El final del viaje se acercaba y como no, ya teníamos pensado cuál sería nuestra última aventura: un trekking de dos días en el Taman Negara, la jungla más antigua del planeta.

Una serie de coincidencias desconocidas harían que nuestra última excursión la hiciéramos acompañada de un grupo de españoles que conocimos de refilón en la isla de Kapas. Extrañas casualidades ya que sin comerlo ni beberlo compartiríamos primero barco, después furgoneta y más tarde hasta “colchón” (si puede llamarse así) en una gigantesca cueva en medio de la selva.

Conoceríamos a Abraham el día anterior a nuestro viaje destino la selva. Vicky y yo teníamos poca o ninguna idea del lugar al que debíamos llegar y sería nuestro nuevo conocido quien casualmente, el día anterior nos preguntase cuál iba a ser nuestro siguiente destino. Al coincidir en intenciones (ambas partes queríamos hacer el trekking por la jungla) nos comentó que como ellos no tenían tiempo, su meta era llegar al día siguiente al centro de la selva para realizar el trekking el día despues, un pequeño pueblo llamado Kuala Tahan.

Hacia allí nos dirigíamos

Hacia allí nos dirigíamos

Esa misma noche hicimos los deberes e investigamos si era probable llegar al día siguiente (sin perder la salud en ello) al mismo lugar. Las posibilidades no parecían buenas, debiamos coger 3 autobuses (de los que desconocíamos horarios) por lo que, no teniendo prisas, (nos quedaban 5 días antes del viaje de vuelta y para el trekking necesitábamos únicamente 2) decidimos que para llegar al pueblo de Kuala Tahan usaríamos dos días.

Al día siguiente cogimos el primer barco que salía de la isla (intentábamos ser rápidos para recorrer las distancias sin problemas ni cansancios innecesarios) y coincidiríamos con Abraham, Benedetta (su pareja) y Patricia, una amiga que los acompañaba durante el viaje. Tanto ellos como nosotros obtuvimos indicaciones de cuál sería nuestro siguiente autobús, donde cogerlo y cuales serían los pasos a seguir.

Ellos debían coger un autobús en sentido contrario al nuestro pero finalmente coincidimos en el mismo que nos acercaba a la estación de autobuses de Kuala Terengannu, el pueblo más cercano al puerto de Marang.  Una vez en la estación tocaba preguntar para conocer posibilidades…

Nuestro destino inicial en el periplo hacía la jungla se llamaba Jerantut, un pueblo a pocas horas de Kuala Tahan. De no existir esta posibilidad otra era la de viajar hasta Kuantan (algo más lejano) y, también cabía la remota opción de coger el conocido como “Jungle Train” o tren de la jungla y acercarnos lentamente a este lugar desde dentro de la selva. Preguntamos por las opciones y, todo era un completo cristo…

Abraham, Benedetta y Patricia se acercaron también a preguntar por el modo de llegar a Kuala Tahan, parecía que no existían autobuses directos y veían difícil poder realizar el trekking (no disponían de más días como nosotros).

Seguramente fruto de la desesperación que se sentía en el ambiente, entorno a nosotros un grupo de personas comenzó a unirse tratando de ayudarnos, no parecía existir buenas opciones para ninguno con lo que… tras nuestro largo viaje y habiendo aprendido que en estos lugares no existen imposibles, se nos ocurrió preguntar si era posible llegar al lugar de algún otro modo o todos juntos y ¡Bingo! esta sería la pregunta correcta…

Un señor que había insistido en ayudarnos durante largo tiempo indicó que tal vez cabía la posibilidad de alquilar una furgoneta privada que hiciese el recorrido directo y se decidió a ayudarnos. Alzó la corneta y telefoneo a alguien tras lo que me pasó el teléfono y empezamos, como no, a tratar las condiciones del viaje…

Traté el precio para un grupo de 5 personas lo mejor que supe y, he de decir a nuestro favor que estos tres meses en el sudeste asiático nos habían ayudado a mejorar no sólo la forma de negociar sino también la comunicación y trato con cualquier persona del lugar.

