Despertamos por la mañana temprano e ilusionados porque ese día teníamos previsto dedicarlo al completo para visitar una de las regiones más bonitas y mágicas de la preciosa Italia, un rincón conocido como Cinque Terre o Cinco tierras.

 

 

Recomendaciones para visitar Cinque Terre

Se le llama así ya que la zona esta formada por cinco pueblos que se encuentran en una parte de la costa de la provincia de Liguria, sus nombres son los siguientes; Monterosso, Vernazza, Corniglia, Manarola y Riomaggiore

Con muchas ganas de descubrir este rincón, después de desayunar nos hemos dirigido hasta la estación de tren conocida como “la Spezia Migliarina”. En las inmediaciones de la misma, hay parking gratuito y no es necesario pagar por estacionar el coche, cosa que no sucede en la estación de la Spezia Centrale donde el parking se paga a un “módico” precio de 2,50 euros la hora…

Desde esta estación se puede llegar directamente a los diferentes pueblos que componen Cinque terre, pero si como nosotros no has adquirido el billete de entrada con anterioridad, deberás dirigirte hasta la “Spezia centrale”, donde en una oficina de turismo te venderán los pases.

EL billete de ida a esta estación, son tan solo 3 minutos, cuesta 1,90€, y una vez aterrizas en la Spezia Centrale te toca desembolsar 16€ euros más por un pase que te da acceso a poder utilizar el tren durante todo el día para poder visitar todos y cada uno de los poblados que componen la región de las Cinque Terre.

Existen dos formas de poder acceder a estas tierras mágicas.

La Cinque Terre Card Train

Una de ellas es utilizando la tarjeta “Cinque Terre Card Train”, Esta tarjeta incluye todos los servicios de la tarjeta de Cinque Terre con la adición de viajes ilimitados en tren en la línea de Levanto – La Spezia Centrale (trenes inter-regional y regional en segunda clase)

Precio para adultos:
1 dia Cinque Terre Train Card: € 16
2 días Cinque Terre Train Card: € 29
3 días Cinque Terre Train Card: € 41

Precio (4-12 ano):
1 dia Cinque Terre Train Card: € 10

Precio family:
1 dia Cinque Terre Train Card family: € 42

 

La Cinque Terre Card

También existe la opción de realizar el camino a pie, o utilizar los trenes que cada uno pueda necesitar con el precio de 1,90 por trayecto entre los pueblos (si conectamos todos los trenes en ida y vuelta habrá que sumar 10×1,90 euros a la entrada de cinque terre card) para lo que también necesitaremos de una tarjeta que sería la opción más económica, aunque una animalada si quieres hacerlo en un solo día y bastante empeñativa si lo haces en varios (en nuestro caso recorrimos más de 15 kilómetros a pie haciendo el recorrido entre cada poblado en tren con lo que de haber hecho todo a pie fácilmente hubieramos debido superar los 30km).

Precio para adultos:
1 dia Cinque Terre Card: € 7,50
2 días Cinque Terre Card: € 14,50

Precio (4-12 ano):
1 dia Cinque Terre Card: € 4,50
2 días Cinque Terre Card: € 7,20

Nosotros optamos por la forma que más nos convenía, tan solo teníamos un día para recorrer los cinco pueblos y tampoco disponíamos del calzado adecuado para hacerlo por los senderos, así que decidimos adquirir la tarjeta que incluía los viajes ilimitados en tren para poder subirnos en él tantas veces quisiéramos y así poder repetir en los pueblos que más nos habían gustado.

Al llegar a La Spezia centrale, nos acercamos a las oficinas de turismo, hicimos la cola pertinente y pagamos las taxas correspondientes. Una vez con la entrada en mano, nos dirigimos hacia el andén a esperar el tren. Le comenté a Sergio que quizás la mejor opción para visitar los cinco poblados, era empezar por el más alejado de todos e ir acercándonos al más cercano a la estación donde nos encontrábamos.

Así que con mapa en mano decidimos que nuestra primera parada sería Monterosso al Mare, la más occidental y más poblada de las “Cinque Terre”.

El tren no tardó en llegar, las frecuencias oscilan entre los 7 y 10 minutos. Estuvimos preparados para subir antes de que parara ya que la cantidad de gente que había esperando como nosotros para subir era exagerada.

Una vez conseguimos subir y sentarnos cerca de una ventana, empezamos a observar por ella todas las estaciones que íbamos pasando. En todas el mismo denominador común, la aglomeración de gente.

Pensamos para nuestros adentros que nuestra idea de empezar por el más alejado nos aliviaría de la masa de turistas, pero al parecer, éramos muchos los que coincidíamos en esa misma idea.

Así que asimilando que de ninguna forma escaparíamos de aquellos grupos de turistas, resignados aceptamos la situación.

