El día anterior tuvimos que añadir una noche más en Hyderabad a la espera de recibir mi maleta. A la mañana, al despertar nos fuimos a desayunar y a pillar fuerzas, ya que el día sería intenso. Nos esperaba un recorrido en tren de más de 6 horas recorriendo 357km hacia el sur.

Para nuestra sorpresa, al llegar a recepción después del desayuno, nos informaban de que el aeropuerto enviaba mi maleta al hotel y que sobre la 13:00 tendría mi equipaje.

Decidimos ir a dar una vuelta por los alrededores, necesitábamos un buen Masala Chai para despertarnos del todo. Así que nos paramos sin pensárnoslo en el primer puesto de la calle que encontramos. Estaba lleno de locales, debía ser la hora del té y hay que decir que el lugar estaba concurrido, pero no sería por su aspecto ni mucho menos.

Viajar a la India significa dejar las comodidades y manías en casa, pues los mejores lugares para degustar la comida India se encuentran en las calles, los puestos callejeros ofrecen los mejores manjares del lugar.

A parte de ser cocina auténtica, casera y que te hacen al momento delante de tus ojos, el sabor es espectacular y el precio irresistible. Puedes comer por 40 rupias (menos de 1€) un plato de arroz con verduras o un té chai por 3 rupias (céntimos de € ).

El masala chai que degustamos ese día estaba increíble, a cada sorbo notabas el chai, la pimienta, cúrcuma y el azúcar al mismo tiempo. Yo había probado en España el té Chai, pero esto nada tiene que ver, este de aquí es picante y auténtico, un sabor que es difícil de explicar pero os animo a que si venís no dudéis ni un momento en dejaros seducir por su sabor.

Terminado el recorrido por los alrededores, nos fuimos al hotel, pues mi maleta ya estaría a punto de llegar. Cuando llegamos a la recepción, el chico que nos había atendido desde el primer día, se desvivió para llamar al aeropuerto, preguntar por mi maleta y asegurar que la traían. Enseguida que nos vio entrar, nos informó de que la maleta estaba en camino.

Pasaron unos 15 minutos, y apareció por la puerta un hombre con mi maleta, firmé un papel, me puse la maleta, nos despedimos de la gente que trabaja en el hotel dándoles las gracias por todo y marchamos en tuk-tuk en dirección a la estación de tren.

Cuando llegamos había cola para comprar los billetes, así que nos colamos al estilo indio y pedimos dos para ir hasta Anantapur. Queríamos en categoría “sleeper” para poder dormir en las literas que dispone el vagón, pero no había disponibilidad, así que nos tocaría ir sentados todo el trayecto.

El billete nos costó 260 rupias (entre los dos) , recorreríamos casi 400km por menos de 2€. Así que nos dispusimos a entrar en el vagón  y buscar un sitio cómodo para aguantar las 7 horas que nos esperaban.

Sergio ya había estado en la India anteriormente y sabía como funcionaba todo, así que me dijo que nos intentaríamos colar (de nuevo) en un vagón de Sleeper para poder estirarnos y dormir algo, y en caso de que nos pillaran, nos haríamos los “turistas”.

Debo decir, que en todo el tren (y si no tenía 10 vagones, era poco) , éramos los únicos blancos, ya al entrar y pasear por los pasillos la gente nos miraba como si de extraterrestres se tratara. Es gracioso y al final te acostumbras, te hace gracia y cuando te miran como si fueras de otro mundo, les sonríes y te devuelven la sonrisa.

El tren se hizo largo, no voy a decir lo contrario, 7 horas son muchas, pero con lo que me gusta a mi hablar, se nos hizo corto (Sergio el pobre tuvo que aguantar mis ganas de hablar sin parar y mis ronquidos cuando decidía callarme y dormirme).

Cuando llegamos a nuestra parada, al bajarnos nos acercamos a un puesto de porquerías y compramos algo para comer, estábamos hambrientos y ya era hora de cenar. En el puesto la gente nos miraba y el que nos atendió nos preguntó hasta nuestros nombres. Normalmente no pasa mucho blanco por allí y se sorprenden cuando ven alguno.

Pillamos un tuk-tuk para llegar a Ferrer office, que nos dejaría justo en la puerta de la organización en apenas 10 minutos. El pueblo nada tenía que ver con la caótica Hyderabad, llena de tráfico, desorganizada y llena de basura por todos los rincones. Este lugar era muy diferente, parecía ordenado y limpio, algo un poco extraño de ver en la India.

El tuk-tuk paró y uno de seguridad de la organización nos recibió con los brazos abiertos, nos pidió nuestros nombres (que previamente habíamos avisado a la organización de que iríamos) y nos dio una llave. Nos acompañó a lo que sería nuestro apartamento durante nuestra estancia en la ONG de Vicente Ferrer.

Agotados y exhaustos, decidimos descansar y dormir ya que al día siguiente nos esperaban visitas a los diferentes proyectos en los que están trabajando y todos los que ya tienen montados y funcionando.