Serían poco más de la 13 de la tarde y el objetivo de este primer día sería llegar antes del anochecer a una gran cueva que nos serviría de morada, uno de los lugares más auténticos a la vez que tétricos en los que jamás haya pasado una noche.

Llevaríamos un buen ritmo y sortearíamos infinidad de obstáculos a modo de plantas venenosas, riachuelos o enormes árboles caídos no sin obtener buenas lecciones acerca de cuanto nos rodeaba. Para comenzar nos explicarían, el porqué de los derrumbes de aquellos árboles gigantescos.

Y para ello, volvíamos a las enormes hormigas, las (traducido al castellano) “gigantes hormigas carpinteras”, las causantes de tanto derrumbe espectacular; de este modo Cri, al descubrirlas en el lomo de un árbol nos comentó tan exclusivo misterio.

Indicándonos con el dedo el arbusto en cuestión nos hizo acercar preguntando si veíamos una larga hilera de hormigas que ascendía unos cuantos metros sobre el mismo. Recalcando el recorrido nos hizo observar como subían y bajaban unos cuantos metros por su tronco explicándonos que su cometido era uno y bien simple, ahuecar el árbol, eliminar toda vida que se encontrase en su interior empezando por su copa, de arriba hacia abajo.

De este modo, cuando observábamos dicho ajetreo en las partes bajas de cualquiera de esos arbustos, querría indicar que lo habían ahuecado completamente, tanto que pronto se derrumbaría debido al ceder de su peso. Este era el gran misterio de todo aquello, no se debía a gigantescos animales o fenómenos de la naturaleza como podían ser los terremotos, sino a estas hormigas y a ese jugo que extraían de estas enormes plantas, un alimento tan común y numeroso que seguramente las había ayudado en su transformación hasta el punto que parecían hormigas mutantes…

Uno de los tantos grandes árboles caidos Uno de los tantos grandes árboles caidos

A aquella lección le seguirían muchas otras como serían el conocer y reconocer la infinidad de plantas que podían darnos vida en el caso de necesitarla, de cuáles podiamos conseguir agua o como evitar mareos, insolaciones o bajones de energía. Muy pronto toparíamos también con las primeras “grandes” muestras de compañía salvaje en nuestro camino.

Aquellas grandes señales tendrían la forma de enormes cagadas, una especie de gigantes torrones de estiercol de elefante eran el mejor modo de observar aquello que nos circundaba, mierda que ayudaba a ratificar la autenticidad del lugar en que nos encontrábamos.

Yo con mierda de elefante

Yo con mierda de elefante

Cri con mierda de elefante

Cri con mierda de elefante

Para auténticos también nuestros guías que, del mismo modo que en aquellos comics de Lucky Luke que devoraba en mis tiempos de niño hacían los indios para perseguir e identificar al enemigo, también ellos nos protegían comprendiendo las distancias y lejanías tanto en espacio como en el tiempo a partir de aquellos chorongos. Tras sentir, olfatear y retocar aquellos grandes excrementos nuestros guías nos explicaron que sin lugar a dudas, se trataba de una familia de elefantes que habían pasado por allí, parada para pensar y volver a olisquear aquel emplasto… hacía varias semanas.

El estado de aquellas deposiciones hacía comprender el tiempo pasado y con ello asegurarnos que no había peligro ya que como más tarde preguntaría y Cri certificaría, los elefantes eran eran el mayor peligro para el ser humano en aquella jungla.

No bastando con explicarnos a quien pertenecía y que decían aquellos restos, nuestros guías nos indicaron que pasado un tiempo, nacía vida en forma de setas desde aquellas mierdas, unos hongos que venían usadas a modo de “monguis” alucinógenos o veneno por tribus locales.

Ya en pasado, antes de mi primer viaje a la india cuatro años atrás, me había informado de la fauna de estos lugares descubriendo que el mayor peligro animal en aquel continente lo formaban los elefantes; más en detalle aquellos que habían sido echados de la manada por locos o las madres con crías que temían por su seguridad y, como no, visto que me encanta preguntar quise saber de ello preguntando a mis guías.

Y así era, el animal más peligroso para el hombre en estos lares era el elefante y concretamente esos dos casos de que hablaba, en mi escapada por las plantaciones de te de Munnar había conocido alguno de sus estragos y también aquí, a miles de kilómetros de distancia, el elefante era el bicho que más muertes humanas había causado.

