Desde Yangón llegamos a Ho Chi Minh, entramos en Vietnam dando de bruces con la ciudad más desarrollada de cuanto llevábamos de viaje.

Un día en Saigón (nombre antiguo de esta ciudad) nos sirvió para reconocer que Vietnam seguramente tenía muchos atractivos por descubrir, a la vez que muchas comodidades (algunas se echaban en falta) que queríamos disfrutar. En esta ciudad tan avanzada o más que Madrid, Berlín o París, existía algo que hace tiempo echábamos de menos: supermercados en los que encontrar alimentos con que disfrutar de algún que otro picnic.

Lo primero que llamó mi atención en esta nueva realidad fueron las motos, jamás había visto tantas juntas, tantas que no bastaba con utilizar la carretera, necesitaban hacer uso también de parte de la acera. No sabía que a partir del día siguiente también la moto formaría parte de nuestras vidas hasta la fecha (una semana después).

A parte de las motos, el otro símbolo que llamó fuertemente mi atención fue su bandera. La mayoría de las casas disponían de una bandera de Vietnam en su exterior, y esa preciosa bandera (me gusta su diseño) que encuentras a lo largo y ancho del país (casi en el mismo número que fotografías del rey en Tailandia) se metió en mi cabeza hasta tal punto, que no podía dejar el país sin ella.

Consciente de mi estado de salud ya días antes en el lago Inle, había estudiado las opciones para empezar Vietnam y sabiendo que ni yo ni Vicky queríamos pasar mucho tiempo en una gran ciudad de la que no decían gran cosa, descubrí que a unos 100 kilómetros existía un lugar llamado Vung Thau, la playa preferida de los Vietnamitas de Saigón, y, no habiendo nada más cerca y sin un plan sobre el terreno, decidí reservar dos noches en sus cercanías en el pueblo de Long Hai.

Bocetos del plan Vietnam-Camboya

Bocetos del plan Vietnam-Camboya

Tras llegar a Ho Chi Minh, disfrutar de una buena cena en un japonés y pasear por un barrio Vietnamita 100% que se encontraba junto a nuestro hotel, a la mañana siguiente nos dirigíamos hacía nuestro siguiente destino en un ferry que atravesaría los canales del delta del Mekong, las vistas, muy parecidas a la parte salvaje del lago Inle, los Sundarbans en Bengala o los Backwaters de Kerala, eran impresionantes.

Al llegar a Vung Thau diferentes taxis y motoTaxi nos asaltaron y, ya no podía ser de otra manera, empezamos a regatear. Nos dimos cuenta de que los precios eran bastante altos a la vez que descubrimos como el carácter Vietnamita es “a veces” demasiado apasionado… al no comprender bien los gritos de los taxistas, decidimos desistir y mandarlos al cuerno intentando buscar el modo de acercarnos a Long Hai (a unos 30 km) por nuestra cuenta…

Tras algo más de media hora intentando descubrir un autobús que nos acercase a destino, aceptando (según las indicaciones de los lugareños) que tal bus no existía, decidimos volver a tratar con los taxi-motoristas. Las opciones eran dos: o dejarnos llevar por 15 dólares 30 km de paquetes en dos motos o alquilar una moto por nuestra cuenta y con las dos mochilazas dirigirnos al hotel a casi 1 hora y en ubicación desconocida. Creo haber usado más la moto en este viaje que en toda mi vida así que, no las tenía todas conmigo, pero aceptando que ir de paquete con desconocidos no sería mucho más seguro ni agradable y que el precio de la moto para dos días era inferior (10 dólares por dos días) a lo que costaba que nos llevasen, decidí alquilar la moto y viajar por nuestra cuenta. Empezaba el surrealismo:  mochilaza entre mi y el manillar y Vicky detrás con la otra mochilaza a la espalda (lástima no tener fotos) y casi una hora de trayecto por delante hacia y en un lugar completamente desconocido para nosotros…¡me encanta sorprenderme a mí mismo!, más aun pensando que en Enero había expirado mi condena de 16 meses sin carnet por haber sido tan idiota de coger el coche un día y salir de fiesta…

A los pocos metros tras coger la moto casi caigo y, viendo la cara del que me la alquilaba, me di cuenta que tampoco él las tenía todas consigo…pero,  seguimos hacia delante y, entre muchas risas de los lugareños, seguramente en una estampa parecida en ocasiones a la de la película “dos tontos muy tontos” fuimos llegando a nuestro destino.

