Despertamos entusiasmados un sábado de Reyes a las 04:30 de la madrugada, nuestro regalo lo recibíamos al mismo tiempo que salíamos por la puerta de casa, una nueva aventura empezaba, Marruecos nos esperaba.

Los preparativos

Nuestro primer vuelo salía desde Palma a Madrid a las 6:40 am, y duraría aproximadamente una hora y media. Había elegido ese horario para que pudiéramos tener margen de error si hubiera retrasos o cancelaciones de vuelos, ya que el segundo hacia Fez efectuaba la salida a las 15:40.

Esperando la hora de embarque

Debo decir que fui demasiado precavida y las horas en el aeropuerto se nos hicieron eternas, pero la ilusión para que todo saliera bien y las ganas de tocar tierras africanas, podían con aquel aburrimiento.

Cuando quisimos darnos cuenta, la puerta de embarque aparecía en los paneles, así que la espera ya había llegado a su fin, ahora tocaba subirse al segundo avión para empezar lo que iba a ser una aventura más.

Tocaba hacer cola y entrar en el avión, empezábamos embarque…

Mientras hacíamos cola me fijé en que todos los locales del destino a donde nos dirigíamos, llevaban consigo una hoja blanca que me recordó a muchas de las rellenadas en viajes internacionales donde luego las debes entregar junto al pasaporte antes de cruzar los controles.

Le comenté a Sergio que debíamos rellenarlas nosotros también y que habría que preguntar donde conseguirlas, pero un joven que estaba cerca y que nos había escuchado, nos entregó dos. Así que me puse a rellenar toda la información que nos pedía, datos personales como número de pasaporte, nombre y apellidos, lugar de residencia y dirección donde estaríamos en Fez.

Tras cumplimentar todo, hacer la cola de embarque y entrar en el avión, tomamos asiento y nos dejamos llevar por el sueño, estábamos demasiado cansados. Pero desgraciadamente nuestro sueño fue interrumpido cuando empezamos a escuchar voces a nuestro alrededor. Abrimos los ojos y observamos en el asiento de delante como una de las azafatas intentaba reanimar a una señora que aparentemente había perdido el conocimiento. Le estaban practicando los primeros auxilios y por megafonía solo hacían que pedir si había algún médico o enfermera en el avión.

Apareció una de las pasajeras diciendo que era enfermera, empezó a buscar la documentación de la señora para llamarla por su nombre y pidió a la gente si alguien tenía colonia. Unos chicos le pasaron un frasco y empezó a espolvorearla por encima de su cara para que reaccionara y despertara a la vez que repetía su nombre sin cesar.

Finalmente, la señora recobró el sentido y volvió en sí, la tripulación le dio algo de agua y la colocó de manera que quedara tumbada en los tres asientos para que estuviera lo mejor posible hasta que llegáramos a destino.

A las 17:10 hora local (hay una hora de diferencia con España), aterrizamos en Fez, después de la anécdota del avión y el cansancio acumulado que llevábamos, salimos un tanto desorientados. Intentamos apresurarnos para no tener que hacer cola para que nos sellaran el pasaporte y así llegar antes de que anocheciera (o por lo menos esa era nuestra intención) a Fez.

Me había informado de que existía una forma económica de llegar al centro desde el aeropuerto sin tener que pagar un taxi o transporte privado, había una línea de bus que te llevaba por pocos dirhams. Era el número 16 y al parecer no tenía que ser muy complicado encontrar la parada.

Tras el control de pasaporte preguntamos a uno de seguridad si nos podía indicar donde estaba la parada de autobús, el señor nos indicó con la mano donde debíamos dirigirnos y al parecer no quedaba muy lejos de allí.

Con sus indicaciones y siguiendo un poco nuestra orientación y tras preguntar de nuevo a otra persona del lugar, llegamos a lo que se suponía era una parada de autobús. Allí se encontraban 5 personas más y un coche parado en doble fila. Preguntamos si era aquí donde debíamos esperar, y un hombre nos explicó que allí los autobuses no se saben cuándo pasan, que podía ser que tuviéramos que esperar 5 minutos como algunas horas. Nos propuso en un español muy bien hablado si nos interesaba compartir taxi con todos los que estábamos allí, algo que nos convenció ya que sabíamos que, si viajábamos con locales de la zona, el precio sería el bueno.

