Seguramente en el Subcontinente indio haya muchas realidades que a primera vista puedan parecer más interesantes o necesarias, pero, si desde mi experiencia pruebo a ser sincero, esta es una realidad que puede salvarte la vida…

De haber conocido esta verdad antes de mi primer viaje a la India me habría ahorrado algún que otro buen susto.

Y es que, antes de haber puesto un pie en las extraordinarias y desconocidas Islas Andamán, jamás se me hubiera ocurrido que en una playa, y más en tan cristalinas aguas, pudiesen habitar estos reptiles, y no unos cualesquiera sino los más mortíferos y peligrosos del mundo, los conocidos como “cocodrilos de agua salada”.

En mi caso, descubriría este misterio de un modo tan sorprendente cuanto aterrador, ¡bañándome con ellos!

Concretamente ese primer contacto tendría lugar en las playas del norte de la isla de Port Blair (la capital de las Andamán), un lugar llamado Rajiv Gandhi Nagar.

Foto realizada durante mi excursión por la playa de Rajiv Gandhi Nagar

Un 10 de Enero del año 2013 llegaba a estas islas del sureste de la india , y en poco más de 10 horas pasaba de una temperatura cercana a los 0 grados centígrados en la Roma en que vivía, a los calurosos 30 de la isla de Port Blair. Como no podía ser de otra manera al reconocer que me encontraba rodeado de fantásticas playas, nada más llegar a esta región busqué el modo de zambullirme en sus aguas…

Las islas Andamán están formadas por un conjunto de remotos y poco conocidos archipiélagos, más cercanos a la costa de Tailandia que a la de la India, que contienen una gran cantidad de misterios que pronto descubriría. Entre sus islas más famosas se encuentra la de Havelock, la más turística y con una de las playas más bonitas del continente asiático, Neil Island, un lugar donde parece haber parado el tiempo, Sentinel del Norte, la única isla en la que según se cuenta el ser humano moderno aún no ha metido pie y sigue habitada por una tribu que se dice es caníbal, Little Andamán, Long Island, y otras como su capital Port Blair, seguramente la más grande pero menos atractiva de todas ellas.

Yo era nuevo en la India y también en estas desconocidas islas , y aún no sabía como dirigirme a la única que había investigado antes de partir, la de Havelock, pero necesitaba relajarme en la costa lo antes posible, así que, aún a sabiendas que las playas de Port Blair poco tendrían que ofrecerme, tras alguna que otra pregunta a la gente del lugar, encontré el modo de acercarme a esta zona de la Isla en la que pronto disfrutaría de un relajante baño bajo el sol…

Para llegar al lugar pronto viviría una de las más fabulosas experiencias que pueden vivirse por estas tierras, un viaje en un autobús 100% indio. Y de este modo, tras sortear buena parte de la jungla en aquel artilugio de metal llamado “Tata”, y acercarme de un modo sorprendente a esa forma de ser y de sentir hindú, llegué al que sería mi jamás antes conocido ni esperado lugar de destino.

Poco tiempo antes me había comprado una máquina fotográfica “reflex” para este viaje, y nada más llegar comprendí este pedazo de costa sería el lugar perfecto en el que practicar y sacar buenas fotos.

Y aunque era un paisaje costero bastante diferente al que yo conocía, muy animado me adentré en esta nueva experiencia. Si en las playas que conocía la vegetación que rodeaba la arena era escasa y en su mayoría en forma de palmeras, aquí era bien distinto ya que, casi pegada a la playa, podías encontrar frondosa y verde vegetación propia de la selva.

Como pensaba y comentaba, un buen escaparate para probar a realizar fotos algo diferentes a lo normal…

De este modo, mientras me acercaba a una especie de playa en la que poder dejar mi toalla y darme un baño, fui bordeando la costa mientras disparaba mi cámara.

A los pocos minutos descubrí una explanada con la suficiente arena donde poder apoyar mi toalla y darme un baño, dándome cuenta también que a pocos cientos de metros, un grupo de hindús (lo reconocí al ver que todos se bañaban vestidos de los pies a la cabeza) disfrutaban también del lugar…

Apoyé mis trastos y me dirigí a esas aguas. Las esperaba cristalinas pero nada más lejos de la realidad (como decía la isla de Port Blair poco tenía que ofrecer en este sentido), y recuerdo aún como en su momento me pareció extraño e incluso temerosa esta peculiaridad.

