Después de pasar esos días maravillosos en Bagan, tocaba dar paso a otro paisaje más diferente, decidimos cambiar un lugar plagado de estupas milenarias por un Lago con historia mística de fondo.

El gran lago Inle nos estaba esperando, él y sus pescadores trapecistas que te dejaban sin habla junto a los atardeceres desde el agua, sin duda era el lugar que estaba albergando nuestra llegada.

Era de madrugada, pues nuestro autocar se adelantó y en vez de llegar a las 6 como teníamos previsto, llegamos muchísimo antes. No había nada abierto a esas horas, la oscuridad y el silencio se apoderaban de las calles y con móvil en mano fuimos caminando entre callejones hacia nuestro hotel. Esa noche no teníamos habitación, pues el check-in lo hacíamos al día siguiente pero a partir de las 12:00.

Cuando llegamos a la puerta del hotel vimos que estaba todo apagado y muy solitario, a esas horas no había ni un alma viva en todo el poblado. Tuvimos suerte ya que encontramos una campana que ponía “tocar” en caso de encontrarse todo cerrado.

Nos atendió un joven Birmano, le explicamos que teníamos reserva pero la siguiente noche, que si nos podía dar una habitación y pagar una noche más. Él nos acompañó hasta una zona donde habían muchas camas y nos indicó que podíamos pasar la noche allí, descansar y que al día siguiente ya realizaríamos el check-in correspondiente.

Caímos rendidos, dormimos todas esas horas que nos faltaban del trayecto de más de 7 horas desde Bagan y despertamos sobre las 11:00. Decidimos aprovechar para ir a desayunar, echar un vistazo por la zona, mirar precios de alquiler de bicis y empezar a pensar el plan para ese mismo día y los siguientes que nos quedaban.

Ese día decidimos alquilar una bicicleta e ir junto con las indicaciones y el mapa que nos habían dado en el hotel, a visitar un viñedo que se encontraba de camino al lago. No teníamos pensado ni por asomo degustar el vino, pues sabíamos lo caro que sería, pero para nuestra sorpresa topamos con una oferta de cata. Donde podías degustar vinos blancos y tintos de la zona.

!Nos pusimos finos!

!Nos pusimos finos!

Nos pusimos finos y para rematar, encontré en la carta del restaurante queso (Una cosa de muchas que echo de menos) y lo degustamos con unas buenas vistas al viñedo y al lago.  Después de esta exquisita parada, nos propusimos ponernos en marcha de nuevo (Un poco mareados de tanto vino) y con energía arrancamos con nuestras bicis en dirección al lago.

Habían unos 11 kilómetros desde el poblado hasta el inicio del lago, así que tuvimos que pedalear un buen rato hasta llegar al muelle, donde pudimos disfrutar de un paisaje alucinante.

poblado flotante de Maing Thau

Sin palabras…

Nuestros ojos se iban sin pedir permiso y se perdían entre la belleza del lugar, casas flotantes, puentes de bambú atravesando el canal, locales en botes alargados y vegetación salvaje por doquier.

casaspescadora

Creo que fue un amor a primera vista, porque fue exactamente lo que me pasó cuando el Vasco entró por la puerta de la oficina su primer día de trabajo. Es un momento que parece que se te congela el tiempo y en el que sin  querer tus sentidos parecen cobrar vida por completo. (Me dejaré de ñoñerías y seguiré contando…. 😛 )

Ese día nos pudimos afirmar lo que ya sabíamos antes de realizar el viaje, que en el lago Inle tendríamos que alquilar un bote con un pescador para poder observar de cerca cada rincón de aquel lugar tan espectacular. Empezamos a preguntar precios a los capitanes de los botes donde estábamos, pero al no hablar apenas inglés no llegamos a ningún acuerdo, ni de precio ni de ruta, así que decidimos que cuando volviéramos al poblado preguntaríamos a más gente.

A mitad de camino, al Vasco se le pinchó una rueda y tuvimos que parar (Para que dejara de gruñir.. :P) en el arcén , y en ese mismo momento un local de la zona se detuvo con su moto para ofrecernos una excursión en bote para los dos solos. El precio y el recorrido nos pareció bien, intentamos regatearle y al final conseguimos una rebaja.

