“Todo lo que puedas imaginar es también real.” Pablo Picasso.

Cada día que pasa la felicidad que me da esta sensación de libertad al poder elegir donde pasar cada una de las noches, va en aumento. Si el primer día elegimos un lugar a orillas del lago, el segundo lo hicimos a pocos cientos de metros del Castillo más fabuloso de Escocia, el Eilean Donan Castle.

Esa madrugada aprovecharía para salir de la furgoneta y descubrir como amanecía el día y también el castillo, y realizar alguna que otra foto para, animado y aún con mucho sueño, volver a nuestra cama móvil, y continuar descansando.

Amanecía en el castillo, tocaba disfrutar de las vistas.

Nos encontrábamos en las Tierras Altas, esas con enormes montañas que te hacen sentir diminuto, cascadas a cientos de metros e innumerables lagos, altas también por el tamaño de sus habitantes ya que, tanto en el primer día como en el anterior, aceptaría que me iba a tocar seguir saltando para poder observarme la cara en el espejo…

Una vez despertamos del todo, nuestra misión era encontrar un buen café, uno de esos enormes que pueden compartirse y hacer que sobre, y eso hicimos.

Acercándonos al pueblo de Dornie, lugar en que se encuentra el precioso castillo, nos dirigimos al restaurante Hotel Dornie donde el día anterior disfrutásemos de unas cañas, pero, como parece común por estos lares, el local a estas horas de la mañana estaba cerrado.

Extraño pero cierto observar como en muchos de los pueblos y ciudades visitadas, el horario de apertura al público de bares, tiendas u otros locales se acerca al mediodía, pero así era, con lo que estudiamos que otras opciones teníamos a nuestro alrededor, descubriendo una tienda que ofrecía café para llevar por una libra.

Tras desayunar en nuestra furgoneta, nos dirigimos a observar el Castillo y sacar unas fotos de su reflejo en el lago.

Encantados de tal cantidad de maravillas descubiertas en tan pocos días, decidimos emprender nuestra ruta hacia una isla que seguramente también nos cortase la respiración, la isla de Skye, un lugar al interior de las mismas tierras altas pero que, al ser también un islote, disponía de preciosos y enormes acantilados y cascadas que iban a parar al mar.

Para llegar al lugar debíamos seguir por la carretera A87, y pocos kilómetros después encontraríamos un desvío hacia Inverness que nos recordase cuál sería la siguiente parada, el lago Ness. Y sería a partir de aquella bifurcación cuándo comenzaría a observar la más increíble carretera por la que jamás haya conducido.

Difícil explicar la impresión, pero mientras la discurría me venían a la mente muchos de esos anuncios de “te gusta conducir” de una marca alemana y, si tengo que indicar un paisaje que asemeje a este, sería el que disfruté mientras veía la bonita película de “La vida secreta de Walter Mitty”.

Reduce speed now…. y eso hicimos…

El paisaje al que me refiero se encuentra (según la película) en Islandia y discurre entre alguna de las escenas en que Ben Stiller, el actor protagonista, desciende en skate una preciosa carretera zigzagueando enormes y maravillosas montañas. Una sensación como aquella que yo sentía, que te ponía literalmente los pelos de punta…

Y sería así como, reconociéndonos algo cansados tras más de una hora de viaje y aprovechando las vistas de una montaña gigante en forma de volcán bajo la que discurría un lago con un precioso puente de piedra antiguo, decidiríamos parar para descansar y gozar de todo aquello.

El lugar se llamaba Sligachan, seguramente uno de los parajes más bonitos de toda la isla, punto que, conscientemente, elegiríamos para pasar la noche.

Sligachan, increíble lugar…

Tras descansar y disfrutar de aquella naturaleza en todo su esplendor, decidimos seguir nuestra ruta por esta bonita isla. Los puntos de interés que habíamos marcado en el mapa eran dos, la zona montañosa conocida como Old Man of Stor, llamada así debido a la existencia de un gran montículo con la forma de un hombre viejo, y los acantilados con cascadas de Kilt Rock, que toman el nombre del Kilt, la famosa falda escocesa, debido a que su sinuosa forma crea una figura muy parecida a los pliegues de esta famosa prenda de vestir.