Aceptamos y tras ello, metimos nuestras maletas en el maletero de aquel coche, que tenía pintas de todo menos de taxi. Otra de las peculiaridades de aquel vehículo transformado en taxi, era que solo tenía 5 plazas (conductor incluido) y éramos 7 personas.

Donde caben 5, entran 7 sin problema

Empezamos a entender cómo funcionaban las cosas por estos lugares, donde caben 5 , entran 7 sin problema. Terminamos apretados en la parte trasera 4 y tres en la delantera, sin cinturón y con toda la tranquilidad del mundo, empezamos nuestro trayecto hasta el centro.

Nuestra parada fue en la estación central de autobuses que se encuentra frente a la entrada de la medina de Fez, nuestra intención era comprar los billetes para Chefchaouen del día siguiente antes de dirigirnos al hotel.

Cuando entramos dentro de la estación un vago recuerdo vino a mí, los olores, el ambiente y la gente, todo en conjunto me hacía recordar mi experiencia en la India de hacía apenas un año. Le pregunté a Sergio sonriendo si a él también le resultaba familiar todo aquello, a lo que me respondió con los ojos vidriosos que sí, que parecía que se encontrase en una de las muchas estaciones de trenes de la India por las que pasamos.

Empezamos a preguntar dónde podíamos comprar billetes para nuestro destino del día siguiente, y la gente nos empezó a indicar hacia donde debíamos dirigirnos. En un pequeño despacho lleno de polvo y bastante sucio se encontraba un joven con un ordenador. El chico nos preguntó en inglés hacia donde queríamos dirigirnos al día siguiente, así que nos apresuramos a decirle la hora que queríamos partir y el lugar, Chefchaouen.

En dos clicks y poco más de diez minutos, ya teníamos los billetes de ida y vuelta en autobús a la ciudad azul de Marruecos, ahora nos tocaba poner en marcha la aplicación de “maps me” y empezar a adentrarnos por la medina en busca del hotel que teníamos contratado.

Tras atravesar la puerta que separaba la carretera de la medina, empezamos a observar todo cuanto teníamos a nuestro alrededor, sin duda, volvíamos a estar en la caótica India. Callejones estrechos repletos de tenderetes de comida, gente por todos y cada uno de los rincones de aquel lugar, niños corriendo, ancianos caminando y un olor peculiar que inundaba el lugar.

Adentrándonos en la Medina de Fez

Empezamos a caminar con el mapa en la mano, no parecía muy difícil llegar, y mientras lo intentábamos mucha gente quería ayudarnos, pero pronto nos daríamos cuenta de porqué lo hacían. En la Medina es normal “contratar” a un local de la zona para que te guíe por lo callejones a cambio de algunos dirhams.

Yo había leído algo sobre buscarte un guía para poder moverte por dentro de la medina, pero nunca pensé que estos guías fueran los mismos habitantes del lugar.

Una niña nos preguntó hacia donde nos dirigíamos, le explicamos que teníamos un hotel y tras decirle el nombre no dudó en ofrecernos ayuda. Dimos unas cuantas vueltas hasta que finalmente nos sacó de la medina y nos indicó que debíamos ir en taxi, ya que caminando estaba muy lejos y nos sería imposible llegar.

Como agradecimiento le dimos unas monedas, y nos subimos al taxi, con 8 dirhams fue suficiente para llegar al punto más cercano del hotel, ya que dentro de la medina no está permitido la circulación de vehículos.

Tocaba volver a poner en marcha el “maps me” y empezar a caminar adentrándonos en la ya oscura ciudad, que a primera vista, daba bastante respeto.

Empezamos preguntando a unos jóvenes si sabían dónde se encontraba el lugar, pero estos quisieron acompañarnos un tramo metiéndonos por unos callejones estrechos donde entrábamos justos con nuestras maletas en las espaldas y oscuros donde la luz no estaba presente.

En cualquier situación así, te planteas si deberías o no haber aceptado que te llevaran por lugares que desconoces y menos aún por sitios donde se pueden desencadenar situaciones bastante desagradables. En ocasiones pecamos de confiados con la gente, pero la medina de Fez no te da la opción de no confiar, sino más bien que te da señales para que te dejes guiar por los locales de la zona.