Era bonito observar sus restos pero no sería tanto observarlos mientras estaban creándolos, evitar esto sería la principal misión de nuestros guías, protegernos de estos animales usando los conocimientos adquiridos. Seguí preguntando y de este modo me explicaron más en detalle parte de sus funciones.

Principalmente conocen la selva, los caminos y disposición, su flora y todo aquello que se puede obtener de ella y el modo de convivir con su fauna y mantenerse alejada de sus peligros. Para esto último han sido entrenados en reconocer olores y sabores, ver donde otros no ven, datar y ubicar una manada a través de una cagada o usar el machete en caso de que no hubiese otra opción…

Yo quería ver tigres y panteras pero ellos me indicaron que lo mejor era no verlos ya que de ser así seguramente su instinto cazador provocase bajas en nuestro grupo y, para ello ellos podían olerlos o notarlos y realizar diferentes sonidos que los mantuviesen alejados, aunque no siempre había sido así…

No siempre fue así ya que años atrás una expedición liderada por Cri había dado de bruces con un gran tigre que les cortaría literalmente la respiración. Se lo encontraron a unos veinte minutos de la misma cueva donde pasaríamos la noche y por fortuna no tuvo lugar un ataque aunque el simple hecho de observarlo, les haría pasar una de las peores noches y días (el siguiente) de sus vidas, momentos tan angustiantes que debieron ayudar en la evacuación de una señora que realizaba el tour debido a una crisis de ansiedad…

Aun conociendo este relato tanto yo como Vicky e imagino gran parte del grupo estábamos deseosos de descubrir una gran pantera negra en lo alto de un árbol y, era tal vez esa ilusión unida al peligro de hacerla real la que nos mantenía constantemente alerta.

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Buscaba y rebuscaba entre las matas la presencia de alguno de estos animales que nos viese sin ser visto pero al menos hasta el caer de la noche no tendríamos esa suerte.

Mientras caminábamos despegando cada cierto tiempo sanguijuelas de nuestros tobillos, grandes estruendos hacían notar como algún árbol había sido sacrificado por las gigantes hormigas carpinteras mientras la oscuridad cada vez se hacía más latente ya que a aquella espesura que no dejaba mostrar el sol le acompañaba el caer de la tarde y así, llegamos a la que sería nuestra espectacular y dulce morada, la cueva más enorme y profunda que jamás hubiese visto antes.

Dejamos nuestras provisiones y reconocimos el terreno para, faltando aún una hora al anochecer acompañar a nuestros guías a darnos un baño y limpiar algo nuestras ropas antes de prepararnos para la noche.

A la vuelta disfrutaríamos de la cena que el grupo de extranjeros preparó para nosotros y compartiríamos la inmensidad de aquella gran gruta con varios grupos más y algún que otro animal que decidiera acompañarnos también en la oscuridad. Fruto del buen olor de aquella que sería nuestra cena, dos grandes puercoespines del tamaño de un jabalí decidieron acompañarnos, por fortuna parecían inofensivos (aunque por si acaso nadie quería buscarles las cosquillas no sea pinchasen).

Enormes puercoespines serían nuestros compañeros de cama

Enormes puercoespines serían nuestros compañeros de cama

Tras reponer energías y dejar algún resto a nuestras nuevas mascotas, los guías nos comentaron si queríamos ir a descubrir escorpiones, arañas y serpientes en las inmediaciones de la cueva. Visto que la intención de todo aquel que allí se encontraba era descubrir bichos lo más aterradores y únicos posibles nadie dijo que no y pronto todos nos dirigíamos a las afueras de nuestra majestuosa gruta.

Nada más salir del lugar, la intención era la de observar de cerca a los Black Scorpion o escorpiones negros, las instrucciones de nuestros guías eran pocas y sencillas, debíamos no hacer ruido ni encender ninguna luz y caminar detrás de ellos, y así haríamos hasta que…

Arañas gigantescas...

Arañas gigantescas…

A lo lejos vislumbre dos pequeñas luces circulares que me hicieron estremecer ya que la imagen me recordaba alguna película anteriormente vista y hacía reconocer en aquellas dos motas los ojos de un puma o una pantera que nos observaba… intenté comentarlo con Vicky y otras personas pero, al no obtener respuesta, violé la primera de las reglas y asustado comenté a nuestros guías que dos ojos parecían observarnos en la lejanía.

