El despertador empezó a sonar sobre las 8:00 de la mañana, nos apresuramos a ducharnos y a salir del hotel, había amanecido lloviendo y hacía bastante frío. Queríamos ser rápidos para llegar a la estación de autobuses lo antes posible, intentando no empaparnos (no llevábamos paraguas ni nada que nos pudiera proteger de la lluvia y el viento).

De camino paramos en una cafetería donde finalmente podíamos desayunar, lo habíamos intentado ya en otras cuantas pero nos decían que nada de desayunos, solo servían café. No dudamos ni un segundo en entrar y aguardarnos de la lluvia que en esos momentos seguía cayendo.

Decidimos coger energías que íbamos a necesitar durante el trayecto, así que escogimos un desayuno completo por unos 25 dirhams, entraba de todo, pan, zumos naturales de naranja, quesos, huevos y croissants, todo ello acompañado de un buenísimo café marroquí.

Tras desayunar, volvimos a las andadas y nos dirigimos a la estación que se encontraba a unos diez minutos del lugar. Una vez llegamos nos percatamos de que se encontraba abierta de par en par, hacía muchísimo frío y demasiada humedad, pero al parecer es algo que a los lugareños les trae sin cuidado, restaurantes, cafeterías, estaciones o bares, les encanta dejar todo abierto y hacer que pase la corriente sin importar la temperatura que haga…

Preguntamos cuanto tardaría en llegar nuestro bus y si sería puntual o llevaría retraso, a lo que nos comentaron que enseguida llegaría y que esperáramos sentados tranquilos a que nos lo indicaran.

Antes de sentarnos aprovechamos para pagar nuestro equipaje, porque es algo que se paga a parte cuando viajas en autobús por Marruecos, te pesan las maletas y te cuentan cuantas llevas, y dependiendo de eso pagas un precio u otro, una cantidad que raramente sobrepasa el euro.

Tras facturar y etiquetar nuestras maletas, fuimos a sentarnos y esperar tiritando de frío y empapados, ya que durante el camino hasta la estación nos habíamos mojado bastante.

Como teníamos tiempo empezamos a pensar que opción nos convenía más cuando llegáramos a Fez, si comprar los billetes para esa misma noche dirección Marrakech o hacer otra noche más en la medina y salir hacia la ciudad roja al día siguiente. Tras pensarlo bien decidimos que si dormíamos en el bus y haciamos el trayecto de noche, nos ahorraríamos una noche de hotel y no perderíamos un día que duraba el trayecto, ya que eran unas 8-9 horas.

Cuando quisimos darnos cuenta, el bus ya había llegado y en poco menos de diez minutos ya estábamos ocupando nuestros asientos, poniéndonos cómodos y durmiendo plénamente. En cuatro horas que duró el trayecto estábamos de nuevo en la estación central de CTM de Fez, comprando los billetes que esa misma noche por 360 dirhams (unos 30€), en un recorrido de 8 horas, nos llevarían a Marrakech.

Ahora solo quedaba disfrutar del tiempo que teníamos a disposición en Fez y ver todo cuanto podíamos de aquel lugar tan diferente y particular al mismo tiempo. Un rincón que queríamos visitar eran sus curtidores, son muy famosos allí ya que es el lugar donde tiñen las pieles en Marruecos, un espacio donde sentir la esencia marroquí y en el que los colores marcan la diferencia.

Empezamos el recorrido desde la estación con los curtidores en nuestras cabezas como primer y único objetivo, no teníamos mucho más tiempo para hacer turismo y esta, junto con la vista de la medina y los zocos, era una de la que más ilusión nos hacía.

A la salida de la estación paramos varios taxis ya que era una odisea pillar uno sin que nos timaran, les pedíamos que pusieran el taxímetro y casi todos se negaban. Algunos directamente te daban el precio sin pacto, indicándote que podías buscarte la vida si no aceptabas dicho precio. Pero con paciencia y calma, tras parar a más de 5 taxis conseguimos que nos llevaran por 20 dirhams, menos de la mitad de lo que nos pedían el resto de taxistas a los que preguntamos.

Indicamos que nos llevara hasta la gran puerta azul, la entrada principal a la medina, y tras dejarnos allí empezaron a acercarse a nosotros personas ofreciéndose a guiarnos por esta zona antigua de la ciudad. Esta vez nos negamos ya que preferíamos perdernos e ir solos, que tener que ir con alguien y deber pagar por ello, teníamos tiempo a disposición y estábamos bien descansados…

Así que por nuestra cuenta empezamos a adentrarnos hacia las callejuelas convertidas en laberinto de esta antigua ciudad amarilla. Pasamos por diferentes puestecitos de comida desde donde se desprendía un olor que te abría el apetito…

Nos detuvimos delante de una especie de carnicería, y digo algo parecido, porque normalmente estos locales tienen la carne en condiciones, resguardadas en una nevera de la húmedad o las moscas, pero aquí no, en este lugar tenian la carne al aire libre y expuesta para poder ser manipulada por las personas o animales que pasasen por delante.

Esta en cuestión captó nuestra atención porque de la parte superior colgaban dos cabezas, una de una vaca y otra de un camello, algo que para nosotros era totalmente nuevo, no sabíamos y desconocíamos por completo que en Marruecos se comiera la carne de camello.

En la parte inferior del puesto tenían trozos de carne de diferentes partes del cuerpo de los dos animales y a un lado daban uso a una plancha para ofrecer comida caliente y recién hecha, para quienes la quisieran a cambio de pocos dirhams.