Recuerdo que pensé algo así:

“Este tipo de aguas en la que difícilmente se aprecia el fondo parece más propia de los manglares de la jungla donde habitan cocodrilos que de la playa, pero visto que estos reptiles son de agua dulce y esto es el mar, es imposible pueda encontrar aquí nada peligroso.”

Aquel razonamiento volvía a mi cada vez que me daba un nuevo chapuzón pero, entre mi lógica y observar esos 3 indios que al igual que yo disfrutaban de estas aguas, no le daba más importancia, hasta que…

Llegó un guarda hindú con un fusil y, estando yo en el agua me invitó amablemente a salir con las manos. Una vez en la arena me explicó que no debía bañarme en estas aguas ya que, el día anterior habían observado un cocodrilo merodeando esta zona…

Carteles ¡peligro cocodrilos! en las playas de las islas Andamán

Se me pusieron los pelos de punta al descubrir aquella realidad pero me costaba dar crédito a cuanto decía, hasta que con el dedo me indicó un cartel, un letrero en el que la imagen de un cocodrilo no dejaba lugar a ninguna duda.

Recuerdo como aquello influyó en buena parte de mi visita a estas islas, al menos en el modo en que disfrutaría de sus aguas.

Pocos días más tarde me acerqué a la isla de Havelock, y también aquí los cocodrilos no pasarían desapercibidos…

Mi primer contacto con sus aguas fue durante una excursión de snorquel. Había contratado esta actividad en uno de los restaurantes del lugar y nada más zambullirme, el recuerdo del guarda y aquel cartel en forma de advertencia, ocuparon mi mente por completo.

Intentando bucear, la imagen de un cocodrilo dirigiéndose veloz hacía mí taladraba mi imaginación con lo que, no solo me costaba disfrutar del momento, sino incluso nadar y mantenerme a flote. Recuerdo aún como toda la excursión, incluidos niños, y ancianos parecían disfrutar de aquella actividad, mientras yo, no paraba de abrazar nuestra pequeña embarcación. Seguramente mis compañeros creyeron yo debía ser una persona que no conocía el mar y menos aún sabía nadar pero, poco me importaba, entre intentar hacer snorkel y sufrir el ataque de un temible cocodrilo, prefería hacer el ridículo…

Otro día, siempre en la isla de Havelock, me acerqué a la playa de las playas, la nominada en varias ocasiones como la más bonita de Asia, Radhanagar Beach. Un enclave maravilloso pero desafortunadamente, también un lugar con un macabro y reciente acontecimiento…

Y es que, tanto el año anterior a mi llegada como el precedente a ese, un cocodrilo había matado a dos mujeres (una por año), mientras practicaban snorkel intentando descubrir pequeños peces de colores.

Esta realidad tan sorprendente en las aguas de estas islas, no solo me asustaba sino también me fascinaba ya que escapaba a mi comprensión, ¿Cómo era posible que existiesen cocodrilos en aguas saladas?

El porqué esta en la evolución y en las características de estos animales, ya que no solo existen (como yo pensaba) los caimanes de agua dulce sino también de agua salada, y es en esta región del mundo, concretamente en el Sudeste Asiático y norte de Australia, donde se pueden encontrar estos ejemplares.

Los cocodrilos salados son grandes nadadores que se adentran en el mar para alimentarse o emigrar a otros lugares (pudiendo recorrer cientos de kilómetros en alta mar), pero principalmente habitan pantanos y ríos donde se esconden y atacan a sus presas. Son los ejemplares más grandes de todos los cocodrilos y también los más salvajes, y en zonas como las islas Andamán pueden moverse entre ríos y pantanos e incluso entre las mismas islas.

Años más tarde volvería al sudeste asiático, pero esta vez, cada vez que visitaba una playa en cualesquiera de sus costas, me informaba lo mejor posible sobre la existencia o no de estos depredadores, no fuera que pudiera llevarme algún que otro susto. Aún recuerdo como entre las noticias de aquella nueva aventura, leí en el periódico la desaparición y muerte de un joven en las fauces de un enorme cocodrilo en Sri Lanka. Según la noticia el chaval se había alejado unos metros de la playa en la que hacía surf para hacer sus necesidades entre la vegetación, cuando al parecer,un gran cocodrilo marino lo atacó, matándolo al instante…

Por precaución aconsejaría a cualquiera que vaya a visitar estas zonas del mundo, informarse antes la existencia o no de estos (u otros) animales ya que, de encontrártelos de frente y en su territorio, seguramente ninguna serían nuestras opciones.

Si te ha gustado el post, tal vez pueda interesarte conocer de primera mano el viaje que reflejé en mis diarios en Aventuras en el Sudeste Asiático y la India.