Llegamos en Ferry a Ha tièn donde nos estaba esperando un minivan que nos llevaría hasta un establecimiento donde llegaría más gente como nosotros esperando a que nos ayudaran a cruzar la frontera.

Allí nos ofrecieron pagar el visado  y dejarnos de preocuparnos por tener que tramitar nada, ellos se encargaban de que nos los sellaran y no nos pusieran ningún problema.

Sinceramente, hay ocasiones en el que el dinero de más no te sabe mal pagarlo, o por lo menos hablo por mí. Ese día habíamos madrugado bastante y estábamos cansadísimos, y no teníamos energías para ponernos hablar en inglés con la autoridad fronteriza, rellenar papeles o esperar más tiempo de lo normal, así que cedimos pagar unos $ de más a cambio de no tener que hacer absolutamente nada.

Aprovechamos el tiempo para comer mientras esperábamos a que llegara otro bus que nos llevaría hasta nuestro destino final pasando por la frontera para obtener nuestros pasaportes sellados. Así que en menos de dos horas, estábamos empezando a recorrer parte de Camboya con un visado válido para movernos como nos plazca durante un mes.

Por la tarde-noche llegamos por fin a Sihanoukville, agotados y con ganas de poder dejar la mochila y descansar. Antes de ir a dormir decidimos que lo mejor sería investigar desde donde salían los ferrys para llegar a Koh Rong Samloem y así pillar nuestros billetes para el día siguiente poder salir a primera hora.

A la mañana siguiente, a las 6 sonaba nuestro despertador y a las 7:00 zarpábamos rumbo a la preciosa isla, donde ya teníamos contratado un hotel para los siguientes 6 días. Para nuestra sorpresa nuestro ferry paró en una zona de la isla que no era la de nuestro hotel, y desde donde no podíamos llegar de ninguna forma a ningún punto de la isla, ya que no existen caminos ni nada que se le parezca que comunique una punta con otra.

Llegamos al paraíso

Llegamos al paraíso

Preguntamos de qué manera podíamos llegar a la zona de M’pai Beach y nos dijeron que la única forma de comunicación era mediante un bote a cambio de 5$ por persona y como no teníamos otra opción, tuvimos que aceptar pagar un poco más para poder llegar por fin a nuestro destino.

Una vez llegamos allí, con la ayuda del gps de Sergio, mi orientación y la de los locales que entrevistábamos por el camino, encontramos nuestro hotel escondido entre la maleza. Pero para nuestra mala suerte, nada más llegar, nos informaron de que no les quedaban habitaciones y que la reserva de booking había sido un error. Así que con el cansancio acumulado, el calor abrasador de la isla y las maletas cargadas en las espaldas nos fuimos en busca de un buen alojamiento.

En ese momento nos enfadamos un poco con la mala gestión del hotel, pero si no hubiera sido por ese error de reservas que tuvieron, nos hubiéramos perdido una cabaña en medio de la selva con la que pronto toparíamos sin saberlo.

Fue caminando que la encontramos de casualidad y donde pudimos pactar el precio con el gerente del lugar. Nos hizo una buena oferta ya que le dijimos que le pagaríamos por adelantado las primeras 4 noches y que quizás nos quedaríamos más tiempo.

La cabaña era una pasada, escondida entre la selva y a dos minutos caminando de la playa, con una cama gigante, de madera todo, un baño increíble y a un buen precio. Así que sin dudarlo y con la boca abierta de lo que alucinamos al ver aquella preciosidad por dentro, pagamos la estancia y nos la quedamos.

Nuestra cabaña

Nuestra cabaña

Ese día aprovechamos que estaba nublado para pasear por el poblado ya que había llamado bastante nuestra atención la inmensa cantidad de obras que estaban haciendo. Era alucinante ver por todas partes como iban levantando nuevos hoteles, restaurantes y hasta creímos ver que estaban construyendo una especie de discoteca.

Otra de las cosas que había captado bastante nuestra atención, fue ver que la mayoría de locales los gerentes eran blancos. Así que preguntamos a una chica del poblado si estaban dejando a los blancos levantar negocios en sus tierras al libre albedrío, a lo que nos contestó que ellos les alquilaban los negocios para que los explotaran, pero por un tiempo no máximo de 5 años y donde el jefe siempre era un Camboyano.

