Despertamos al día siguiente sobre las 4:00 ya que la organización nos hacía el favor de acompañarnos junto a una pareja catalana al aeropuerto de Bangalore. Nuestro vuelo salía a la 13:00 y para llegar hasta allí, eran unas 4 horas en coche desde la fundación.

El camino a mí se me hizo muy corto, ya que me lo pasé durmiendo todo el rato (me puedo dormir hasta encima de una roca), no fue lo mismo para Sergio. El pobre  entre el ruido de mis ronquidos y la incomodidad de dormir en un coche ( no tiene la misma facilidad que yo para conciliar el sueño :P) y no pudo dormir nada.

Me desperté por el frenazo del coche y por la mano de Sergio que me agarraba del brazo para espabilarme moviéndome de un lado a otro (soy como un oso cuando de dormir se trata).

Decidimos ir a desayunar algo junto con los catalanes y así despedirnos antes de que nosotros nos fuéramos para Delhi y ellos a visitar el centro de Bangalore ya que su vuelo no salía hasta la noche. Estuvimos hablando de las impresiones que nos habíamos llevado de la asociación de Vicente Ferrer (todas buenísimas e increíbles, difíciles de explicar con palabras). Durante el desayuno me pidieron que si les podía hacer una ruta para visitar Mallorca en unos días, y encantada me puse a explicarles un recorrido que podían hacer (llenamos unas 5 o 6 hojas de referencias, pueblos, restaurantes y hoteles. Una vez terminamos el desayuno nos despedimos y nos dispusimos a facturar las maletas para poder pasar los controles.

Cuando subimos las escaleras mecánicas con billetes en mano, nos topamos de frente con el control de seguridad, y como no, Sergio y yo tuvimos que pasar por colas diferentes. La mujer por un lado, ya que para pasarles el escáner lo hacen en una habitación aparte y los hombres al contrario, como en todos los aeropuertos europeos.

Una vez pasados los controles y juntos de nuevo, nos dirigimos a la puerta de embarque, nuestro vuelo saldría en apenas 3 horas. Descansamos un poco acomodados en asientos cómodos y escribimos hasta que empezaron a llamar para embarcar.

Una vez dentro del avión, algo raro sucedió. Empezaron hacer la demostración de seguridad pero el aparato no arrancaba, no se movía ni hacía amago de nada. Estuvimos esperando más de una hora a que empezara a ir hacia pista para despegar.

Los pasajeros se empezaban a poner bastante nerviosos, nadie nos explicaba nada (o cuando lo decían por megafonía no lo entendíamos) y nos tenían allí esperando. Pero finalmente, después de más de una hora de espera el avión empezó a moverse y nos dirigimos a pista. Yo le comentaba a Sergio que había entendido que el aeropuerto de Delhí estaba cerrado (Yo soy doña mete miedos y piensa en el peor de los casos, así que no lo tranquilicé mucho :P).

Una vez en pista, el aparto se propulsó de una manera extraña y una vez en el aire, hizo un amago de caer que creo que me pasé más de 30 segundos sin poder respirar. Terminé más pálida que un folio en blanco y mirando a Sergio con cara de despedida (sí, soy una exagerada) .

Finalmente, después de dar muchos tumbos en el aire , cambiar de dirección y hacer miles de ruidos extraños, empezó a estabilizarse y después de unas 3 horas, aterrizamos sin problema.

Por fin estábamos en Delhí, y ahora tocaba salir rápido del avión e ir en dirección a la estación de tren para poder pillar a tiempo los billetes en dirección a Agra. Para nuestra suerte, como siempre encontramos muchos locales que quisieron ayudarnos, nos indicaron que el metro era la mejor opción (económico y rápido) para llegar a la estación a tiempo.

Y así hicimos, metro en mano y hacia el tren que nos dejaría en Agra después de 13 horas de trayecto.  Pudimos colarnos de nuevo en el vagón de “sleeper” y pillar dos literas, para poder dormir durante todo el camino.

Llegamos a Agra con mucho cansancio acumulado y un hambre de no haber comido nada durante el día, que no podíamos con nosotros mismos. Pero conseguimos llegar en un tiempo record de 30 minutos al hotel que habíamos elegido en booking, dejar las maletas y recorrernos las calles en busca de algún sitio para cenar. Era difícil, ya que a las horas que llegamos, todo estaba cerrado. Al final, como siempre terminan saliendo las cosas, así que encontramos donde cenar, llenamos nuestras barrigas y nos fuimos a dormir, o eso intentamos.

Era imposible dormir, la habitación llena de mosquitos y un sonido estridente de fondo, era una pareja que se casaba y habían instalado altavoces por todas las calles para que TODO el mundo escuchara la música en directo. Así que tuvimos concierto toda la noche (son unos marchosos) y descansamos más bien poco. Pero todo eso no impidió que al día siguiente nos levantáramos con ilusión para ir en busca del Taj Mahal.

Llegamos a la entrada del palacio , y como no, abarrotado de turistas esperando a entrar y seguridad máxima por todos los lados. Así que pedimos a los locales si nos podían indicar algún lugar donde poder contemplar tal belleza sin tener que entrar.

Nos indicaron un lugar, donde solo encontramos a locales y éramos los únicos turistas allí. Se podía contemplar ese emblemático lugar a vista de pájaro desde donde nos encontrábamos. El silencio nos acompañaba, la tranquilidad de no tener que estar esquivando a turistas para poder observar aquella maravilla o sacar alguna que otra foto y sobre todo la paz que transmitía.

 

En busca del Taj Mahal

En busca del Taj Mahal

De camino al taj mahal

En mi busca… 🙂 (qué creída soy :P)

Con una princesita del lugar

Con una princesita del lugar

Haciendo amigos

Haciendo amigos

Cuando empezó a atardecer tuvimos que marcharnos, ya que los de seguridad del lugar nos invitaban a salir. Una vez fuera del recinto, nos aventuramos por unos caminos colindantes y llegamos a otro punto, donde se podía apreciar una belleza difícil de describir con palabras.

Empieza a apreciarse

Una imagen vale más que mil palabras….

Después de sacar algunas fotos, contemplar en silencio y relajarnos un poco, decidimos que era hora de irnos hacia la estación, pues nos esperaban unas 15 horas de tren hacia nuestro siguiente destino, Varanasi.

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