Hace mucho tiempo en una playa muy lejana existía una leyenda sobre un tesoro que los piratas habían enterrado hacía miles de años.  Era un lugar mágico, ya que existían sirenas  que custodiaban el mar, serpientes gigantes que vigilaban desde la selva para que nadie se atreviera a entrar y monos en las palmeras que examinaban el horizonte a expensas de que no llegaran piratas.

La isla del tesoro

La isla del tesoro

Un día llegó a oídos de un rey muy rico que existía un tesoro más grande del que ya tenía en su poder. Era una persona muy ambiciosa y quería poseer todas las reliquias de todos los reinados para poder seguir siendo la persona más poderosa del mundo.

Tesoro Pirata

Tesoro Pirata

Trató de buscar a algún valiente que por pocas monedas de oro consiguiera llegar a la isla, encontrara el tesoro y lo trajera de vuelta para él. Para eso, tuvo que llenar el reinado de carteles ofreciendo una gran recompensa para quien se atreviera a aventurarse en la peligrosa y temida isla maldita.

La isla maldita

La isla maldita

Los que se presentaron a la corte ofreciendo sus servicios como soldados no convencieron al monarca para nada, pues el necesitaba del más valiente de todos, el más fuerte y sobre todo, al más viajero y aventurero de todos los que vivían en el reino.

Para ello, organizó un baile real y convocó a todos aquellos jóvenes que estuvieran en edades de casarse. El rey quería que su elegido fuera un apuesto soldado, fuerte, en edad creciente pero de apariencia joven.

Los días fueron pasando y el día del baile se acercaba, el pueblo estaba muy pendiente de quienes serían los elegidos para poder asistir a dicho evento. La elección fue muy severa, pues eran pocos los que cumplían con las exigencias del monarca.

Cuando faltaba tan solo un día, se colgaron carteles en toda la ciudad con los nombres de los elegidos, estos debían llevar traje, corbata, camisa e ir acompañados de alguna doncella para poder asistir al baile.

Pergaminos con los nombres de los elegidos

Pergaminos con los nombres de los elegidos

Los afortunados fueron 10 hombres en edades comprendidas entre 35 y 38 años de edad, fuertes, guapos y solteros. El rey necesitaba enviar en busca del tesoro a alguien que no echara de menos a nadie y fuera tan fuerte como un roble.

En la cena, dio las instrucciones a seguir para terminar la selección y de aquellos 10 que fueron al principio, solo un valiente aceptó las condiciones. Este hombre llamado Sergio era muy popular en la ciudad, tenía a todas las doncellas tras suyo, y no había nadie que hubiera conseguido alcanzar su corazón.

El rey con los elegidos en la cena

El rey con los elegidos en la cena

El rey supo desde el principio que él sería su elegido, había aceptado todas las condiciones y para este chico no había nada más importante que vivir la aventura. Sergio decía que lo que le da sentido a la vida, es vivirla y sacarle el máximo partido siempre. Lo importante es vivir el momento sin importar qué pasará, por ese mismo motivo no temía los peligros, pues para él no había obstáculos que le impidieran conseguir su objetivo.

El rey le advirtió de algunos peligros que podía correr, ya que una de las cosas más temidas por todo hombre en el reino eran las sirenas.

Las sirenas custodiando el mar

Las sirenas custodiando el mar

De ellas se contaba que al caer la noche se acercaban a los barcos pesqueros donde había hombres y empezaban a cantarles con voz dulce y celestial. Lo que los marineros no sabían, es que las canciones eran conjuros y hacían que al oír esas voces cayeran en un sueño profundo del que jamás despertasen.

Sirenas acercándose a los barcos de noche

Sirenas acercándose a los barcos de noche

Las leyendas contaban que las sirenas eran medio peces, medio humanas y que en realidad no eran criaturas buenas, sino más bien, monstruos del mar. Pero la belleza que tenían, las voces celestiales y esa mirada tan angelical, hacían que todos los marineros cayeran rendidos ante ellas y sus conjuros.

