Durante el trayecto hacia Bran, que duró unas tres horas, fuimos parando para descansar y a medida que íbamos avanzando el tiempo empeoraba. Nos dimos cuenta cuando después de llevar recorridos 70 kilómetros y pararnos en Campulung a descansar, empezó a llover.

Parecía que se acercaba una gran tormenta, pero pensamos para nuestros adentros, que quizás nosotros iríamos en su contra y así tendríamos suerte de no toparnos con ella. Nos relajamos un rato mientras contemplamos caer la lluvia y disfrutamos de ese olor a tierra mojada que tanto te recuerda a pasear por la montaña.

El camino se oscurecía… Drácula nos daba la bienvenida…

Pedimos para comer una tochitura de cerdo para probar como la hacían por esa zona, y debo decir que sin duda era la mejor que he comido en toda Rumanía, espectacular. También elegimos otro plato que tenía muy buena pinta, al que la camarera nos aconsejó llamado Bulz. Nos fiamos demasiado, ya que el plato no estaba muy allá, era básicamente un bol lleno de mamaliga con huevo frito y queso, algo bastante insípido y peligroso para estómagos delicados.

Esperamos a que la lluvia cesara para proseguir nuestra marcha y así no terminar empapados. Así que una vez paró, volvimos a nuestro coche y empezamos de nuevo la ruta. Tan solo nos quedaban 58 kilómetros por recorrer, una hora y media de camino, que sin saberlo se iba a convertir en toda una odisea.

Fue cuando empezamos a subir la montaña que empezó de nuevo la lluvia, esta vez acompañada de truenos y relámpagos. La carretera se inundó de agua haciendo casi imposible conducir a más de 40 kilómetros por hora.

Había momentos en que incluso la lluvia nos cegaba por completo, ya que los limpiaparabrisas no daban abasto y el agua hacía que todo se tornase muy borroso.

En algunas curvas nos encontrábamos vacas y toros, por lo que, de golpe debías frenar o detenerte por completo ya que los animales andaban libremente en el terreno de los coches. La tormenta parecía acercarse tanto, que la pudimos sentir desde muy cerca. En un momento dado, cuando ya estábamos bajando el puerto de montaña y faltaban relativamente pocos kilómetros para llegar a Bran, un rayo descendió hasta el valle justo por donde pasábamos haciendo temblar la carretera con nosotros en el coche.

Yo pude oír perfectamente el sonido del rayo colisionando claramente contra el suelo, ese sonido tan particular de cuando enchufamos algo a la pared, hace mal contacto e incluso empieza a prender. El sonido ensordecedor del trueno que le siguió fue todavía más aterrador, dejándonos sordos por completo. Nos encontrábamos en una carretera con poca visibilidad, con rayos cayendo a nuestro alrededor y llegando al castillo del monstruo, la bienvenida no podía ser mejor.

Mientras la tormenta no cesaba, yo seguía conduciendo tan tranquila… pero Sergio estaba más asustado por verme a mí al volante que por la que caía fuera….

Tras haber leído el libro de Bram Stoker y experimentado en carne propia estos caminos, puedo asegurar que el terror que puedes sentir en estos lares es incluso más fuerte y real que ese perfectamente descrito en la novela.

Finalmente, tras tan grata aventura, llegábamos a Bran. Algo cansados, nos dirigimos directos al que sería nuestro hotel, el Pensiunea Ana para dejar el coche.

Sergio me había regalado una noche en este lugar por nuestro aniversario, pero no se trataba de un hotel cualquiera ya que la sorpresa no quedó ahí. Fue cuando la dueña nos abrió lo que sería nuestra habitación cuando descubrimos, al abrir la cortina de la ventana, el mismísimo castillo de Drácula en todo su esplendor..

Desde la ventana podíamos observar el castillo y al conde observándonos por la ventana….

No teníamos palabras en ese momento para describir la emoción que sentíamos y decidimos que como estábamos cansados, la mejor forma para relajarnos sería tumbarnos en la cama, contemplando ese castillo y leyendo partes de la famosa novela de terror. Disfrutaríamos sobre todo de los capítulos en que describe la llegada a Bran y el castillo que en esos momentos podíamos ver nosotros también con nuestros propios ojos, sin necesidad de acudir a nuestra imaginación.

Poco más tarde de leer algunos párrafos, nos quedamos dormidos y despertamos antes de que anocheciera, algo que agradecimos porque pudimos salir a pasear y ver, antes de que se hiciera del todo de noche, el castillo por fuera.

Antes de volver al hotel nuestras tripas hablaron, haciéndonos parar en el restaurante Burg, que se encontraba justo en frente de nuestra pensión. Decidimos tomarnos una Ciorba de verduras bastante buena y una rica pizza, todo a medias, el precio estaba bien y el servicio era bueno.

Una vez repostados, nos decidimos a volver para descansar ya que al día siguiente nos levantaríamos pronto para poder disfrutar del castillo por dentro y reanudar nuestra marcha hacia Snagov, lugar en que descubriríamos la mismísima tumba de Drácula.

Si te ha gustado el post, tal vez pueda interesarte conocer de primera mano las leyendas y misterios que se esconden tras este enigmático país aquí Rumanía: Tras la sombra de Drácula.