El joven que nos acompañaba nos guió hasta una puerta de una casa, donde pensamos que nos había tomado el pelo y que nos querría sacar todo el dinero. Pero por suerte, el chico actuó de buena fe, y lo que aparentemente por fuera parecía una casa cualquiera, por dentro resultó ser un Riad, un palacio marroquí.

Le dimos un euro como propina por habernos acompañado, tampoco podíamos dar más, tan solo llevábamos unas pocas horas en la ciudad y necesitábamos el dinero para el resto del viaje.

Cuando entramos dentro, encontramos a una pareja de españoles y dos locales en los sofás del centro del riad, nos dieron la bienvenida e indicaron que debíamos esperar a que nos encontraran habitación. Uno de ellos nos indicó que lamentablemente no había más habitaciones disponibles allí, y que debíamos irnos a otro riad. Así que empezamos nuestra odisea de nuevo por los callejones de la medina, esta vez sin gps en mano, ya que nos dejamos guiar por el local que nos acompaña. Las callejuelas por donde fuimos eran infinitas, oscuras y un tanto desérticas, donde nuestra orientación desaparece por completo.

Tras diez minutos adentrándonos por callejones oscuros y prácticamente desiertos, llegamos a uno que no tenía salida, donde al final solo había tres puertas y nos detuvimos delante de una de ellas.

Nuestro acompañante tocó y una joven mujer nos abrió dándonos la bienvenida con una sonrisa, haciéndonos pasar al interior. Como había pasado anteriormente, fuera parecía una casa corriente y por dentro un palacio nos aguardaba, en el salón donde nos detuvimos y esperamos sentados parecía hecho a mano, todos los detalles de la pared, el decorado del suelo y hasta los tapices de los sillones eran obras de arte, artesanía marroquí pura.

Mientras esperábamos a que nos dieran una habitación,el dueño del riad nos preparó un té de menta para apaciguar la espera y el frío (¡Nos estábamos congelando!).

En nuestro primer contacto con Fez pudimos darnos cuenta que en el tema del “turismo” todavía se les escapa un poco de las manos, no están del todo preparados y pudimos comprobarlo nada más entrar al primer Riad. Habíamos reservado una noche en una habitación en “condiciones” (una cama cómoda y un baño privado) para poder descansar del día de vuelos y transportes que habíamos pasado, pero cuando llegamos nos topamos con otra realidad. Al primer Riad que habíamos llegado donde se suponía que teníamos habitación, resultaba que no les quedaban libres y la solución que nos dieron fue llevarnos a otro lugar, cosa que aceptamos y no nos pareció mal. El problema es que no sabíamos con lo que nos íbamos a encontrar, un sitio que se encontraba en obras de reforma, una habitación que la luz no funcionaba y agua fría para ducharnos.

La parte positiva y buena, es que estábamos en un lugar auténtico, en un ambiente 100% árabe, que a nosotros ya nos compensaba con la mala gestión que tenían en el alojamiento. El lugar estaba decorado con colores verdes, amarillos y rojos, todos ellos combinados a la perfección, parecía sacado todo de un cuento, como el de las mil y una noches.

Mientras observábamos detenidamente los detalles de aquel palacio, un marroquí aparentemente trabajador del lugar, nos interrumpió pidiéndonos que lo acompañáramos a la que sería nuestra habitación. Empezamos a subir escaleras y nos detuvimos en la segunda planta, entramos en la puerta que estaba abierta y la luz no se encendía, pudimos ver la habitación por la luz del baño, enseguida le indicamos al chico que no había luz y este nos respondió que no habría problema en cambiar la bombilla.

Nos ofreció que siguiéramos viendo otras habitaciones, y así hicimos, seguimos subiendo más escaleras hasta llegar a la azotea donde nos mostró otra habitación, que por desgracia tenía demasiada humedad, estando todas las paredes empapadas y siendo invierno con el frío que hacía, no íbamos a poder descansar en condiciones. Decididos le comentamos que optábamos por la primera habitación pero que nos pusiera luz, que nos hiciera el favor de cambiar la bombilla para que así pudiéramos ver en condiciones sin necesidad de utilizar linternas…

Una vez instalados en la habitación y con luz, nos duchamos y fuimos a dormir sin cenar, había sido tan complicado llegar allí, que nos daba miedo salir del riad a por algo de comer y no saber cómo volver.

Tocaba descansar, había sido un día agotador y al día siguiente un bus nos esperaba para dirigirnos hacia Chefchaouen, la ciudad azul…

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