 

Monterosso al Mare

Tardamos en recorrer la distancia que une las cinco tierras en menos de 10 minutos, llegando por fin a pisar tierra firme en la última parada de Monterosso al Mare.

Tras bajar del tren y empezar a andar nos dirigimos a la zona de costa, donde se encuentran las playas más bonitas de esta región.

A pesar de ser octubre y de que el frío se había instalado por aquellos lares, las playas estaban llenas de turistas esperando broncear sus cuerpos con los últimos rayos de sol del verano.

Muy a nuestro pesar, nos lamentamos por el hecho de no haber traído los bañadores y no haber podido probar aquellas aguas cristalinas y paradisíacas, pero por otro lado, sabiendo que tan solo teníamos un día para visitar los cinco poblados, pensamos que habíamos hecho lo correcto.

Cómo no podíamos bañarnos, sacamos algunas fotos de la increíble playa de “Via Fegina”, gozamos un poco sintiendo los rayos de sol y el calor, y nos dirigimos hacia el casco histórico del poblado.

En el encontramos un conjunto de edificios y casas con sus fachadas pintadas de diferentes colores pasteles, callejones estrechos donde podías encontrar terrazas de restaurantes con mesas colocadas estratégicamente para poder sentarte en un espacio bastante reducido, tiendas de ropa, fruta y vino.

Paseamos y nos perdimos entre la multitud y las calles colindantes a los edificios de colores, hasta que nos topamos con la iglesia de San Juan Bautista. Aquí paramos un momento, ya que su fachada y el diseño de esta captó nuestra atención. Es parecida al Duommo de Florencia, a rayas blancas y negras con un portón gigante de color marrón en el que aparece una inscripción en latín “Mortis et orations confraternitas” (la muerte y la oración conviven) y una calavera en su centro.

Tras un vistazo rápido a lo que quedaba de casco histórico y tras haber visto la iglesia por fuera, nos dirigimos de nuevo a la estación de tren, nuestra próxima parada sería Vernazza.

 

Vernazza

Es el segundo pueblo más occidental después de Monterosso  y se sitúa sobre un pequeño montículo de tierra que hace que sus edificios y casas queden estratégicamente inclinados sobre el mar.

Aquí tras bajarnos del tren, tuvimos que atravesar un pequeño túnel para llegar a su núcleo urbano.

Para recorrerla no se necesita mucho tiempo ya que es un pueblecito muy diminuto donde lo más impresionante son los colores de los edificios mezclados con los colores del mar y el contraste con su pavimento de piedra.

Sabíamos que de la mejor manera que podíamos apreciar esa belleza sería desde la lejanía, así que nos dirigimos hacia un pequeño muelle desde donde podríamos divisar el poblado en todo su esplendor.

Vistas del fantástico muelle de Vernazza

Aquí también había playa como ocurría con Monterosso, pero es más pequeña y hay menos arena y más roca.

El muelle donde están las pequeñas balsas y botes amarrados, es desde donde mejor se puede apreciar el lugar, uno de los poblados más bonitos y cuidados de todas las Cinque Terre.

Cómo era la hora de la comida y no habíamos traído nada, decidimos buscar algún lugar económico donde hacernos con algo para apaciguar el hambre. Encontramos a escasos metros del muelle una “pizzería” al tallo, donde nos hicimos con tres trozos y una botella de agua por 7€. Sabíamos que los precios en los restaurantes iban a ser descomunales y ya veníamos sabiendo que no encontraríamos nada económico, pero nos sorprendió gratamente encontrar lugares con precios más asequibles (teniendo en cuenta que llevamos varios meses de turisteo es importante descubrir lugares como este).

Con nuestras pizzas nos dirigimos a un lugar alejado pero cerca del agua, desde donde pudiéramos apreciar las vistas y degustar a la vez esas suculentas pizzas.

Tras el atracón, volvimos a ponernos en marcha, ahora nuestra siguiente parada sería un poblado situado sobre lo alto de una montaña llamado Corniglia.

 

Corniglia

Se sitúa en el centro de las cinco tierras, es el más pequeño y se diferencia del resto en que es el único que no se conecta directamente con el mar, sino que se sitúa en lo alto de un monte a cientos de metros de altura.

Para llegar a lo alto del pueblo hay dos opciones, al bajar de la estación empezar a caminar y subir 377 escalones por la conocida escalinata Lardarina o esperar un minibús (que entra su transporte con la cinque terre card), a que te suba por unas curvas bastante pronunciadas.

Nosotros no sabíamos la opción de los escalones y esperamos al minibús, que tardó 10 minutos en llegar y 5 en subir.

Una vez arriba nos quedamos muy sorprendidos, ya que no esperábamos encontrarnos un lugar con tanto encanto.

Es un pueblecito muy pequeño, de casas empedradas y callejuelas estrechas peatonales. Su paseo por él no te lleva más de 15 minutos y el recorrido termina en una zona acantilada con fabulosas vistas al mar.

