Por la mañana despertamos temprano, preparamos las maletas, las metimos en el coche y nos dirigimos caminando hacia el castillo de Bran. Compramos dos pases a 35 léi cada uno y empezamos la visita a uno de los castillos más famosos del mundo gracias a Bram Stoker.

Ya en la entrada del castillo te das cuenta de la cantidad de gente que hay como nosotros, expectantes a poder entrar dentro. Debo decir, que a día de hoy no volvería a pagar esa entrada, me quedaría con las magníficas vistas del exterior dejando sin duda de lado el resto.

Las vistas del castillo….

Una vez dentro, nos dimos cuenta del error cometido, durante toda la visita estuvimos haciendo cola y rodeados de gente. La decoración dentro era bastante moderna y se notaba que el castillo había sido reformado en varias ocasiones. No era el lugar que puedes imaginarte en el libro o a simple vista desde fuera, dentro parecía un bonito palacio (un poco más antiguo).

Arrepentida de estar allí dentro entre tanto turista….

En todas las habitaciones había muebles antiguos, chimeneas, cuadros de época e información sobre Vlad Tepes. La gente a mí me agobió bastante, había mucha, y te pisaban o empujaban, haciendo la visita muy pesada.

habitaciones del castillo

Nos decepcionó bastante, así que nos apresuramos a hacer la visita lo más rápido que pudimos para volver a salir, contemplarlo desde fuera y borrar de la memoria ese interior que acabábamos de conocer, para que la imaginación volviera a reconstruir ese antiguo castillo y morada del conde Drácula, haciendo que el miedo volviese a apoderarse de nuestra fantasía.

Vicky en el interior del castillo…

Una vez estuvimos en el exterior, lo contemplamos un rato antes de volver a nuestro coche y empezar la ruta hacia Sinaia, la que sería nuestra primera parada.

El castillo por fuera…

En poco más de una hora recorrimos los cincuenta kilómetros que nos separaban del palacio de Peles, en Sinaia.

Esta residencia del Rey Carlos I de Rumanía, fue construido en 1873 y a día de hoy se puede visitar ya que es un museo. Como no teníamos tiempo suficiente, nos basto con verlo desde el exterior aprovechando también para estirar las piernas, y pasear, por esa bonita ciudad,

Empezamos a caminar desde el lugar donde habíamos dejado el coche, y empezamos a preguntar a la gente por el camino al famoso castillo. Un señor que trabajaba en los jardines del parque por el que discurríamos, nos acompañó muy amable hasta un sendero que daba al palacio.

El paseo hasta llegar era precioso, rodeado de verde, empedrado y peatonal, y durante el tiempo que dura la caminata te vas encontrando tenderetes de gitanos que venden desde queso hasta camisetas de Rumanía. Era este un buen lugar donde comprar souvenirs, ya que había una amplia variedad de cosas y todas ellas a buen precio.

Llegamos al final del camino y contemplamos la increíble belleza del Castillo de Peles en el interior de un prado totalmente verde y frondoso. El palacio era gigante y me recordó al que se dibuja en los inicios de todas las películas de Disney, así que volví a mi infancia, imaginando era este uno de esos castillos donde vivían las princesas junto con esos príncipes azules (que no existen en la realidad).

Castillo de Sinaia

Después de esa visita, nos dirigimos a Snagov, donde previamente esa misma mañana había reservado una pensión al lado de un lago. La ubicación parecía perfecta, ya que se encontraba cerca del monasterio donde se supone que se encuentran los restos del príncipe rumano.

Antes de llegar, paramos en un restaurante llamado restaurant Izvorul Rece Sinaia, que se encuentra en la misma salida de la ciudad de Sinaia y tiene una especie de barbacoa en el exterior. Para comer elegimos carne, ya que parecía el sitio oportuno donde disfrutar de un buen filete, así que de primero un mushi de porc la gratar y de segundo una tochitura postavarul. Nos quedamos bastante satisfechos con lo que habíamos pedido, añadimos unos cafés para despertar y hacer el cambio de conductor y, de este modo, proseguimos la marcha.

Primero nos dirigimos al monasterio de Snagov, un claustro que se encuentra ubicado en una especie de islote al que solo puedes acceder mediante un puente. Antiguamente esta conexión no existía y la gente tenía que pagar el coste de la barca.

Llegamos sobre las 17 de la tarde y tuvimos suerte, ya que en toda la isla no había nadie y pudimos recorrer y visitar en solitario. Merece la pena ir cuando no haya gente porque se respira una paz difícil de describir, silencio, naturaleza en un lugar sagrado, la combinación perfecta para dejar en blanco la mente y relajarse durante un rato.