Sergio tenía en cuenta que lo primero que debía hacer al caer la noche mientras navegaba hacia la isla, era encerrarse en el camarote, taparse los oídos con tapones y dormir hasta que el sol saliera, ya que de día estaba seguro.

Con todas las indicaciones de donde se encontraba el tesoro, un mapa, una brújula y provisiones suficientes, al día siguiente zarpó con un barco pirata llamado La Perla Negra. Era un barco gigante de velas negras con un timón tan grande como las ruedas de un tractor. Este barco había pasado temporales, asaltos piratas y todo tipo de fenómenos, pero jamás se hundió, tenía consigo un amuleto de la suerte que hacía que pese a todo lo que pudiera pasar el barco jamás sufriría daños.

El barco con el que zarparía Sergio, La Perla Negra

El barco con el que zarparía Sergio, La Perla Negra

Hacía más de medio día que estaba navegando cuando de pronto en el horizonte pudo divisar una figura femenina cerca de una roca. Enseguida fue en busca de unos prismáticos para poder ver de cerca aquello que vislumbraba a lo lejos. Para su sorpresa, visualizó una mujer bellísima, con un pelo larguísimo y una sonrisa angelical.

La silueta de la sirena en la roca

La silueta de la sirena en la roca

Siguió observando detenidamente hasta que se percató de algo, no era una chica corriente, era una sirena. Tenía medio cuerpo humano y medio de pez, podía ver la cola larga y escamosa como se agitaba mientras las olas del mar chocaban contra ella.

Recordó entonces las advertencias del Rey sobre dichas criaturas marinas, pero hasta donde llegaba su conocimiento era durante la noche que eran peligrosas. Como era un hombre muy curioso aceleró el paso y se acercó a la roca para ver de cerca aquella preciosidad.

La sirena al principio cuando lo vio venir se asustó y se escondió tras la roca para pasar desapercibida. Pero cuando Sergio se detuvo frente a ella, le dijo con palabras amables que no le haría daño que solo quería conocerla.

La sirena escondida tras la roca

La sirena escondida tras la roca

Ella salió tras la roca sonriendo y sus ojos brillaron, pues no había visto jamás a un hombre tan apuesto y menos tan de cerca. Sergio intentó hablarle pero no obtenía respuesta por su parte, al parecer las sirenas no podían hablar y era imposible comunicarse con ellas.

El valiente marinero pensó que quizás las advertencias no eran reales y que las sirenas eran criaturas increíblemente buenas.

Después de intentar hablar con ella y no obtener ninguna respuesta, reanudó la marcha, pues no podía perder más tiempo y necesitaba llegar pronto a la isla.

Por la noche, siguió las instrucciones, se encerró en el camarote, se puso los tapones y durmió hasta el día siguiente. A la mañana cuando despertó, agitó las velas y puso el barco a toda velocidad rumbo a la isla, pues ya se podía divisar en el horizonte tierra.

!Tierra a la vista!

!Tierra a la vista!

Ancló el barco a unos metros de la isla, cogió todo lo que necesitaba y se lanzó hacia el mar con un bote que le ayudase a llegar hasta la orilla.

Una vez allí, intentó ser silencioso y cauteloso, pues sabía que los monos lo estaban observando detenidamente y que seguramente ya habían dado la voz de alarma a las serpientes gigantes que custodiaban la selva, avisando que un intruso acababa de llegar.

Sergio era muy valiente, así que empezó a adentrarse entre las palmeras con el mapa en la mano y la brújula que le ayudaba a saber en todo momento por dónde debía ir. Durante dos horas caminó y caminó sin que nada ni nadie se interpusiera en su camino.

Sergio adentrándose en la Isla

Sergio adentrándose en la Isla

Llegó a un lago increíblemente gigante, tenía un color azul turquesa y se podía ver lo que había debajo, pues el agua era totalmente cristalina y transparente.

A lo lejos pudo ver nuevamente a la sirena que se había cruzado con él en el mar, pero cuando la examinó se percató de que no tenía cola, ¡esta vez, la figura era totalmente humana!. No dudó en acercarse a ella y preguntarle cómo podía ser posible, a lo que esta vez si obtuvo respuesta.

