Nuestro primer fin de semana de exploración en los alrededores de Salónica, nos llevaría a conocer buena parte de las playas más espectaculares del territorio griego, en la región de Haikidiki.

Habiendo conocido ya la turística Kassandra, decidiríamos aventurarnos más en profundidad en las otras dos penínsulas que componen la región, en particular la del Monte Athos y Sithonia.

Así dividiríamos nuestra aventura en dos, comenzando por descubrir un lugar por nosotros desconocido hasta la fecha, pero uno de los rincones más impenetrables y misteriosos del planeta, la península de Agios Oros o Montaña sagrada, más conocida como Monte Athos.

Algunas de las prohibiciones de acceso al monte Athos

Carteles en la frontera del monte Athos

Descubriríamos así que la mayor parte de esta península la ocupa un área montañosa de 33000 hectáreas donde se encuentra el monte sagrado y un total de 20 monasterios ortodoxos (griegos, rumanos, rusos, búlgaros, serbios y georgianos) que conforman un territorio autónomo bajo soberanía griega.  Esta consideración les permite estar exentos de ciertas leyes, tanto de Grecia como provenientes de la UE, dando autoridad al territorio, por ejemplo, de prohibir la entrada a todas las mujeres. En el Monte Athos solo pueden vivir monjes ortodoxos de sexo masculino y su población ronda los 2.000 habitantes.

Resultado de imagen de monte athos monasterio

Monasterios innacesibles en el Monte Athos

Así descubrimos que para visitar la “zona prohibida” se debe primero presentar una copia del pasaporte a las autoridades griegas para intentar conseguir un permiso, que solo podrán concederte si eres hombre.

Es seguramente el mayor lugar del mundo con veto total para las mujeres. Cada día sólo se permite la visita de 100 peregrinos ortodoxos y otros 10 no ortodoxos, previa aprobación de las autoridades.

Pero no sólo las mujeres están prohibidas. Según un reglamento del siglo X se afirma que todos los animales que sean hembras están excluidos del lugar, con la única excepción de las gatas, que parecen ayudar a los monjes en la caza de ratas y por ello han parecido hacer la vista gorda…

De este modo mujeres y hembras de animales, excepto las gatas, no pueden pisar este territorio protegido por la UNESCO, y tampoco pueden acercarse a menos de 500 metros de su orilla, cosa que Vicky sin tener idea de ello haría sin darse cuenta.

Pero antes de eso debíamos estudiar las posibilidades de alojamiento que ofrecía el lugar, dándonos cuenta que en Haikidiki, sobre todo en temporada alta, las opciones no eran demasiadas…

Aunque nos acercaríamos a Haikidiki de lunes a miércoles, el precio de hoteles y albergues no bajaba de los 70 euros, con lo que estudiamos diferentes opciones, descubriendo que en la zona “no prohibida del Monte Athos”, una pequeña extensión de un décimo del territorio total situada al norte, existía un camping con Bungalow a solo 35 euros. El lugar se llamaba Delphini, y hacia allí nos dirigiríamos…

Nuestro apartamento durante 3 semanas se encuentra en Salónica, a unos 150 kilómetros del Monte Athos, con lo que ese lunes decidimos salir pronto por la mañana para dirigirnos directamente, y en primer lugar, a nuestra nueva morada.

De este modo sobre las 12 llegamos al lugar y como imaginábamos había disponibilidad. Un registro, una breve parada y 35 euros después ya nos sentíamos libres para continuar nuestras mini vacaciones.

No habíamos estudiado bien la zona pero aquello que más nos interesaba era observar la frontera del territorio prohibido y ver si era posible descubrir algo en sus inmediaciones…

Así atravesaríamos uno de los pocos pueblos de la zona llamado Ouranopolis para poco más tarde adentrarnos en un camino de cabras que por fortuna no sería muy largo. Tras poco más de un kilómetro por aquella complicada carretera advertimos unas vallas y algunos coches aparcados, acabábamos de dar de bruces con la frontera del territorio prohibido del Monte Athos.

Frontera a la regiñon prohibida

Inspeccionando la zona observamos dos pequeñas puertas con distintas advertencias sobre el peligro que podía suponer cruzar sus bordes, debo decir que si a estos carteles rojos con diferentes iconos de peligro se le suma las incomprensibles advertencias en griego, daban aún más miedo de lo normal ya que no sabías si te exponías a una pequeña multa, a un fusilamiento o a la mayor de las torturas…así que por mucho que me llamase la atención y me encantase descubrir el misterio, esta vez, ganaban aquellos carteles.

Aparte de los carteles también descubriríamos distintos monjes con sus túnicas que o habitaban, o eran uno de esos 100 elegidos que comenzaban su peregrinación por el lugar.