Tal vez por todo ello, en algo menos de un minuto teníamos un precio final: realizaríamos un viaje de 7 horas directos a Kuala Tahan en una furgoneta privada por un total de 600 ringitts, poco más tarde conseguiría bajarlo a 500 con lo que por 20 euros por persona llegaríamos al corazón de la jungla en un pis pas y como no… ¡todos contentos!

Qué decir del viaje en furgoneta, todo eran comodidades…

Para empezar nos pusieron diferentes películas que elegimos a la carta, podíamos parar casi cuando lo necesitábamos y nuestro copiloto, el señor que alzó la corneta para ayudarnos y, casualmente el padre del piloto, se aseguraría muy mucho de que tanto su hijo como nosotros llegásemos sanos y salvos a destino gritándole siempre que su pie parecía olvidarse de soltar el acelerador.

Durante el trayecto conocimos mejor a nuestros compañeros, un grupo de veterinarios que habían decidido saltar a Malasia durante dos semanas para disfrutar de sus espectaculares islas Malayas (Perenthian y Kapas) y zambullirse de lleno en una de las junglas más reconocidas del mundo, repletas de su objeto de deseo, los animales…

Habíamos compartido isla, barco y furgoneta y nada más llegar tanto ellos como nosotros (por separado una vez más) reservamos un trekking de dos días y una noche que comenzaría al día siguiente. No sabíamos que nuestro “entero” grupo lo formaríamos las mismas 5 personas una vez más…

Y , un poco antes de lo pensado, llegó el día.

Las instrucciones para empezar habían sido sencillas, el día anterior al reservar el trekking (400 ringitts entre 2, 40 euros a persona) nos indicaron la necesidad de llevar dos mochilas con ropa de cambio, neceser y bastante hueco (llevaríamos una mochila grande y otra pequeña) para poder trasladar parte de la comida y bebida que necesitaríamos en nuestra aventura y así, disfrazados y ataviados para estos menesteres lo mejor que sabíamos (Vicky parecía prima hermana de Tomb Raider), llegamos al punto de encuentro.

Vicky me hizo alucinar una vez más. Necesitábamos cargar una serie de cosas en los huecos de nuestras bolsas y tras una breve observación, mi simplicidad cerebral me susurró que era imposible que entrase…

¡Alucinado! Gracias al ingenio de Vicky una vez más podíamos seguir adelante...

¡Alucinado! Gracias al ingenio de Vicky una vez más podíamos seguir adelante…

No se si se dio cuenta o no pero lo que si sé es que pocos segundos después de mi apreciación y sin yo decirle nada, ella, tras una serie de nudos, enganches, movimientos de ceja, giros y suspiros después, había conseguido no solo que entrase sino hasta que sobrase espacio para otros tantos trastos. Gracias a ella y a sus modos de MacGyver ( aún recordaba que pude seguir caminando en Camboya gracias al arreglarme una chancleta que ya pensaba tirar a la basura) y estas nuevas dotes que yo desconocía no hacían sino certificarme que contaba con la mejor compañera de viaje que podría haber imaginado. No se si sonreía por fuera pero estoy seguro que si lo hacía por dentro…

Feliz por saber que la tenía a mi lado (poco más tarde una sanguijuela me haría certificar una vez más este sentimiento), esperamos la llegada del resto del grupo y nuestro guía un malayo muy simpático y más carismático aún si cabe llamado Cri y, mochilas al hombro nos dirigimos hacia la entrada de la selva.

Tras firmar diferentes documentos, incrustar nuestros nombres en el libro de la selva y comentar a los guardas el número de calcetines, bragas o gallumbos que llevábamos con nosotros (era obligatorio hacer recuento de lo que entraba en la selva para evitar ensuciarla), Cri nos indicó cuál sería el recorrido de la excursión.