Con esa información nos quedamos más tranquilos, pero al principio asustó la idea de que en esta isla tan virgen y con tanta vida, la pudieran dejar en manos de gente que solo ve dinero. Yo había leído que el mismo gobierno había abierto la veda de la inversión extranjera y que hasta había expropiado tierras a sus propios locales para cederlas a empresas o personas que querían invertir o levantar algún que otro negocio, algo que me parece del todo penoso.

Después de investigar el poblado y ver las opciones que teníamos para poder comer esos días (solo había dos restaurantes baratos y que fueran de locales) nos decidimos a ir a descansar y aprovechar para escribir un poco.

Al día siguiente nos levantamos con ganas de conocer las playas que esa isla tenía refugiadas entre la selva, así que fuimos a buscar comida para llevar, agua y nos adentramos entre la maleza en busca de aguas cristalinas y playas vírgenes.

Caminamos durante unos 30 minutos, recorriendo la parte de la costa próxima a la selva, nos encontramos poca gente durante el camino y cada playa o rincón con agua que encontrábamos era lo más parecido al paraíso.

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Fuimos en busca de tranquilidad y lo conseguimos, llegamos a una parte en la que estábamos prácticamente solos. Una playa para nosotros, todo un mar de aguas turquesas para nuestro disfrute y sobre todo, mucho silencio (el único sonido era el que emitían los animales de la zona).

Las increíbles vistas desde mi toalla

Las increíbles vistas desde mi toalla

Cuando os comenté en anteriores entradas que una de las playas que me dejó sin palabras del viaje fue la de Vung Bau de  Phu Quoc, debo rectificar (Rectificar a tiempo es de sabios) que esta le daba mínimo 10 vueltas. No puedo describir en palabras lo que sentí al verme allí, pero puedo decir que la composición de los colores blancos de la arena con el azul turquesa del agua y junto a la compañía (mi Vasco), hacían que aquel lugar se convirtiera en el sitio con el que había soñado o imaginado poder llegar algún día acompañada de la persona que camina junto a mí por el mismo sendero.

!Estrés total!

!Estrés total!

Allí nos pasamos todo el día, tomando el sol y disfrutando del agua, nadando y descansando, vamos, ¡Sin hacer el huevo!.

Al día siguiente quisimos aprovechar para hacer un trekking por la selva para llegar a otras playas más alejadas y así poder terminar de ver parte de esa isla. La única forma que tenías de ir de un lado a otro de la isla era caminando entre la selva, no existían caminos ni comunicaciones. El único trasporte o la única forma es marítima, alquilando un bote y pagando 5$. Así que decidimos aventurarnos un poco y experimentar la exploración por lo desconocido, en este caso, la selva virgen y llena de vida.

Empezamos con las deportivas puestas y las energías puestas, subiendo por un camino entre ramas y rocas. Al rato de haber empezado la aventura, Sergio se detuvo y me hizo retroceder, ya que había visto el lomo de una serpiente enorme cerca del camino por donde debíamos continuar. A mí se me abrieron los ojos como a un niño (¡soy fan de tarzán!) y le dije que quería verla de cerca, a lo que él me respondió que ni de coña, que nos volvíamos atrás, que no nos arriesgaríamos a que una serpiente nos picara y terminara en ese lugar nuestras vidas (Muy dramático, pero también realista… :P).

Ese día buscamos información sobre el tipo de serpiente que existía en esa isla, y para nuestra sorpresa vimos que la que más la habita es la King cobra. Ahora pensándolo mejor, agradezco que quisiera volver atrás y que no me dejara continuar para acercarme a aquella serpiente, pues quizás en un descuido me hubiera podido morder y no lo hubiera podido ni escribir (¡Mamá, no te preocupes que mucho de lo escrito es ciencia ficción!…jejejej :P)

Los demás días los dedicamos a disfrutar de aquellas playas paradisíacas, del sol y de los zumos de fruta recién recogida. Vimos algunos atardeceres increíbles, disfrutamos de algún picnic de noche en alguna playa y sobre todo, nos dejamos llevar por la paz que trasmitía el lugar.

!Disfrutando de la libertad!

!Disfrutando de la libertad!

Lástima no poder disponer de todo el tiempo del mundo, porque yo me hubiera quedado allí unas semanas, aprovechando el sol, la playa y la tranquilidad para escribir sin parar. Pero también sabía que allí no se terminaba todo, ahora nos tocaba volver a Sihanoukville en ferry y contratar un bus nocturno que nos llevara a Siem Reap, nuestro siguiente destino.

 

Si te ha gustado el post, tal vez pueda interesarte conocer de primera mano el viaje que reflejé en mis diarios en Aventuras en el Sudeste Asiático y la India.