La isla de Snagov a lo lejos….

aventurándome por los caminos colindantes al monasterio….

en las inmediaciones del monasterio

En el interior del monasterio se encuentra la tumba en que dicen deberían descansar los restos de Vlad El Empalador. Hay documentos que niegan esta realidad pero, llegados hasta aquí ilusionados por este y otros misterios. en nuestra realidad no dejábamos lugar a la duda.

Hisilicon Balong

La tumba no es más que una lápida de piedra en el suelo del monasterio, con la imagen del conde y una vela que dicen lleva encendida desde el mismo día en que depositaron sus restos en el lugar.

La tumba con una vela siempre encendida…..

Después de esa visita nos dirigimos hacia la ubicación en que nuestra aplicación de reservas nos decía se encontraba el hotel que yo había reservado para esta noche. Cuando llegamos y el gps advirtió “ha llegado a su destino”, los ojos se nos pusieron como platos, ya que a nuestro alrededor lo único que podíamos observar era campo y, no muy lejos, una especie de monasterio.

De camino….

Yo le propuse a Sergio proseguir la marcha hacia aquel edificio al parecer abandonado a ver si veíamos algo, y cuando nos bajamos del coche cada cosa con que topábamos, nos hacía pensar que ese no era ni mucho menos nuestro lugar.

Nos encontramos de frente a un monasterio blanco, junto a un cementerio bastante pequeño y muy verde, plagado de árboles y hierba por doquier que venía custodiado por dos perros gigantes de abundante pelaje y de tamaño considerable.

Encontramos a un hombre hablando, al principio pensé que estaría con el “manos libres”, ya que como estaba regando y hablando a la vez, nos pareció extraño. Nos fuimos acercando, y a medida que avanzábamos, nos dábamos más cuenta de que él estaba más cerca del manicomio que de ese otro lugar donde estábamos nosotros.

Era un hombre de un aspecto raro, hablaba solo y tenía la mirada perdida, algo que nos desconcertó bastante. Pasamos saludándolo cordialmente a lo que nos miró y empezó a hablarnos en rumano, imposible de entender.

Ese lugar era sin duda el indicado para poder escribir una novela como la de Drácula, se podían sacas personajes de terror para dar y regalar. Por todo ello nuestra visita duró poco, debíamos irnos de aquel lugar abandonado dirigido por un loco, y buscar donde podríamos dormir esa noche, el anochecer se acercaba y nos veíamos durmiendo en plena calle.

Poco más tarde de que nos metiéramos de nuevo en el coche, abrí la aplicación de reservas y empecé a buscar un hotel en Tergoviste, lugar que no pensábamos visitar pero que finalmente por cosas como estas que nos pasaron, formaron parte de nuestra ruta.

Era un lugar que inicialmente queríamos visitar, pero por falta de tiempo habíamos descartado pero al final por cosas del destino, acabaríamos allí.

En Tergoviste se encuentra la torre Chindia, es una fortificación inclinada que fue construida por Vlad el empalador y que tenía el objetivo de ser un lugar estratégico militar.

La ciudad parece que tiene más vida por la noche que durante el día, ya que cuando llegamos al hotel Valahia nos duchamos y fuimos en busca de algo para cenar, nos percatamos que la mayoría de bares, eran de copas y no de comida.

Nos dirigimos hacia la torre, ya que teníamos la esperanza de poder visitarla de noche pero, para nuestra desgracia, ya era demasiado tarde y no podíamos entrar. Debido a ello aprovechamos para cenar en un restaurante cercano a la zona donde nos darían a probar dos platos típicos del lugar. El restaurante se llamaba Alexo y los platos que pedimos fueron una friptura Drácula que eran unos filetes de cerdo con una salsa exquisita de tomate y curry y una tochitura ardeleneasca que es cerdo en salsa con mamaliga y queso.

tochitura ardeleneasca

friptura Drácula

Le pedimos que nos trajeran pan, a lo que el camarero nos miró contrariado pero aceptó. Cuando regresó con dos masas de pizza, comprendimos el porqué de su mirada. Podéis imaginar que con todo esto, al hotel, llegaríamos rodando.

Enseguida nos fuimos a dormir dejando la marcha nocturna para el día siguiente en Bucarest, por la mañana deberíamos despertar temprano ya que queríamos visitar la torre y llegar pronto a la capital rumana para dejar el coche a la hora indicada.

Si te ha gustado el post, tal vez pueda interesarte conocer de primera mano las leyendas y misterios que se esconden tras este enigmático país aquí Rumanía: Tras la sombra de Drácula.