Tras nuestra estancia en Delfos y Meteora llegamos a Salónica, donde nos alojaríamos en un pueblo cercano llamado Pefka.

Los primeros días aprovechamos para trabajar y visitar el centro histórico de Salónica, pero dado que nos encontramos realmente cerca de la península de Calcídica, más conocida como Halkidiki (Chalkidiki para los griegos) quisimos aprovechar el tiempo que duraría nuestra estancia aquí para visitarla.

Esta región es la que alberga las mejores playas de Macedonia y uno de los lugares de verano elegidos por muchos de los locales que habitan el norte del país.

Esta península se desmembra para formar a su vez, tres penínsulas más, conocidas como Kasandra, Sithonia y Athos.

Nuestro primer contacto con Halkidiki fue la península de Kasandra, que es la más occidental de los “dedos” de tierra que se separa del resto de Calcidica para adentrarse en el mar.

Empezamos el recorrido desde Pefka y tardamos hora y media en llegar hasta ella. El primer paso para adentrarnos fue atravesar un pequeño puente que la une con el resto de la península, es la única de las tres que está separada del todo.

Paramos en una zona llamada Nea Fokea, que según los blogs era una de las mejores playas que ofrecía Kassandra.

Aparcamos el coche delante de una de las entradas, y empezamos a descender por una cuesta hasta llegar a las cristalinas aguas de su costa.

La playa era bastante pequeña y en ella se encontraban infinidad de turistas locales y rusos ocupando la mayor parte de la arena. Pudimos encontrar un hueco para nosotros al final donde empezaban las rocas y allí estuvimos bañándonos y tomando el sol durante una hora.

Era bonita pero al haber tanta gente, la hermosura de la misma se iba degradando por momentos. Así que después de refrescarnos, nos pusimos en marcha otra vez, siguiendo la carretera en dirección a un lugar conocido como Kalithea.

Paramos en otro lugar que observamos que aparecía en los “tops” de playas, llamado Afytos. Un pueblo pequeño y acogedor, donde además de costa también alberga un centro histórico y peatonal.

Aprovechamos que era la hora de la comida para detenernos en uno de sus restaurantes del centro, donde disfrutamos de una “Hamburguer” con pan de pita acompañada de una cerveza fresca que nos vino de lujo para apaciguar el calor abrasador que hacía.

Cuando nuestras barrigas se vieron satisfechas, proseguimos la marcha en dirección a la playa. Con el coche nos metimos por unos caminos un tanto “estrechos” y que parecían aptos para el tránsito de cabras, pero no para vehículos.

Sudamos un poco para llegar hasta donde se encontraba la playa llamada Moudounou Beach, ya que esta estaba situada en los pies del pueblo, y había que bajar una especie de puerto.

Una vez allí, aparcamos y nos adentramos a descubrir este nuevo lugar. Las aguas de nuevo nos provocaban un pequeño dejavú de lo vivido hacía apenas algunas horas.

Mismo color, y mismo montón de gente haciéndose un hueco en la arena para colocar su toalla y disponerse a disfrutar de un agradable día en la playa tomando el sol y refrescándose en sus aguas.

Nosotros ya teniendo buena base de playas (básicamente porque vivimos en una isla), no podíamos disfrutar del mismo modo que lo hacían la infinidad de turistas en aquel momento.

Intentamos buscar un lugar un poco alejado de la masificación, pero toda búsqueda fue en vano, ya que todo estaba ocupado.

Así que con un poco de resignación allí nos quedamos, tomamos el sol, nos bañamos y cuando fue la hora de partir, regresamos al coche y pusimos rumbo a Salónica. Seguramente en nuestra próxima incursión en Haikidiki, encontraríamos lugares más salvajes y solitarios en los que disfrutar de sus aguas…