También muy cerca se apreciaba la costa y una familia parecía adentrarse a aquellas aguas, por ello pensé que aquella playa no podía ser privada y comentándoselo a Vicky nos acercamos al lugar…

Maravillosas playas en el Monte Athos

Rodeando la frontera descubríamos así una preciosa playa, apreciando también como una pequeña parte de ella había sido adquirida por los monjes y se encontraba vallada, en el otro extremo preciosas formaciones rocosas parecían esconder algún mágico tesoro, y tras reconocer que aquella familia se había perdido por el paraje, comprendimos que tal vez conocían esa maravilla…

La espectacular”cala de la frontera”

Y así sería como nos acercamos a aquellas preciosas y enormes piedras que nos hicieron apreciar una de las calas más bonitas y seguramente la playa más bonita en lo que llevábamos de Grecia, un lugar idílico que nos recordaba a una de las famosas playas de la película El planeta de los simios que bien pudo ser esa en la que Tom Hanks se acompañaba del amigo, balón y compañero llamado Wilson, un precioso tesoro custodiado por dos enormes rocas que parecían abrir la puerta a su principal maravilla, una cala escondida de aguas cristalinas que ya había sido tomada por aquella familia que pocos minutos antes habíamos visto…

Ante tal descubrimiento decidimos soltar nuestra toalla en el interior de la gran puerta en una de las esquinas favoritas de esta bonita cala, y así disfrutaríamos durante horas de refrescantes chapuzones prácticamente en solitario a orillas del territorio prohibido del Monte Athos, mientras pensábamos e imaginábamos también como podía ser la vida al interno de aquella región montañosa…

Semanas antes descubriríamos en Meteora que el fundador del primero de sus monasterios, el del Gran Meteoro, sería Atanasio un monje expulsado del Monte Athos; y aquella playa situada en las orillas de esta región nos haría comprender fácilmente como tentaciones como aquella merecían la pena ser vividas, y gracias a los motivos que llevaron a su expulsión hoy en día podemos disfrutar de una de las maravillas más fabulosas de Grecia y de todo el planeta, los monasterios suspendidos en el cielo de la región de Meteora.

Tras diversos chapuzones nuestros estómagos solicitaban nuestra atención, con lo que decidimos acercarnos al cercano pueblo de Ouranopolis a comer y descubrir alguna de sus playas.

El lugar era un tranquilo conjunto de casas con muchas tiendas de souvenir y material eclesiástico, orientadas a disfrutar de sus cercanas playas pero también a proveer de cuanto fuera necesario a los miles de fieles y peregrinos que cada año se acercaban al lugar, población y puerta de entrada a la autonomía eclesiástica del Monte Athos.

Mientras comíamos nos dábamos cuenta de que seguramente es la península menos turística de todo Haikidiki, y gracias a ello habíamos descubierto una de las mejores playas en nuestros viajes por el mundo.

Torre de la playa de Ouranopolis

Dedicamos también unos minutos a observar el lugar, descubriendo un precioso castillo con vistas al mar en el centro del pueblo, negocios turísticos que ofertaban paseos en barca para admirar los monasterios de Meteora desde sus costas por 20 euros a persona, rutas a la pequeña isla cercana de Ammouliani y algunas de sus playas, comprendiendo que no existía mejor opción para terminar el día que volver a disfrutar de nuestro recién descubierto tesoro que acabábamos de bautizar como la cala de la frontera

Y eso haríamos, volver para disfrutar de este idílico lugar hasta que horas más tarde seríamos sorprendidos por una desconocida e inminente tormenta. En pocos minutos pasamos  de un cielo totalmente despejado a otro que parecía haberse rellenado de preocupantes nubes negras, debíamos salir de allí ya que se intuían rayos y truenos…

Tal vez a alguno de los dioses de los muchos monjes que se escondían muy cerca de nosotros, no le había gustado nuestra presencia en sus cercanías y menos aún la de Vicky, pero fuera como fuera más tarde conoceríamos los estragos que distintos incendios estaban dejando en Grecia y aceptaríamos que la lluvia en estos momentos, podía ser el mejor bien del que este país podría disfrutar.

Por la tarde, una vez de vuelta a nuestro bungalow y tras hacernos con distintas provisiones para disfrutar de nuestra cena, aprovecharíamos para hablar con nuestras familias descubriendo que recientes incendios habían dejado casi un centenar de muertos en las inmediaciones de Atenas, concretamente en el pueblo de Mati a pocos kilómetros de Rafina, un lugar en el que un mes antes también nosotros haríamos parada. Por nuestra fortuna sería hace un mes y no hace un día, y ahora podíamos dar gracias al cielo por estas nuevas tormentas que refrescaban el ambiente y podrían por fin mitigar aquel infierno…

Aunque breve, nuestra incursión en una de las regiones más especiales y cerradas del planeta, había dado muy buenos frutos, descubriendo el paraíso en la misma frontera del territorio prohibido. Llegaba la hora de descansar y dar paso al nuevo día en el que nos acercaríamos a la región de Sithonia, seguramente la más completa y bonita de la península de Haikidiki.