Una hora más tarde, aún algo acojonados, llegábamos al pueblo de Long Hai. Ayudados de Google Maps nos dirigimos hacia el que sería nuestro hotel, el SeaView Hotel, lugar desde el que (como decía el nombre) esperaba tendríamos unas fantásticas vistas a la playa.

Y al llegar al hotel fui dándome cuenta de haber cometido unos cuantos errores. EL pueblo no parecía nada del otro mundo (más tarde lo certificaríamos) y el hotel no se encontraba pegado a la playa, desde la azotea podía vislumbrarse lejanamente un pequeño trozo de mar escondido entre los edificios y, esas serían las vistas…

Pocos minutos después de dejar las cosas en nuestra habitación descubrimos una de las atracciones del lugar: su jefe, un Vietnamita muy sonriente y gracioso que se ayudaba en todo momento de una aplicación de traducción vocal para poder hablar con nosotros. Al poco de intercambiar pocas palabras con él me di cuenta de que su aplicación no funcionaba del todo bien; me daba muchas veces las gracias cuando yo no le otorgaba ningún cumplidos y pocos segundos después de conocerme me sorprendió dándome un gran abrazo , mientras tanto, Vicky se partía…

Más contento, tras reconocer que tanto el hotel como su personal eran muy agradables, cogimos la moto y nos fuimos a descubrir la playa, otro pequeño chasco…

Más tiempo de lo normal ya que no existía una playa como la conocíamos, habiendo descubierto un trozo de mar desde la azotea del hotel nos dirigimos en esa dirección hasta observar un pequeño trozo de arena con barcos de pescadores en sus aguas. Por internet habíamos visto una playa bastante más bonita así que decidimos aventurarnos en busca de “esa otra playa”, no tendríamos suerte…

Remotos caminos nos hacían degustar lo bonito de un pueblo de pescadores puramente Vietnamita y, entre saludos y miradas curiosas, nos íbamos acercando a trozos de costa que no eran otra cosa que playas de pescadores. Minutos más tarde, cansados y aceptando no habría mucho más que ver, decidimos parar a comer algo junto a estas costas de pesca.

Una vez con las tripas llenas seguimos aventurándonos por el resto de la costa (esta vez en dirección contraria) observando que no había otra cosa que resorts privados de acceso restringido.

Cansados y observando se hacía de noche decidimos volver hasta observar el lugar de reunión de lugareños con unas vistas preciosas del atardecer desde el pueblo de Long Hai, tras esto nos acercamos al hotel a descansar.

Al llegar nos encontraríamos con el jefe y aprovecharía para preguntarle los horarios del desayuno, sabía que podía ser graciosa la conversación, pero no tanto…

Encendió su aplicación y me pidió realizase las preguntas oportunas (lo hacía en Italiano ya que no tenía traducción español-vietnamita). Pregunté si hacían comida y cuál era el horario del desayuno a lo que me contesto ni corto ni perezoso pocos segundos más tarde que si, que tenían una buena cocina y podía comerme a su mujer con arroz y vegetales…

Recordé la película de Hannibal, aunque esta vez en versión Vietnamita, y entre sonrisa y sonrisa comencé a temer por aquello que esta aplicación podía sugerir … ¡me asustaba ofrecerle sin querer a Vicky para la cena!

El resto del día lo pasamos descansando y al despertar observé como mis vértigos habían aumentado y decidí hacer uso del seguro de viajes contratado. No sabía que aquella decisión nos haría perder el día entero, el surrealismo seguía con nosotros.

Esperas, llamadas, indicaciones y vuelta a esperar, el seguro intentaba organizar un lugar desde el que pudieran atenderme y aquello que deberían haberme solucionado en 2 horas terminaría alargándose finalmente durante más de 8. A las 10 de la mañana me pondría en contacto con el seguro para que más allá de las 19 decidiesen indicarme el hospital (a unos 30 km) más cercano al que dirigirme. Jodido tras haber perdido (y sobre todo hecho perder) un día entero y cansado de tanto mareo de difícil explicación bajamos a hablar con el jefe del hotel para saber como podríamos llegar a dicha clínica, como no, él nos acompañaría.

