Después de nuestra visita a Inmerovigli y tras haber quedado fascinados por el encanto de sus casas, calles y espectaculares vistas, nos dirigimos al corazón de la isla, la ciudad de Fira.

Allí llegamos con facilidad y aparcamos sin problema en una zona peatonal próxima a la entrada principal. Aparcar en Fira es fácil, hay parkings y zonas donde poder dejar el coche, moto o quad sin ningún problema.

Empezamos a caminar hacia el extremo del casco histórico con la intención de atravesar de lleno el bullicio y calle principal del reconocido poblado.

De camino fuimos parando en las diferentes agencias (hay muchísimas) para informarnos sobre la excursión que queríamos hacer antes de irnos de la isla, visitar el volcán Nea Kameni todavía activo y centro en el que hace miles de años se originó la erupción que cambiaría la forma de la isla haciendo con ello desaparecer a toda una civilización, los minoicos.

Observando los diferentes tours, vimos que había varias opciones, una que era la que pensábamos escoger era saliendo desde el “old port” de fira, la otra desde el puerto de Athinos, desde donde llegamos hacía unos días.

Al principio pensamos en escoger la salida desde el “old port”, pero una advertencia en modo “no road” de una de las chicas que trabajaba en la agencia nos hizo pensar en otra opción. Fira tenía puerto, el Old Port, pero no se podía acceder hasta él en coche.

Las opciones para llegar hasta este puerto eran varias, recorrer a pie el camino hacia el puerto bajando y después subiendo 600 escalones, utilizar el “cable car” (una especie de teleférico) con un precio de 6€ a persona para alguno de esos trayectos  e incluso utilizar un burro. Pero ninguna de las ofertas con salida desde aquí incluían el medio de “transporte” para llegar allí, por lo que decidimos no comprar nada, y estudiar las posibilidades por la noche, más tarde la posibilidad de partir desde el puerto de Athinos al que podíamos llegar en nuestro propio coche iría ganando forma.

Ahora con los folletos y toda la información, proseguimos la marcha y seguimos caminando y subiendo hasta llegar a uno de los puntos más altos de Fira, desde donde las vistas te dejaban sin aliento. Podíamos observar la vertiginosa línea de casas construidas y posicionadas estratégicamente al filo del acantilado, los colores blancos y azules que inundaban la costa y por supuesto, la gran caldera que lo contenía todo como si de una gigantesca olla se tratase.

Desde ese punto, se podían divisar las diferentes islas que componen Santorini, también los poblados de Immerovigli, Firostefani, Oia y el extremo del Faro desde donde el día anterior pudimos observar el atardecer.

Pasamos un rato largo en silencio contemplando la estampa de aquel lugar, parecía tan surrealista aquel paisaje que hasta los cruceros que surcaban las aguas de la caldera parecían de juguete. Creo que si en ese momento nos llegan a decir que en realidad estamos observando un cuadro, nos lo hubiéramos creído.

Exhaustos de disfrutar de tanta belleza y con algo de cansancio acumulado, decidimos dirigirnos hacia Kamari Beach para bañarnos en su playa y relajarnos un rato.

Kamari se encuentra en el lado oeste de la isla, al lado contrario de donde se sitúa Fira, y llegar hasta allí es fácil, los separan ocho kilómetros fáciles de recorrer en unos veinte minutos en coche.

Cuando llegamos pudimos aparcar sin problema en un gran parking que se encuentra a la entrada de la playa. Allí nos preparamos con los bañadores y empezamos a adentrarnos en aquella playa oscura y misteriosa.

Su color, como la primera que pudimos pisar al llegar a Santorini, era el negro ya que su arena o más bien las piedrecitas que la componen son totalmente negras, una preciosa playa a los pies de una gran cima con acantilados.

La playa es gigante y sus aguas son tan oscuras que te da hasta respeto entrar en ellas. También tiene acantilados y unas rocas para los más valientes que quieran saltar desde las alturas (no fue nuestro caso).

Allí nos pasamos unas horas hasta que se nos hizo tarde y volvimos al hotel para darnos una ducha rápida, vestirnos y dirigirnos de nuevo a algún mágico rincón desde donde poder contemplar el atardecer, esta vez intentaríamos estar más solos…

Buscando por “maps”, encontramos un lugar llamado “Hearth of Santorini” cercano a la bajada al puerto de Athinos, y al parecer su situación en el mapa lo hacía perfecto para poder contemplar el ocaso.

Esta vez, reconociendo y conociendo que Santorini era conocido por sus vinos, sería el vino local el elegido para acompañarnos y degustar el espectáculo del sol.

Una vez aseados y con el vino en nuestro poder, pusimos rumbo con la ayuda del “maps” hacia allí. Cuando llegamos nos dimos cuenta de que aquel rincón era perfecto, poco concurrido y con unas vistas igual o mejor que las que nos había ofrecido el faro.

Aparcamos sin problema, nos sentamos en un lugar donde estábamos solos, brindamos con el vino de aquella tierra volcánica y rocosa, y dejamos que la noción del tiempo se perdiera entre los cambios de colores del ocaso.

La caldera tornaba de un color rojizo cuando el sol descendía, y las vistas a los acantilados eran impresionantes, también lo eran los acantilados en los que nos encontrábamos, ya que “Hearth of Santorini” está situado en lo alto de uno de ellos.

Allí nos quedamos fascinados hasta que el sol se despidió un día más de nosotros, luego nos dirigimos hacia Emporio de nuevo para cenar viendo el partido que esta vez jugaba España, repitiendo lugar, ya que la comida era buenísima y sus dueños muy serviciales.