Como era la hora de comer, nuestro estómago pedía a gritos comida y Sergio tenía ganas de probar la carne de camello, decidimos pedir uno de cada. A mí me resultaba imposible probar la carne de una animal que mis ojos reconocen más bien como una mascota, que comestible. Por todo ello y también debido a que a la vaca estaba bastante más acostumbrada, decidí probar esta última.

Cuando Sergio pegó el primer mordisco, los ojos se me abrieron como platos esperando ansiosa a que pronunciara alguna palabra sobre su sabor. Pero lo vi muy tranquilo a sabiendas de lo que se estaba comiendo, así que tan solo le pregunté un ¿Qué tal? Contestándome con un simple: muy rico, sabe a carne.

Le di a probar después de mi ternera y cuando terminó de darle un bocado me dijo que los sabores eran bastante parecidos, así que solo espero que el carnicero no se hubiera equivocado o Sergio me tomara el pelo, y no haber comido yo también camello sin haberlo querido (seguiré pensando que no lo he probado).

Tras aquel manjar seguimos adentrándonos en el zoco observando cada rincón que iba apareciendo. Queríamos llegar a nuestro objetivo, las curtidurías, así que preguntando y buscando carteles escondidos en las esquinas llegamos a una plaza interior donde preguntamos de nuevo a los locales si podían indicarnos donde encontrar los preciados curtidores.

Un hombre se ofreció a acompañarnos, le avisamos de que no llevábamos dinero y que no le pagaríamos nada, respondiéndonos que él no quería dinero, que era empresario y tenía una cooperativa de pieles donde diferentes artesanos llevaban sus creaciones para venderlas a buen precio.

Aceptamos encantados su guía, se llamaba Mohamed (allí casi todos los hombres se llaman así, siendo el nombre más común) y nos dirigió por una calle que daba a la entrada de su tienda o de la cooperativa donde el era comerciante. Entramos porque nos dijo que tenía una azotea desde donde se podían apreciar las vistas a fez y a sus más que famosos, curtidores.

Primero se dispuso a enseñarnos toda la tienda, las diferentes cosas que podíamos adquirir, desde bolsos o chaquetas a sillones y babuchas, todo ello hecho a mano y 100% de auténtica piel. Nos explicó que utilizaban diferentes cueros, de vaca, cabra y camello, siendo la mejor para ellos y de mayor calidad la de camello, ya que, como pronto  nos mostró, ni con el fuego se quema.

Tras aquella demostración, empezamos a subir escaleras hasta llegar a la esperada azotea, donde pudimos contemplar por fin los curtidores. Preciosas circunferencias de colores que utilizan para teñir las pieles y dar así color a los productos que hacen con ellas.

hdr

En un momento dado, me di la vuelta y observé que tenía un palomar en la misma azotea que, a simple vista en su interior parecía haber más bien pollos (por el tamaño). Le pregunté para qué empleaba esas monstruosas palomas, a lo que me repondió que primero para tirar sus escrementos en las cubas donde se mezclan con cal para que el pelo de las pieles se desprenda.

Y tras esta explicación del trabajo de las heces de palomo en el tratado y elaboración de las pieles, me comentó que su destino final era el de sustituir al pollo en las comidas, y que por eso estaban tan hermosas. También indicó que si me sentaba en algún restaurante a comer y pedía pollo, seguramente sería paloma aquello que me servirían. A partir de ese día, entre lo del camello y las palomas gigantes, preferí pedir platos completamente vegetarianos, ya no me fiaba más….

El hombre que nos seguía acompañando nos empezó a explicar el proceso de las pieles, y el tiempo que lleva prepararlas y teñirlas, un trabajo de casi más de cinco meses. Desde arriba se podía observar las pieles tendidas y metidas en diferentes curdidores de colores, también las había que se estaban secando o apiladas para su tratado o fabricación de algún producto.

Nuestro guía, un poco cansado de explicarnos cosas y de hacernos fotos, nos propuso que pensáramos en comprar algo ya que, en ningún otro lugar, encontraríamos productos de tantísima calidad y a tan buen precio. Para salir del paso nos inventamos que acabábamos de llegar y que queríamos dejar las maletas en el hotel antes de comprar nada, y preferíamos volver al día siguiente a comprar cosas.

Al principio nos sentimos un poco mal por mentirle, pero en Marruecos debes aprender a escapar de los vendedores, todo el mundo intentará que le compres algo o que le pagues por algo, hasta por indicarte hacia donde tienes que ir. Así que si la opción era timar o ser timados, preferíamos conseguir la primera…

Después de hacerle creer que volveríamos al día siguiente dispuestos a comprar de todo, nos despedimos y nos dirigimos de nuevo a la entrada de la medina, la llamada puerta azul. Allí cogimos otro taxi con cuidado de que no nos timase, para que nos dejara en la estación central de autobuses ctm, tocaba empezar a ser conscientes de que pasaríamos más de 8 horas en un bus donde intentaríamos dormir el máximo de tiempo posible para así llegar a Marrakech descansados, y con ganas de conocer en profundidad una de las ciudades más reconocidas de todo el país.

Si nos hubiéramos tenido que quedar otra noche en Fez, hubiéramos optado por un hotel cercano a este punto de entrada conocido como “puerta azul”, ya que es un punto bastante fácil donde poder llegar a los curtidores y ver en parte esa esencia de la medina de Fez y sus zocos, sin miedo a perderse, que lo hace perfecto y único.

Si te ha gustado el post, tal vez pueda interesarte conocer de primera mano los infinitos misterios que se esconden en este enigmático país aquí Marruecos: Un oasis de contrastes.