Viernes 14 ha sido un despertar diferente ya que es mi 29 cumpleaños. Sergio me ha despertado con un beso de buenos días acompañado de un “muchas felicidades enana”. Tras eso, con una sonrisa me ha dejado descubrir el regalo.

La noche anterior cuando fueron las 00.00 y oficialmente era mi cumpleaños, me dio un sobre que contenía una postal. En ella se podía leer en griego “muchas felicidades” y dentro había lo que al parecer era un programa de todo lo que me esperaba al día siguiente. Me dijo que tenía dos minutos para descifrarlo, y que si no lo conseguía debería consultarlo a la almohada o dejar que me sorprendiera durante el día.

Empecé a cavilar y una serie de números, lugares, experiencias y demás vinieron a mí. Pero por mucho que intentara adivinarlo, no lo conseguí. Así que nada más despertarme me volvió a conceder la oportunidad de descubrir todo lo que me esperaba ese día tan especial.

Con la postal en la mano y una vez abierta, debía encontrar el significado de varias pistas, entre ellas un dibujo que a simple vista parecía pertenecer al decorado de la postal. Destacaba en el decorado porque era la “Torre Eiffel” entre montañas y globos. Ya había conseguido una pista, Paris. Al dibujo me tocaba sumarle dos números en griego y un mes, más una pequeña casa dibujada y una flecha que apuntaba hacia arriba, eso me daría la respuesta, París me esperaba para disfrutarlo junto a él durante tres días en octubre.

Tras ese descubrimiento y muy feliz de poder visitar uno de los lugares que llevo tiempo queriendo conocer, empezaba la programación del día.

A las nueve y media teníamos que ir a algún lugar desconocido a hacer algo que según Sergio se asemejaba a volar. Empecé a temblar pensando que quizás me haría saltar en paracaídas o volar en parapente, y ninguna de las dos me hacía ninguna gracia. Nos apresuramos a desayunar, aprovechando que era mi cumpleaños nos hicimos con unos pasteles y tras soplar las velas y zamparnos el dulce, nos preparamos para montarnos en el coche, y poner rumbo (para mí) hacia lo desconocido. No pude evitar empezar a mover la pierna y a sudar pensando que probablemente me tocaría “volar”…

Todo temblor y sudor desapareció cuando llegamos al lugar donde una pareja nos esperaba para llevarnos con un jeep a la montaña. Nos dieron unos cascos y vi como metía cuerda en el maletero, si íbamos a volar por lo menos sería “atados”.

Para mi sorpresa y descubrimiento, resultó ser una experiencia de lo más divertida y especial. Sergio sabía que hacía tiempo que le había dicho que moría de ganas de practicar escalada, barranquismo y espeleología, así que decidió juntar las tres prácticas en una y que lo hiciera junto a él en la isla de Kefalonia.

Primero nos hemos adentrado a un barranco escondido entre la maleza, un lugar en la montaña rodeado de naturaleza. Íbamos preparados con cascos y arneses, así que al parecer en algún momento el torrente dejaría de poder ser cruzado a pie y bien, debíamos saltar al agua o descender con cuerda.

Como es Agosto, el agua se ha evaporado, así que ha sido necesario utilizar cuerda y maña para seguir el sendero del cañón que estábamos atravesando. Así que en dos ocasiones hemos tenido que utilizar la cuerda bajo la supervisión de nuestro guía y ha sido una de las experiencias más divertidas que he podido practicar.

Cuando hemos llegado al final del barranco y hemos salido al camino donde nos esperaba de nuevo el jeep, pensaba que se había terminado la aventura. Pero para mi sorpresa, nos desplazábamos a otro lugar, mucho más elevado y escondido, en concreto a una cueva.

Cuando he escuchado la palabra “cueva” ha venido a mi cabeza, expedición, pero cuando nos hemos acercado al lugar de entrada, la única palabra que podía definir aquello era caída libre.