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Llegábamos al Taman Negara

Llegábamos al Taman Negara

Inicialmente sortearíamos el río hasta acercarnos al lugar donde sortearíamos unos altísimos (más de 40 metros de altura) puentes colgantes (Canopy Walking) de la jungla. Antes de sufrir de vértigo las hormigas más grandes del mundo nos daban la bienvenida a la jungla, las carpenter giant ants o hormigas carpinteras gigantes, tan grandes que solo esperaba a ninguna se le ocurriera acercarse a mi a morderme…

Las Carpenter Giant Ants o hormigas carpinteras gigantes

Las Carpenter Giant Ants o hormigas carpinteras gigantes

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De camino a las canopy walkings / puentes colgantes

De camino a las canopy walkings / puentes colgantes

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El grupo con el guía Cri a la cabeza

El grupo con el guía Cri a la cabeza

Parches por el camino...

Parches por el camino…

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¡De vértigo!

¡De vértigo!

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Tras esto volveríamos al río para realizar un viaje de más de una hora en canoa en el que nos adentraríamos en el corazón de la jungla para comenzar una caminata que nos dejaría poco antes del anochecer en una enorme cueva que nos serviría de cobijo para pasar la noche.

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Al día siguiente recorreríamos varios kilómetros hasta llegar a un rio en el que degustar comida (hecha por nuestros guías) y seguir caminando para, tras digerir conocer en directo a un grupo de aborígenes (y sus costumbres) del lugar llamado Orang Asli. Tras todo esto siempre que no hubiera perdidas y a ningún tigre, pantera, serpiente o elefante se le ocurriese utilizarnos de cena, volveríamos a las canoas y terminaría nuestra excursión.

Yo preparando el desayuno para la tropa...

Yo preparando el desayuno para la tropa…

Mordeduras de sanguijuelas

Mordeduras de sanguijuelas

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Rios repletos de sanguijeulas

Rios repletos de sanguijeulas

Enormes puercoespines serían nuestros compañeros de cama

Enormes puercoespines serían nuestros compañeros de cama

Abórigenes Orang Asli creando dardos

Abórigenes Orang Asli creando dardos

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Aborígenes haciendo fuego

Aborígenes haciendo fuego

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Puentes naturales en medio de la jungla

Puentes naturales en medio de la jungla

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Milpies enormes

Milpies enormes

Recientes pisadas de tigres

Recientes pisadas de tigres

Pisadas gigantes de elefantes

Pisadas gigantes de elefantes

La gran cueva en que paseríamos la noche

La gran cueva en que paseríamos la noche

Garras de panteras

Garras de panteras

El letal escorpión negro

El letal escorpión negro

Arboles venenosos...

Arboles venenosos…

Caían árboles enormes...

Caían árboles enormes…

Arañas gigantescas...

Arañas gigantescas…

Vicky la protectora dormía encima de mi...

Vicky la protectora dormía encima de mi…

La aventura no había hecho más que empezar y pronto comenzarían a temblarme las piernas en modo literal mientras sorteaba los altísimos puentes del Canopy Walking (Vicky se meaba con ello) y poco más tarde sería ella quien me salvaría de una sanguijuela incrustada en mi yugular. Y de este modo, paso a paso disfrutaríamos de la “personalmente” mejor experiencia del viaje, sorteando caminos infinitos en los que la vegetación nos hacía vivir constantemente de noche, observando y olisqueando mierdas de elefante, pantera y hasta de tigre para comprender la lejanía tanto en la distancia como en el tiempo de posibles peligros, durmiendo en el lugar más auténtico y acojonante en el que podíamos dormir acompañados de muchos y diferentes animales y hasta escapando en la noche de (casi con total seguridad) un gran elefante… la traca final a un viaje increíble que difícilmente pensábamos podía superar lo ya conocido.

yo cogiendo y testando la mierda de elefante...

yo cogiendo y testando la mierda de elefante…

 

Si te ha gustado el post, tal vez pueda interesarte conocer de primera mano el viaje que reflejé en mis diarios en Aventuras en el Sudeste Asiático y la India.