Cri y Flash se encontraban buscando escorpiones y mi noticia pareció alertarlos bien poco por lo que también yo resté importancia a esos ojos hasta dejar de verlos por unos segundos hasta que, instantes después, aquellos ojos estaban mucho más cerca…

No pude aguantarlo más y casi tiré a Cri del brazo indicando con el dedo aquello que veían mis ojos. Volvió a restarle importancia pero ante mi miedo decidió comentarnos que aquellas luces no eran los ojos de ningún puma o pantera sino simples luciérnagas de la selva, tan brillantes que cuando se acercaron a nosotros, me hicieron sentir como Peter Pan acompañado de decenas de campanillas que iluminaban la selva en la que nos encontrábamos.

Nuestros guías seguían a lo suyo en busca del gran escorpión. Centraban su búsqueda en agujeros de árboles que iluminaban con unas luces de neón que teñirían de colores fosforitos a esos animales en la noche si conseguían encontrarlos,  y así, pocos minutos más tarde comenzamos a discernir pequeños y grandes escorpiones entre las comisuras de gran cantidad de troncos que seguramente habíamos pisado y seguiríamos haciéndolo durante el resto de la caminata.

Tras aquella excursión exitosa en busca de escorpiones negros, Cri y Flash decidieron seguir buscando bichos adentrándonos en silencio y -completamente a oscuras- cientos de metros en el interior de la jungla.

Cuando nos habíamos alejado de la entrada de la cueva, nuestros guías observaron un extraño animal alargado posado en uno de los árboles, el bicho tenía un alargado cuerpo y un gran número de patas parecidas a las de araña a los lados y Cri nos indicó que se trataba escalopendra, un animal muy común de la zona y venenoso hasta el punto de poder dejarte ciego debido al acido que lanzaba cuando se sentía en peligro. Tras observarlo unos instantes seguimos lentamente nuestro camino hasta que…

Escuchamos un gran estruendo que indicaba alguna enorme animal aplastaba árboles a su paso, dejándonos a todos petrificados. Nos hacíamos diferentes preguntas, entre ellas, ¿qué sería aquello? y ¿a qué distancia se encontraría? y la más importante y preocupante de todas las preguntas ¿qué tipo de intenciones tendría?

Todo el grupo busco con las miradas la protección de nuestro guías descubriendo que también sus rostros reflejaban sorpresa…

Cri alargó su brazo hacía nosotros en una clara señal que indicaba que no debíamos acercarnos mientras intentaba agudizar sus sentidos, entre ellos mirada y olfato, para estudiar no sólo el animal con el que tratábamos sino también nuestras opciones; mientras Flash se alejó unos metros en dirección del ruido para protegernos con el machete. Segundos más tarde sus ordenes fueron claras: ¡Corred!

Y lo hicimos lo mejor que supimos, siempre flanqueados por nuestros guías, comenzamos a correr hacía la cueva, eran pocos los metros que nos separaban pero todos comprendíamos que debíamos de ser rápidos…

Esta sería nuestra dulce morada...

Esta sería nuestra dulce morada…

Y así con el pulso a 2000 todos (incluidos los guías) llegaríamos con cara de pánico a la seguridad de nuestra cueva. La pregunta tardaría poco en llegar, ¿Que había sido eso?

Creo que fuí yo quien formuló la pregunta ya que sin darme cuenta (cosa peligrosa), había entrado en disputa con 3 mujeres, Vicky, Patricia y Benedetta. Todas ellas creían se tratase de un puma, pantera o tigre pero yo estaba seguro había sido un elefante debido a aquel sonido similar a pisar hojas secas producido al aplastar (no hojas) sino árboles completos…

Tras la pregunta nuestro guía nos indicó que según su opinión también se trataba de un elefante ya que esa especie de terremoto que habíamos escuchado no podía provocarla un sigiloso depredador del estilo de un tigre. Sea como fuere, al día siguiente esperábamos encontrar algún resto que nos lo indicase y, en el caso que las mujeres tuviesen razón, tocaba pasar una noche bastante acojonante ya que al felino podría abrírsele el apetito y darle por entrar en la cueva…

