Investigando la ciudad más poblada y conocida del país Rumano, descubriríamos que sería también Drácula o su personaje real Vlad Tepes, el que la fundase en el año 1459. Una visita al Museo Nacional de Historia de la ciudad puede ayudarte a apreciar pergaminos firmados por el mismo príncipe, haciendo referencia a los orígenes de Bucarest.

Entre las opciones de turisteo la primera era visitar Curtea Veche, aquella que fuese la segunda residencia de Drácula (por detrás de Tergoviste) que más tarde haría que esta ciudad creciese hasta convertirse en la capital que es hoy. No teníamos tiempo para esta visita y las otras opciones tampoco parecían muchas, entre ellas visitar algún que otro museo como el arriba indicado, iglesias o parques; elementos que poco o nada podían aportar al objeto de nuestra visita a este precioso país; tal vez por todo ello desistiríamos en conocer los diferentes secretos de la ciudad y decantarnos por degustar su cultura dando rienda suelta a nuestros sentidos…

Y fue así como animados y relajados salimos hacía el centro histórico en busca de manjares, buen vino y algo de diversión. Teníamos toda la tarde por delante y algún que otro lei, estábamos más que satisfechos y nos apetecía disfrutar de lo que quedaba de viaje y, no podíamos encontrar un lugar mejor que aquel para ello.

Empezaríamos como no, tomando unas buenas cervezas rumanas…

El centro, aunque de carácter algo distinto a lo visto hasta el momento, era más moderno y desordenado, con palacios más grandes (al estilo de Tergoviste) y algún que otro detalle que recordaba no hace muchos años el país había estado recientemente en guerra. El lugar rebosaba de vida y, aunque poco o nada tenía este país que ver con la España donde nací, me recordó en parte al ajetreo en las calles y plazas de ciudades como Sevilla o Barcelona, repletas de terrazas, mesas, cervezas y comensales, aunque aquí había aún más ruido y, aun siendo poco más de las 15 de la tarde ya empezaban a rodar cubatas…

Tras disfrutar de una de las mejores comidas en lo que llevábamos de viaje, nos dejamos arrastrar por el ambiente del lugar dirigiéndonos a pintorescos bares en busca de algún que otro cocktail que nos ayudase a hacer menos doloroso el cambio que pronto afrontaríamos en nuestra vuelta a casa.

Sergio empezó con los cubatas…

No queríamos terminar aquello así que a un cubata le seguiría otro y, el siguiente vendría acompañado del humo de una sisha, seguiríamos así hasta que algo agotados nos dirigiésemos al hotel, botella de buen vino tinto rumano en mano, a despedir aquel precioso sueño hecho realidad.

Al día siguiente un avión nos acercaría a casa haciendo escala en Milán y debiendo sufrir una inusual y desatendida cancelación del vuelo por parte de la compañía aérea más pasota y sinvergüenza (lleva colores naranjas y blancos y entre su nombre aparece la palabra fácil en otro idioma) que jamás haya conocido, pero ningún suceso borraría esa sonrisa de mi memoria al archivar uno de los viajes más geniales de mi existencia, un lugar en el que, aún hoy en pleno siglo XXI, es posible soñar e imaginar para hacer verdadera mucha de aquella magia o ese terror que ayudaría a crear al mayor de los monstruos de la historia de la humanidad, el Conde Drácula y sus Cárpatos Transilvanos.

He intentado mantener una mente abierta y no son las cosas ordinarias de la vida que pueden cerrarla, sino las cosas extrañas, extraordinarias, las que te hacen dudar si estás cuerdo o loco.(Drácula de Bram Stoker)

Tocaba frotarse nuevamente los ojos ante cosas tan extraordinarias como este magnífico viaje que, ahora, llegaba a su fin…

Si te ha gustado el post, tal vez pueda interesarte conocer de primera mano las leyendas y misterios que se esconden tras este enigmático país aquí Rumanía: Tras la sombra de Drácula.