Al día siguiente pasarían a buscarnos por nuestro hotel para empezar la aventura y así poder conocer de cerca el lago, su historia y su gente.

Esa misma tarde cuando entregamos las bicis, pasamos por un “market” a por una buena botella de vino tinto para que nos acompañara en la cena. Pensamos que nos duraría un par de días, pero como nos gusta hablar más que comer, entre conversación y conversación las copas de vino iban y venían como si no hubiera un mañana.

Algo de lo que nos arrepentimos al día siguiente cuando la alarma sonó para despertarnos, pues sería un día largo en barco con resaca. Pero no sé si fue la emoción de conocer el famoso lago, la brisa del agua o el ir en un bote a toda hostia, que hizo que la resaca desapareciera y que el rostro nos cambiara por completo.

Empezamos desde una zona próxima a nuestro hotel, pues el primer canal desde donde salían los botes se encontraba a 5 minutos a pie. Hasta allí fuimos con el que sería nuestro guía y nuestro capitán durante todo el día.

Las mejores vistas desde la barca !Amor a primera vista!

Las mejores vistas desde la barca !Amor a primera vista!

Nos llevó a ver la vida flotante de los locales que viven allí, y cuando digo que hacen su vida en el lago, es que pudimos ver hasta niños ir al cole en bote. Era algo diferente a lo que habíamos podido ver en otro lugar de nuestro viaje, un pueblo flotante en un lago mágico que alberga desde joyeros artesanales de plata, antiguos grupos étnicos (La tribu de las mujeres jirafa) hasta hospitales y colegios (Todos flotantes).

Empieza la vida flotante...

cassaaverde

Después de todas las visitas, los recorridos por los canales y habiendo degustado unos buenos noodles birmanos, nuestro piloto nos paró como en un embarcadero en medio de la nada, donde había gente de Myanmar disfrutando de las vistas. En un momento, cuando se percataron de nuestra presencia todas las miradas fueron a parar a nosotros. Éramos los “monos” de feria, pues todos se quisieron sacar fotos con nosotros, a mi incluso me pusieron a un enano encima para que saliera conmigo en una. Así estuvimos más de 15 minutos, entre flashes y sintiéndonos los de “Hollywood” por un día, ya que lo único que nos faltó fue firmar autógrafos y dedicar libros :P.

Después de esta anécdota como ya se acercaba la hora del atardecer, nuestro piloto nos llevó hasta casi al inicio donde empezamos por la mañana el recorrido. Paró el bote en unos jardines flotantes para que pudiéramos relajarnos y contemplar el espectáculo del atardecer en aquel lugar tan místico.

pescaa

Atardecía...

Atardeceres que te dejan sin habla y que junto a la compañía hacen de lugar algo especial….

Que puedo decir, pues que pongo en duda las palabras que en la entrada anterior escribí, donde afirmé que en Bagan se podían contemplar los mejores atardeceres. Debo rectificar y decir que Inle también se lleva el premio de los mejores ocasos que he podido ver en este increíble viaje.

Después de relajarnos y disfrutar de aquel magnífico paisaje, una vez el sol se escondió tras las montañas volvimos al inicio de la excursión y de allí a nuestro hotel. Ese día descansamos y dormimos lo que no está escrito, pues el cansancio que llevábamos acumulado podía con nosotros.

La excursión terminaba...

Nos despedíamos muy a nuestro pesar de aquel lago al que prometimos volver algún día…

Al día siguiente abandonaríamos Inle, muy a nuestro pesar, pero los días sin querer, nos pasan volando y todavía nos quedan muchos lugares que visitar antes de volver a nuestras realidades. Así que tocaba despedirse con una sonrisa de nuevo de un lugar que nos había enamorado, cautivado y que hasta pudimos degustar (¡El vino de Myanmar es increíblemente bueno y la compañía lo hace perfecto!).

Esta vez nos esperaba un autocar que nos llevaría a Yangón y de allí nos dirigiríamos al aeropuerto internacional, un avión dirección Vietnam nos estaba esperando y la agitada ciudad de Ho Chi Minh estaba ansiosa por nuestra llegada….