La sirena le contó que en el agua del lago era mágica y gracias a ella podía convertirse en humana y así podía hablar. En el mar por el contrario no tenía elección, ya que existía un conjuro de la malvada bruja Úrsula, que había silenciado las voces de todas las sirenas y obligado a convertirse en mitad humanas mitad pez durante toda su vida.

La sirena humana en el lago mágico

La sirena humana en el lago mágico

Solo existía una pócima que la podría salvar de aquella maldición y terminar con la pesadilla del reino de las sirenas.

La sirena que se llamaba Ariel, le contó que Úrsula era una pulpa gigante que tenía muchos poderes y había convertido a muchas sirenas buenas en malas. En ese momento Sergio comprendió que no existía maldad en ellas, sino más bien, un conjuro maligno que les obligaba a hacer todas aquellas cosas horribles de las que había oído hablar.

Úrsula, la malvada pulpa gigante

Úrsula, la malvada pulpa gigante

Ariel le comentó que la pócima estaba escondida en un cofre que unos piratas habían enterrado en la profunda selva y que sin ella, muchos marineros seguirían desapareciendo y ellas las pobres sirenas, vivirían bajo el conjuro de la malvada Úrsula.

Sergio no se lo pensó dos veces, pues el dinero era algo que no tenía valor , para él lo que realmente importaba eran las personas, por ello decidió ayudar a Ariel a liberar a todo el reino de las sirenas del conjuro de la malvada pulpa gigante.

La sirena le indicó donde podría encontrar dicho tesoro y como recompensa si lo conseguía ella misma y todo el reinado de las sirenas, le traerían monedas de oro de la profundidad del mar. Pues en el fondo del océano existían muchos barcos con grades reliquias en su interior.

Al poco rato, con las indicaciones de Ariel se adentró en la profunda y temida selva en busca de la pócima enterrada. Empezó a caminar y al poco tiempo escuchó pasos tras él, alguien lo seguía pero no conseguía ver quién o qué cosa lo intentaba acechar.

Decidió subirse a un árbol muy alto para poder visualizar así mejor todo el territorio y conseguir ver aquello que lo estaba siguiendo.

Trepó alto, muy alto hasta que pudo ver toda la selva, la playa, el mar y hasta el lago en el que Ariel estaba dentro. Empezó a examinar el camino por donde había venido y para su sorpresa visualizó un sapo gigante con cara de pocos amigos. Al principio se asustó, pero luego comprendió que no había nada que temer, pues él estaba allí para ayudar a todas las criaturas de aquella isla, así que bajaría y se lo explicaría todo a ese sapo para que entendiera que no era una amenaza.

Sapo gigante

Sapo gigante

Al contarle toda la historia, el sapo quiso ayudarlo trasportándolo sobre su lomo como si de un caballo se tratara. Le dijo que lo acompañaría hasta el lugar donde estaba enterrado el cofre con la pócima y que sería su guardián durante todo el tiempo.

Durante el camino se encontraron con las serpientes que custodian la selva, con los macacos que vigilan el horizonte e incluso con orangutanes guardianes de templos escondidos entre la maleza de la selva.

Orangután custodiando el templo de la selva

Orangután custodiando el templo de la selva

A cada animal que encontraban, le explicaban que estaban intentando ayudar al reino de las sirenas y que su único objetivo era derrotar a Úrsula, la malvada pulpa a la que temía todo el reino animal.

Con la ayuda de todos consiguieron llegar donde se encontraba enterrado el tesoro, pero los animales le confesaron a Sergio que solo un humano podía desenterrarlo. Pues si alguna criatura no humana intentaba hacerlo, una maldición caería sobre él y estaría maldito toda la vida.

Se puso manos a la obra, había cogido una pala del barco y empezó a utilizarla cavando un hoyo muy profundo hasta que escuchó “!clanck!”. En ese instante todos los animales abrieron los ojos de par en par, pues por fin alguien valiente y humilde había conseguido lo que jamás nadie había podido hacer por ellos.