Desde donde estábamos hasta la entrada de la cueva nos separaban más de 20 metros en caída libre. La única forma que había para llegar a la entrada y poder así inspeccionarla por dentro, era bajar con cuerda ese tramo que nos separaba.

Sergio ha sido el primero en descender, prefería hacerlo él, para poder fotografiarme desde abajo y así tener un bonito recuerdo de mi cumpleaños.

Menos mal que ha sido él y no yo la primera en descender, ya que pensaba que en todo momento tendría los pies apoyados a la pared de la montaña. Para nuestra sorpresa, no había pared donde apoyar nada, debíamos descender a peso con cuerda cuando jamás en la vida lo habíamos practicado, y hacerlo durante más de veinte metros de altura. Si por algún motivo soltábamos más de la cuenta la cuerda, caeríamos en picado.

Respirando con dificultad, tras haber descendido Sergio, empecé mi cometido con sumo cuidado. Tardé un rato en descender mientras respiraba profundamente para no entrar en pánico. Tuve una charla intensa con mi “miedo” y me dije a mi misma, que si quería disfrutar de la experiencia debía dejar a un lado el temor y empezar a disfrutar. Así que tras llenar mis pulmones de aire y reflexionar, empecé a bajar disfrutando de aquello que, sin duda, era único.

La experiencia me ha encantado y al final la he disfrutado, pero sé que en cualquier parte de España, esto no se lo dejan hacer a nadie que no tenga experiencia previa en escalada. Para nuestro punto de vista el instructor se la juega bastante confiando en que la gente puede bajar 25 metros sin haberlo hecho antes.

Una vez en tierra firme, y comprobando que nos encontrábamos allí y no en el cielo, hemos esperado a que nuestro guía descendiera para empezar a adentrarnos al interno de la cueva.

En su interior solo aguardaba oscuridad, gracias a que nos hemos equipado con unos cascos con linternas podíamos ver sin problema. Así hemos empezado a escuchar el sonido de los murciélagos algo alterados al sentir nuestra presencia.

Dentro de la cueva se respiraba con dificultad debido a la cantidad de humedad que hay, y al gas que desprende el “guano” (para entendernos la mierda de murciélago).

Ha resultado ser una experiencia increíble entre la naturaleza de la mano de Wild Nature Expeditions, primero hemos atravesado un barranco y escalado por él (o más bien descender). Hemos ido descendiendo con casco y cuerda entre las rocas salientes y los saltos que había. Sin duda alguna recomendaría a cualquiera que se acerque a Kefalonia a realizar una actividad con esta empresa, ¡estoy segura de que no lo lamentará!

Ha sido una experiencia y expedición increíble, que ya muero por volver a repetir pronto.

Como es mi cumpleaños hemos aprovechado para comer de nuevo al restaurante “Il Borgo”, tocaba despedirse de sus suculentos platos y de sus maravillosas vistas, probablemente sería la última vez que comeríamos allí.

Después del atracón, necesitábamos reponer fuerzas y que mejor que con el mejor de los remedios, la ansiada siesta.

Ahora descansados, aseados y renovados hemos reanudado mi cumpleaños, poniendo rumbo a una vinería cercana de un hombrecito muy agradable que sin pedir nada a cambio nos ha hecho probar más de 10 vinos y aceite casero.

Al quinto yo ya estaba medio mareada, pero no he podido evitar seguir el ritmo al Vasco, y he terminado probándolos también todos. Medio mareados y contentos, nos hemos decantado por comprarle una buenísima botella de tinto llamada San Giorgio (para Sergio uno de los mejores vinos tintos que jamás haya probado) y una de aceite de oliva exquísito. El lugar se llama “Divine’s wines and vinegar”, una experiencia inolvidable y totalmente gratuita que es seguro encantará a cualquiera que guste el vino, el aceite o la historia de Grecia y de esta preciosa isla.

Muy contentos tras la degustación, nos hemos dirigido a Argostoli, donde un Sushi me esperaba para finalizar el día…