a nuestras vidas.

 

Solo existe una solución, volver al presente, el único tiempo en el que sonreír y vivir será nuevamente posible…

 

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