Desenterró el cofre y lo abrió, en el encontró una botella de cristal con un líquido de color rosa en su interior. También había un papel con las indicaciones para deshacerse de la maldición y liberar a todas las criaturas de Úrsula.

Pócima mágica

Pócima mágica

Las instrucciones eran claras, debía depositar ese líquido en el mar y conseguir el beso de una bella sirena por amor.

Pero…. ¿Cómo podría conseguir un verdadero beso de amor de una sirena?

Él estaba convencido de que lo que había sentido la primera vez que vio Ariel fue amor a primera vista, pero quizás no era correspondido de igual modo. Primero debía comprobar si el amor era mutuo  y de ser así, conseguiría liberar al reino y llevarse a esa bella mujer de la que se había enamorado a su reino para ser felices para siempre.

Después de pensarlo, decidió con la ayuda del sapo volver al lago, hablar con Ariel, conseguir un beso y juntos depositar la pócima en el mar. Parecía fácil, pero ¿Cómo sabría si ella sentía lo mismo por él?

El sapo vio en su cara preocupación después de entender que debía conseguir un verdadero beso de amor, y fue entonces cuando le explicó lo siguiente para tranquilizarlo;

El amor verdadero es aquel que entra en tu vida sin avisar, cuando no tienes planificado nada, cuando crees que tu vida seguirá siempre el mismo camino y sobre todo cuando sientes que empiezas a dar un giro inesperado de 365 grados. A veces por mucho que cueste creer, una simple mirada puede decirlo todo, y trasmitir más de lo que te puedas imaginar. Si es mutuo lo sabrás, el corazón te latirá tan rápido que te asustarás, tus ojos brillaran como si empezaras a llorar y sentirás un vértigo tan fuerte, como si cayeras en picado sin saber lo que te espera tras la caída. Eso señor, se llama amor verdadero, y cuando toca tu puerta, no puedes impedir que entre en tu vida.

En ese momento Sergio supo que el sentimiento era mutuo, había visto el brillo en los ojos de Ariel, había sentido ese vértigo y todo tenía sentido. El amor de su vida, siempre lo había esperado allí, en el mar, en una isla donde jamás se le habría ocurrido ir a no ser que fuera por aquel trabajo que le habían encargado.

Así que se pusieron en marcha, cruzaron a toda prisa la selva pues no había tiempo que perder, la maldición debía desaparecer.

Llegaron al lago y gritando advirtió a Ariel de que tenía la pócima, que lo había conseguido. Ella sonrió y fue corriendo hacia él, lo abrazó, se miraron y se dieron un primer beso de amor.

Primer beso de amor

Primer beso de amor

Después en lomos del sapo, corrieron hacia la playa y depositaron el líquido rosa en el mar. En aquel momento empezó a hacer un oleaje muy fuerte, el mar cambió de color y de las profundidades apareció una pulpa gigante. Junto a ella había un tritón, el rey del mar que la tenía atrapada y la llevaba a la cueva para encerrarla para que jamás pudiera salir de allí.

!Tritón atrapa a Úrsula!

!Tritón atrapa a Úrsula!

Todo el reino del mar y de la selva salió a agradecer a Sergio todo lo que había hecho por ellos y como recompensa le otorgaron el título de Príncipe del Mar. Él no lo sabía, pero la sirena era la princesa y para poder seguir adelante con su amor, debía casarse con alguien de la realeza.

El reino del mar despiden a Sergio y a la sirena Ariel

El reino del mar despiden a Sergio y a la sirena Ariel

Y así fue como un valiente hombre cuyo corazón no había sido conquistado por nadie y quien se había dirigido a la Isla con el único objetivo de conseguir un tesoro, resultó ser el príncipe que el reino del mar estaba esperando para conseguir salvarlos de la temida y malvada Úrsula. Y donde encontró sin saberlo a su amor, la sirena Ariel, que había estado siempre en el mar de una isla en el mediterráneo esperando a que llegara el día en que sin saberlo se enamoraría de alguien sin siquiera conocerlo, había bastado una simple mirada.

Y vivieron felices para siempre...

Y vivieron felices para siempre…