Sorprendente y fantástica es esa capacidad humana de hacer realidad alguno de tus sueños e incluso mejorarlos…

Tras aquella llegada apoteósica a Bran nos dirigimos directos a la posada en que pasaríamos la noche. Teníamos reservada la mejor habitación en la pensión con mejores vistas de todo el lugar, una preciosa y coqueta casa medieval de nombre Ana Bran.

Tras hacer el checkin nos dirigimos ilusionados a nuestra habitación. En la web no se mostraban fotos del lugar y únicamente indicaba “habitación con balcón y vistas al castillo de Drácula” y, tras abrir la puerta me di cuenta de que era aún mejor de cuanto había esperado, una preciosa habitación con un pequeño balcón de amplios ventanales a pocos cientos de metros del magnífico castillo de Drácula. Estaba dentro de un sueño y, una vez allí, la imaginación comenzó a volar entre las páginas de la novela…

Desde la ventana podíamos observar el castillo y al conde observándonos por la ventana….

Ese era el lugar en el que Jonathan Harker se encontraría encarcelado, la morada del monstruo, un lugar impenetrable y tétrico en medio de los Cárpatos del que difícilmente se podía escapar.

Nos tumbamos en la cama y comenzamos a preguntarnos cuál habría sido la habitación del conde y cuál la cárcel de Jonathan Harker desde la que intentaría escapar. Dábamos rienda suelta a la imaginación para encontrarnos allí y ahora sabiendo que el lugar no nos podía haber dado una mejor bienvenida.

De camino habíamos cogido alguna que otra provisión y vino tinto para poder pasar el resto que nos quedaba de tarde observando aquel castillo y discurriendo por nuestra imaginación y sueños, aquellos ideales de un yo adolescente que un día soñó con hacer realidad.

Y de repente algo me sobresalto en gran medida…

Lo que vi fue la cabeza del conde saliendo de la ventana. No le vi la cara, pero supe que era él por el cuello y el movimiento de su espalda y sus brazos. De cualquier modo, no podía confundir aquellas manos, las cuales había estudiado en tantas oportunidades. En un principio me mostré interesado y hasta cierto punto entretenido, pues es maravilloso cómo una pequeña cosa puede interesar y entretener a un hombre que se encuentra prisionero. Pero mis propias sensaciones se tornaron en repulsión y terror cuando vi que todo el hombre emergía lentamente de la ventana y comenzaba a arrastrarse por la pared del castillo, sobre el profundo abismo, con la cabeza hacia abajo y con su manto extendido sobre él a manera de grandes alas. Al principio no daba crédito a mis ojos. Pensé que se trataba de un truco de la luz de la Luna, algún malévolo efecto de sombras. Pero continué mirando y no podía ser ningún engaño. Vi cómo los dedos de las manos y de los pies se sujetaban de las esquinas de las piedras, desgastadas claramente de la argamasa por el paso de los años, y así usando cada proyección y desigualdad, se movían hacia abajo a una considerable velocidad, de la misma manera en que una lagartija camina por las paredes.(Drácula de Bram Stoker)

Intentando sacar el máximo partido al lugar y momento, decidimos leer y escuchar algunos fragmentos de la novela de Drácula, en especial aquellos que hablaban de la calesa en la que Jonathan se aproximó al castillo conducido por aquel tenebroso chófer que más tarde descubriría ser el mismo conde, esos en los que el mismo ayudante del procurador se perdía por el Castillo en busca de alguna salida o aquellos en los que descubría deslizarse el Conde como si de una lagartija se tratase. La imaginación volaba y era precioso poder hacerlo tan de cerca, en aquella región rebosante de misterio y oscuridad.

Por la noche bajamos a dar una vuelta y reconocer el lugar más de cerca dándonos cuenta de lo pequeño de aquel pueblo, con una veintena de casas apiladas a los lados del bonito castillo.

Nos acercamos a la fortaleza dándonos cuenta primero para nuestro gozo, (pasaríamos la noche disfrutando de vistas a este lugar) de que venía iluminado durante la noche y, descubriendo después, que sería imposible acercarnos a sus muros por la noche ya que un gran jardín vallado lo protegía de intrusos o curiosos.

El castillo de Bran…..

Tras aquella exploración nos dirigimos a cenar a uno de los pocos restaurantes del lugar, el restaurante Burg Bran, donde disfrutamos de comida local y deliciosas pizzas por un precio razonable, ya que todo en aquel pequeño pueblo parecía costar el doble debido a la gran afluencia de turistas que descubriríamos por la mañana.

Se hizo la noche, teníamos varias horas por delante para degustar esas impresionantes y únicas vistas al castillo y me ilusionaba la idea de saber que seguramente sería una larga noche, larga por mi firme intención de despertar cada pocas horas para darme cuenta que no estaba soñando, desvelarme continuamente para reconocer y disfrutar de cuanto veían mis ojos y guardar aquel precioso día en mi memoria. Solo esperaba que a ningún animal o monstruo extraño se le ocurriese acercarse y acompañarnos en nuestro descanso…

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