Hablando con el seguro desde la recepción del hotel (el de azul es el jefe)

Hablando con el seguro desde la recepción del hotel (el de azul es el jefe)

Así que una tarde de Febrero del año 2017 me encontraba de copiloto en un pequeño Hyundai Vietnamita acompañado de Vicky y el jefe de un hotel de un pueblo llamado Long Hai hablando en italiano (no tenían español como idioma de traducción) para traducirlo en Vietnamita, camino de una clínica en la ciudad de Vung Thau, para que unos médicos me indicasen la causa de mis extraños mareos. Si años atrás alguien me comentase que me sucedería algo así, lo habría tomado por loco…

El jefe y yo camino al hospital

El jefe, la app traductor y yo camino al hospital

Y el surrealismo no acababa aquí, llegados a la clínica, tras varios minutos llamando al seguro para que advirtiesen que (me habían indicado ya lo habían hecho) ellos se encargarían del pago, 3 personas, un médico, un enfermero-traductor y una gestora-secretaria-traductora, llegaron al lugar.

Tras un control general de mis niveles de presión, frecuencia cardíaca, fiebre y peso, entre a consulta acompañado de Vicky, un joven médico, el enfermero y la traductora….

Traducción médico - srcset=

Enfermero -> Paciente” width=”879″ height=”495″> Traducción médico -> Enfermero -> Paciente

El médico indicaba cosas que después venían traducidas por el enfermero y la chica que nos acompañaba, hasta que todos (incluida Vicky) aceptábamos mediante gestos haber comprendido la situación…tras varios minutos sin diagnóstico sabía que debía preguntar por mis orejas ya que mi hermana Ainhoa (médica de las buenas) me había dicho que seguramente estuviese allí el problema. Tras escuchar como Vicky detrás mío no paraba de repetir en su inglés de Cambridge la palabra taps, les comenté en idioma para sordos que si me hacían el favor de investigarme las orejas…

Me parecía alucinante que fuésemos nosotros quienes teníamos que decir a un médico de mirar el oído para descubrir la causa de extraños vértigos, pero así fue. Pocos segundos más tarde, la cara del doctor se transformaría  en señal de victoria mientras con monosílabos del tipo “ahá” hacía comprender al resto de la sala que acababa de encontrar el problema…¡alucinante pero cierto!

Y...finalmente y trás muchos taps miramos en las orejas...

Y…finalmente y trás muchos taps miramos en las orejas…

Poco más tarde pude certificar como aquel médico debía estar aun cursando los primeros años de carrera ya que era el enfermero quien parecía indicar el tratamiento… el doctor no supo ni dónde mirar ni que decir y mucho menos cuáles eran las medicinas que yo debía tomar. Como era mejor reír que llorar y comprendía que seguramente en pocos días aquellos molestos e incomprensibles vértigos dejarían de existir, había decidido reír también…

Había pasado más de una hora y pensaba que nuestro taxista (el jefe del hotel) se estaría cagando en nosotros; pero no era así. Al salir no lo encontramos hasta que pocos segundos después apareció en el coche indicándonos que se había ido a cenar algo al observar que no salíamos.

Al día siguiente madrugaríamos para hacer el viaje de regreso a Ho Chi Minh esperando coger un vuelo a las 17 hora local a la tan ansiada isla de Phu Quoc. Nos tocaba 1 hora de moto (mochilazas a la espalda) 2 horas de autobús u hora y media de ferry, llegar al aeropuerto y coger el vuelo, y sabiendo no sería tarea fácil, agradeciendo al jefe del hotel y su mujer por sus servicios y dandóle un 10 en booking, nos fuimos a descansar.

Vietnam no acababa más que empezar y pronto, acompañados en todo momento de una moto, íbamos a descubrir la más preciada isla de Vietnam, aquí si que encontraríamos las playas que imaginábamos.