Llegábamos desde abajo así que, el orden sería, primero el hombre viejo y después los famosos acantilados en forma de falda escocesa, pero poco antes de llegar, maravillados ante distintas curvas que parecían sobrevolar el mar a cientos de metros de altura en nuestro camino, decidimos pararnos una vez más en esta otra maravilla, un lugar de difícil nombre llamado Tobhta Uachdrach, un alucinante acantilado con una de las mejores vistas de la isla de Skye…

Old man of Stor…

Y a esta maravilla le seguirían otras en forma de paradas, las preciosas montañas de Old Man of Storr acompañadas de ovejas pintarrajeadas en sus lomos o el aún más famoso acantilado de Kilt Rock y su preciosa cascada, un territorio muy parecido a otros acantilados que hace tiempo tuve la suerte de descubrir, los Cliff of Mohers de Irlanda.

Buey que nos encontramos por el camino….

Paisaje desde Old Man of Stor

Empachados de tanta belleza y con algo de hambre, pensamos en nuestras siguientes necesidades, comida, aseo y cama. Llevábamos ya dos noches sufriendo el frío y, si el coste no era muy alto, sentíamos había llegado el momento de parar a descansar en una cama de verdad aprovechando para asearnos en condiciones, así que intentamos informarnos de ello.

Antes de descubrir estos últimos parajes habíamos pasado por la capital de la isla, la ciudad de Portree, preguntando y descubriendo por internet que no solo no había disponibilidad de alojamiento, sino que los precios de una habitación no bajaban de los 100 euros. Con todo esto, habíamos observado que pasada la Kilt Rock existía otro famoso pueblo llamado Staffin, y sería allí donde centrásemos nuestras nuevas investigaciones.

Porttree nos esperaba…

Observando diferentes y preciosos Bed & Breakfast, nos acercamos a conocer su disponibilidad y precio, dándonos cuenta no solo de que, aunque las temperaturas difícilmente superasen los 15 grados, allí era temporada alta y no había ni un hueco, sino que los precios se pasaban bastante de lo que nos habíamos planteado.

Disponíamos de casa móvil, con la libertad que todo ello conlleva, y aceptando el resto de realidades, nuestras prioridades acababan de cambiar. Del B&B habíamos pasado a encontrar el modo de no volver a pasar frío aquella noche e ir en busca del tan querido agua caliente de una buena ducha…

Y como siempre se ha dicho, quien la busca, la consigue…

No encontrando restaurantes en las inmediaciones de aquel remoto lugar, nos dirigimos a Portree en busca de todo cuanto necesitábamos.

En primer lugar, descubrimos un bonito restaurante llamado Café Arriba donde pudimos disfrutar por poco más de 20 euros de dos buenos menús para, con las tripas llenas, ir en búsqueda de una tienda deportiva donde comprar una buena manta que calentase nuestros cuerpos. Conseguido todo esto, faltaba solo la ducha, con lo que, descubriendo un camping en las inmediaciones, arrancamos la furgoneta y hacía allí nos dirigimos.

Llegados al aparcamiento y recordando que esta es una experiencia low cost, intentamos pasar desapercibidos dirigiéndonos a las duchas directamente. De este modo, en el parking nos acicalamos, rellenamos nuestras mochilas y nos pusimos las chancletas para, enchancletados y pocos metros después, ser sorprendidos por el personal del camping…

La conversación sería algo así:

-Empleado del lugar: Hola, buenos días, ¿desean acceder al camping?

-Nosotros: ops… (Pensamiento: ¿y ahora qué hacemos?)

-Nuestra parte inconsciente empieza a hablar: Hola, si, ¿cuánto costaría?

-Empleado: serían 10 libras por persona y noche

-Nosotros (siempre desde el inconsciente, pensando como podíamos salir de esta): ¿y qué servicios ofrece?