Había sido una gran experiencia de final feliz y ahora tocaba secarse los sudores fríos que rodeaban nuestras sienes y prepararse para dormir. De camino a aquel espacio que haría de cocina y zona de descanso disfrutaríamos del interior de la cueva y parte de su fauna; descubriríamos como casi la mitad de la superficie de aquella cueva estaba formada de guano (mierda de murciélago) tras aceptarlo alzaríamos las cabezas para vislumbrar una enorme comuna de murciélagos propios de una película de vampiros, también observaríamos las arañas de las cuevas y serpientes del lugar (no venenosas para nuestra tranquilidad) hasta, acercándonos a nuestra zona de descanso, darnos cuenta que nuestros amigos los puercoespines seguían por los alrededores…

Extendimos una lona que formaría la base de todos nuestros sacos de dormir, esta sería nuestra habitación. Llegaba el momento de intentar descansar, cosa que sabíamos no sería sencilla tanto por las características del lugar como por el mundo desconocido en que nos hallábamos sumidos, un mundo lleno de peligros, para algunos de los cuáles podíamos resultar apetitosos. Lo primero que haríamos sería posicionar los sacos, debíamos entrar seis personas en la lona: Vicky y yo, Cri, Patricia, Abraham y Benedetta.

Debido a mi instinto protector decidí ocupar uno de los laterales dejando a Vicky en el centro y Patricia a la vera de esta pero, la presencia de aquellos puercos con espinas nos haría comentar a Cri como debíamos posicionarnos para proteger nuestros víveres; tras ello Cri decidió cambiar la posición de nuestros sacos y también la disposición de estos. El se pondría en un lateral lo más cerca posible de la comida y Vicky y yo debíamos ponernos a su vera…

Cambiando la situación tuve que pensar rápido y decidí ponerme en el medio, no por temor a los bichos sino por temor a equivocaciones en las que nuestro guía pudiese despertar en medio del sueño cuál macho en celo y arrimarse demasiado a mi hembra. Vicky aceptó aunque inicialmente creyó que el cambio se debía a mi temor a esos otros bichos con púas que nos molestarían durante la noche.

La disposición final era de dos filas, en una de las cuales estaba Cri a un lado y Vicky a otro conmigo al medio. Sería gracioso observar como en el empeño de protegerme tan cuidadosa y cariñosamente de todos los males a Vicky no se le ocurriría idea mejor que la de dormir literalmente encima de mí. Al día siguiente me haría gracia observar como mi protectora dormía encima de mí, su saco y el mío parecían formar un único todo…

Vicky la protectora durmiendo encima de mi...

Vicky la protectora durmiendo encima de mi…

Pero aún quedaba la noche. Una noche llena de ronquidos y temores, ruidos (algunos bastante acojonantes) y escapadas a mear a muchas de las esquinas de aquella enorme cueva esperando no ser atacados por pumas, osos o serpientes.

Debo decir que personalmente lo que peor llevé fueron los múltiples ronquidos de tanto ser humano nacional y extranjero. Aparte de esto fueron dos las veces que tuve que aguantarme las ganas de orinar hasta que finalmente aceptase (no aguantando más) hacer una pequeña excursión en las cercanías para soltar aquello que no me dejaba dormir y era gracioso escuchar los múltiples lamentos de Patricia, y el pequeño temor de Vicky de la jungla debido a recordarme las muchas veces que sentía aquellos puercoespines olisqueando sus pies o sonidos de terribles bestias que yo parecía no escuchar.

Me encantó tanto la protección de mi chavala que casi me enamoro al escuchar de su boca que no debía ocurrírseme ir a orinar solo y que no me lo permitiría para, tras levantarme y desaparecer “en solitario” durante pocos segundos, volver y observarla roncando como si no hubiese un mañana… Toda una experiencia que, como muchas de las habidas los últimos meses, sirvió para unirnos aún más.

Al día siguiente nos levantaríamos dando gracias a dios por estar sanos y salvos (debo decir que yo no tuve ningún miedo durante toda la noche), nos asearíamos entre las rocas circundantes y prepararíamos el desayuno más rústico que hubiera preparado en mi vida.

Nuestra parrillada la formaban diminutas ramas incandescentes en las que dispondríamos unas cuantas tostadas para tostarlas para el resto del grupo. Tras zampar y recuperar energías volvimos nuevamente de ruta a la selva.

Yo preparando el desayuno para la tropa...

Yo preparando el desayuno para la tropa…

La gran cueva en que paseríamos la noche

La gran cueva en que paseríamos la noche

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