Para nuestro segundo fin de semana de turismo por el Peloponeso habíamos elegido como meta principal Monemvasía, al sureste de este islote con forma de mano.

La distancia que nos separaba del lugar era de más de 200 kilómetros, más de 4 horas,  y a sabiendas del mal estado o condiciones de algunas carreteras, la complicada señalización y cuanto les gusta correr a estos Griegos, decidimos elegir un lugar donde hacer una primera parada…así conocimos Tyros, un pequeño pueblo costero del Peloponeso que, de no haberse encontrado de camino a Monemvasía es seguro que jamás hubiéramos puesto pie en él…

Son tiempos del mundial de fútbol y fue así como, entre sorbos de cerveza y miradas a la televisión a esperas de observar el ridículo español, realizaríamos las reservas a Tyros y Monemvasía, eligiendo en ambos hoteles a pie de playa, el último con vistas al precioso peñón de monemvasía, uno de los lugares más bonitos de esta zona del suroeste de Grecia.

El sábado 30 de junio despedíamos Thalero durante dos días para cambiar la costa norte del Peloponeso por la del este y encaminarnos en esta nueva aventura…

El camino que nos separaba bordeaba la costa haciéndonos disfrutar de unas vistas impresionantes. Atravesábamos montañas y pequeños pueblos siempre pegados al mar aprovechando siempre que podíamos para estirar las piernas en alguno de los miradores que allí se disponían y sacar unas bonitas fotos panorámicas.

Por fortuna no tuvimos ningún susto en la carretera aunque me llamó la atención observar como en ocasiones los griegos cogen las curvas tan por el medio que se meten en el carril contrario, con el peligro que ello conlleva…

Y poco antes de las dos de la tarde llegábamos a un precioso y tranquilo pueblo llamado Tyros, con el tiempo justo para dejar las maletas y bajar a meternos algo en el estómago. El gps nos indicaba que el “Oceanis Hotel”, donde nos esperaba una preciosa habitación con vistas al mar a menos de 20 metros de él por 35 euros, se encontraba pegado al puerto de este pequeño pueblo de pescadores.

Playa de Tyros

Aparcamos, descargamos las maletas y, muy contentos por lo que el lugar nos podría ofrecer, bajamos a descubrir el lugar más indicado para hincar el diente entre la decena de restaurantes y bares que se encontraban, como nosotros, en aquella primera línea de playa.

Nuestra misión era no solo meternos algo a la boca sino descubrir donde cenaríamos por la noche y observar que era lo que este lugar podría ofrecernos, y la exploración fue todo un éxito…

Éxito porque descubrimos la principal particularidad del lugar, un pequeño rincón elegido por la gente del país para disfrutar de sol, playa y relax, alejados de turistas y en un entorno inmejorable, donde podías por una parte disfrutar de aguas cristalinas mientras por la otra enormes y verdes montañas te sumergían de lleno en la naturaleza, con hoteles y apartamentos pegados al agua y las pocas necesidades que pudieras tener en forma de restaurantes, bares o mini markets a pocos metros unos de otros; una especie de todo en uno reducido y silencioso, que lo hacía delicioso…

Pronto disfrutaríamos de unos buenísimos sándwiches con pan de pita y unas cervezas por menos de 10 euros para después ir a reposar y disfrutar del mar a pocos metros del hotel. Tras ello pasaríamos por el hotel para, entre una cerveza y otra, observar como Francia echaba a la Argentina de Messi, pegarnos una ducha y salir a pasear para descubrir más en detalle este pequeño rincón del Peloponeso.

El poblado, al menos su parte más bonita que era esa pegada a la costa, no sería de más de 1 kilómetro de largo, longitud que bastaría para descubrir un precioso y pequeño puerto en una de sus esquinas, casas y apartamentos o negocios que proveían de todo lo necesario a sus habitantes y desconocidos como nosotros que lo venían a disfrutar. Llamó mucho nuestra atención el observar un gran número de apartamentos en alquiler y tanta calma, hecho que nos hizo pensar que, de no haber reservado ya julio en la zona de Salónica y Agosto en Salamina, hubiera sido este el lugar elegido…

Vistas al puerto de Tyros

Discurrimos este precioso paseo marítimo hasta ir observando como los colores del atardecer en las aguas, indicaba que el sol ya se estaba ocultando tras sus enormes montañas y era hora de buscar el mejor lugar para cenar. De este modo encontramos el restaurante que google nos traducía como “

Vistas desde el restaurante The Shelter of Captain Costas

”, seguramente el más bonito y pintoresco del lugar, un espacio con una pequeña terraza de mesas y sillas de un precioso tono violeta a poquísimos centímetros del mar…

Un precioso violeta ya que, a esas horas y con la llegada del atardecer, se mimetizaba perfectamente con los colores que nacían en el cielo, un precioso espectáculo que se parecía reflejar en las plateadas y calmas aguas de aquel mar, tan tranquilo y lleno de vida como el pueblo en el que nos encontrábamos.

VIcky eligiendo mesa para cenar…

El turismo en Tyros no había durado mucho pero si había sido suficiente para apreciar este precioso rincón del Peloponeso, una de las metas principales de los moradores de estas tierras.

Amanecer desde la habitación

Llegaba la noche y el espectáculo del amanecer desde la habitación del hotel, hacía presagiar lo que, pocas horas más tardes, descubriríamos desde la carretera…