-Empleado: pues alojar la furgoneta allí, acceso a los baños y duchas, y poca cosa más.

A este punto yo no sabía qué hacer para salir del problema a lo que

Vicky preguntó: ¿Y sería posible pagar por utilizar únicamente los servicios?

Así descubrimos que esta era la pregunta correcta…

Mi inconsciente soltaba palabras y frases mientras intentaba encontrar una salida a aquella pillada y Vicky acababa de dar con la solución.

Gentilmente nos indicó que este camping no ofrecía estos servicios y, mientras observaba nuestras chancletas y descubría las toallas bajo nuestros brazos, sonriente, nos indicó que en la ciudad existía una piscina pública donde pagando pocas libras podríamos ducharnos…

Habíamos encontrado la solución a nuestros problemas, pronto nos ducharíamos por menos de dos libras a persona, sintiéndonos nuevamente seres humanos y sería aquella la primera noche en la que el frío dejaría de notarse tan insistentemente…

Como en días anteriores, para terminar la jornada únicamente faltaba elegir el mejor lugar donde pasar la noche, una elección que realizábamos teniendo en cuenta todo cuanto habíamos visto. Con la imagen fresca en la memoria, sabiendo que al día siguiente saldríamos de aquella isla rumbo al lago Ness, volvimos atrás en nuestros recientes pasos, para disfrutar una vez más de una de las estampas más bonitas de mi memoria, Sligachan y sus preciosas montañas en forma de volcanes…

Montañas que parecían volcanes….

Inicialmente una vez allí, intentaríamos hacer de aquellas montañas nuestro jardín introduciéndonos en ellas, pero al descubrir los fuertes vientos que se sucedían y comprendiendo que así sería difícil pasar la noche, decidimos resguardarnos en el parking exterior de un hotel cercano, un lugar también con magníficas vistas…

Lugar que nos serviría de refugio

Y así, continuamente maravillados terminaría aquel precioso día de nuestras vidas.

Durante la noche, tanto Vicky como yo sentimos la necesidad de vaciar parte de nuestras vejigas, con lo que una vez más, tocaba descubrir ese otro mundo que se escondía en aquella oscuridad al externo de nuestra furgoneta…

Linterna en frente salí a hacer mis necesidades mientras esperaba a Vicky, que probaba a hacerlo escondida al otro lado de la furgoneta. No la escuchaba del todo con lo que, de vez en cuando le preguntaba si estaba bien, nos encontrábamos en tierras de seres de fantasía y seguramente aquellos lugares pudiesen ser también los elegidos para animales tal vez menos fantásticos, pero igual de terroríficos como podían ser los lobos o los osos.

Mientras ella me respondía (muy de vez en cuando) yo observaba aquello que se sucedía ante mi teniendo la mala suerte de vislumbrar, a lo lejos, a pocos metros de donde yo me encontraba, la figura de un ser humano erguido y caminando a veloces pasos hacía la carretera…

No sé si fui solo yo quien se asustó en gran medida, pero no lo creo ya que desde su perspectiva el observaba a alguien en pijama, bastante moreno para ser un lugareño, de una estatura algo diferente a lo normal por esos lares y, lo más terrorífico de todo, con pijama y chubasquero al más puro estilo “se lo que hicisteis el último verano” y una luz que salía de un tercer ojo…

Yo creí poder haber visto en él, a uno de aquellos seres de leyenda propios de estas tierras, pero estoy seguro que lo que pudo creer haber visto él en mí, podía ser bastante más espantoso…

Algo asustado, esperaba que Vicky siguiese contestando para volver pronto a la seguridad de nuestra dulce morada en forma de furgoneta que, al día siguiente, nos acercaría a uno de los lugares más enigmáticos y misteriosos del mundo, el Lago Ness.

Si te ha gustado el post, tal vez pueda interesarte conocer de primera mano nuestro viaje por este fantástico país de leyenda pinchando aquí ESCOCIA: Low Cost para tus sentidos.