Cerca de esa zona, encontramos un bar llamado “Bar Terza Terra Corniglia” en el ofrecían todo tipo de aperitivos para poder degustar en su terraza con vistas al mar por tan solo 9€ (dos personas)

De no haber sido porque ya habíamos comido, lo habríamos hecho aquí y nos hubiéramos quedado un rato más. Para la próxima si volvemos, sin duda Corniglia será el lugar que elijamos para comer. Todos los restaurantes que pudimos ver y observar por encima sus cartas, tenían unos precios normales y mucho más económicos que sus vecinos Vernaza o Monterosso.

Tras hacer un reconocimiento por la zona, decidimos volver a la estación, la única diferencia es que esta vez lo haríamos caminando y no con transporte público.

Así descendimos los 377 escalones en un paseo bastante agradable, de haberlo sabido antes, tal vez también hubiéramos subido al pueblo por la escalinata.

Una vez en la estación, y subidos al tren, nuestro siguiente destino sería Manarola. Situado en una colina, el pueblo se extiende por el valle y desciende hasta el mar hasta albergar un pequeño puerto, después de Corniglia el segundo más pequeño de los cinco.

 

Manarola

Tras bajar del tren, lo primero que pudimos ver fueron agrupaciones de casas unas junto a otras, a lo largo de una vía “Vía di Mezzo” que te lleva al mar.

Recorrimos toda la vía alucinando con las combinaciones de colores de tonalidades pasteles que parecían mimetizarse entre ellos. Casas unas sobre las otras, que terminaban prácticamente en los acantilados del mar.

Siguiendo el curso de los edificios terminamos en una pequeña placeta, donde unos acantilados te daban la bienvenida al mar de la Liguria.

La plaza está construida encima de un puente y debajo de este hay unas piscinas naturales creadas por la erosión del mar en la roca. Allí se encontraban infinidad de turistas tomando el sol y disfrutando del frescor de unas aguas turquesas.

A unos metros de la plaza hay un camino que te lleva por los acantilados y que te regala unas vistas increíbles del conjunto de casas prácticamente colgantes de colores pasteles y el mar de contraste. Estas vistas son una de las postales más conocidas y reconocidas de todas las Cinque Terre, y tal vez sin duda fue Manarola para nosotros el poblado con más encanto de todas las Cinque Terre.

Se estaba acercando la tarde, así que como todavía nos quedaba por ver el último poblado de Riomaggiore, más tarde pensariamos ver el atardecer desde el lugar que más nos hubiera gustado.

 

Riomaggiore

El último poblado que nos quedaba por visitar, es el más oriental de las cinco tierras, y cuyo centro histórico que data del siglo XIII, se sitúa en el valle del Rio Maggiore, el antiguo Rivus Major del cual toma el nombre el pueblo en el que las casas se distribuyen en diferentes niveles, hasta terminar en el mar.

Al llegar con el tren, observamos que el centro histórico se encontraba en la parte más baja de este, teniendo que descender unos escalones atravesando un túnel para llegar a ese punto neurálgico del pueblo de Rio Maggiore.

Una vez allí, un paseo de tres minutos a pie resumía en pocas palabras la belleza de aquel lugar, fascinante e increíble a todas vistas, con acantilados bastante parecidos a su vecina Manarola y a la vez un muelle muy cuidado y pintoresco parecido al de Vernazza.

Hasta llegar a Cinque Terre no habíamos visto algo parecido en todo el viaje por Italia, era sin duda, una estampa preciosa y un lugar, que seguramente difícilmente podías encontrar en otra parte del mundo.

Caminamos hasta un muelle y nos aventuramos a ir por las rocas para poder obtener una vista más panorámica de aquel lugar.

La estampa que encontramos nos resultó difícil de definir, así que sin mediar palabra, en silencio nos quedamos contemplando ese conjunto de edificios coloridos.

Como se acercaba el atardecer, y habíamos visto tantos lugares increíbles, nos planteamos si quedarnos en este último o repetir alguno de los ya visitados.

 

Cinque Terre al atardecer

 

Dudamos un poco, pero finalmente, decidimos volver a Manarola, sin duda, nuestro preferido de los cinco y el que ofrecería mejores vistas a la fantástica peculiaridad de las Cinque Terre, sus casas sobre los acantilados.

Hacia allí nos dirigimos con dos cervezas en mano y una sonrisa en nuestro rostro, ya que íbamos a poder contemplar el juego de colores que te regala el ocaso junto con el conjunto de tonalidades que brindan los edificios colindantes al mar.

Así decidimos despedir nuestro intenso día en las Cinque Terre, un lugar al que si tenemos la oportunidad de regresar, lo haremos nuevamente sonrientes y sin dudarlo…