Serían poco más de las tres de la tarde, y el gps nos decía que necesitaríamos más de una hora para realizar los 30 kilómetros que nos separaban de la ciudad de Bran.

Bien es cierto que nuestro coche no era el más rápido de los carruajes, pero viajar a menos de 30 kilómetros por hora no era propio ni del más enclenque de los caballos; debía de haber algún otro motivo en esta demora que muy pronto descubriríamos…

Ante nuestros ojos se divisaba una gran ascensión que parecía no tener fin y, mientras discurríamos la gran cantidad de curvas que iban sucediéndose, el cielo comenzó a oscurecer.

Cuando quedaban unos 30 km comenzamos a subir enormes pendientes hasta situarnos sobre las escarpadas cimas de los más altos montes Cárpatos, fue entonces cuando comenzó la tormenta más impresionante que jamás haya vivido tan de cerca…

La tormenta estaba llegando…

Dentro de aquella creciente oscuridad el viento comenzó a rugir más fuerte que nunca y algunos truenos y más relámpagos, hacían presagiar la inminente tormenta. De este modo, justo cuando nos encontrábamos en la cumbre de una de aquellas enormes montañas a miles de metros de altura, comenzó el diluvio.

Pasando por los innumerables cementerios…

Aquella carretera, estaba seguro que muy poco tendría que envidiar a la reconocida vecina del Transfagarasan ya que, no sólo observábamos enormes peñascos y sabíamos encontrarnos a miles de kilómetros de altura sino que podíamos añadir que en muchas de aquellas curvas pocas eran las defensas que nos separaban de los precipicios.

Era tal el espectáculo de la naturaleza y el sobresalto de que disfrutábamos ante tanto y tan repentino cambio, que decidí parar a sacar unas fotos esperando reconocer mejor el terreno y comprender cuáles eran nuestras opciones. Y esto hicimos hasta que, comenzaron a vislumbrarse cercanos relámpagos.

Enormes rayos dibujaban su macabra figura, esa que los separaba de aquellos altos y oscuros nubarrones hasta unirlas a la tierra bajo nuestros pies, corrientes eléctricas tan cercanas que comenzaban a asustar en gran medida. Creo que fue la visión del primero de ellos junto a escuchar su fuerte sonido lo que nos bastó para volver al coche y continuar nuestro terrorífico camino hacía el Castillo de Bran.

Sumergiéndonos en la espesura…

Y si la realidad era ya bastante dura, lo que quedaba iba a ser todavía más escalofriante. En una de las tantas montañas que nos quedaba por ascender, observamos diferentes vacas a la deriva que habían decidido ocupar el espacio que nos dejaba la carretera, por lo que debimos parar y esperar su paso, mientras nuestra pequeña calesa de origen japonés se movía de lado a lado fruto del viento que amenazaba aquella explanada…

Los rayos siguieron acercándose hasta hacerme vivir una de las experiencias más sobrecogedoras y cercana a estos fenómenos de la naturaleza, que espero experimentar en lo que me resta de vida.

Fue en una de esas curvas cuando tanto Vicky como yo giramos la cabeza a nuestra izquierda fruto de la inmensa luz que llegaba a nuestros ojos. En ese lugar, a unos cinco metros de nosotros, un poste parecía recibir el entero impacto de un rayo y así observamos esa petrificante línea de un amarillo eléctrico comunicante con el cielo impactar sobre aquel enorme poste, y no solo eso…

Al impacto le seguiría una especie de gran chispa en la base en forma de fuego y, lo que más nos impactó, un gran calambre que comunicó aquel poste con la tierra a nuestro alrededor, consiguiendo también entrar en el coche y conectar con nuestros cuerpos.

Por fortuna la goma de las ruedas y volante nos aislaba de aquella gran fuerza sobrenatural, y aquel tremendo calambre duraría solo milésimas de segundo, sin provocar daño alguno en nuestros cuerpos. Fue tan fuerte la sensación que aún así, sentí un chisporroteo en la punta de mis manos que incluso se escuchó, algo parecido a un pequeño petardo que te explota entre los dedos…

Estaba encantado de esta bienvenida aunque consideraba que ya era suficiente. Quedaban poco menos de 10 kilómetros hasta el castillo, y solo esperaba no escuchar y sobre todo no sentir más rayos.

El camino se oscurecía… Drácula nos daba la bienvenida…

De repente, el día se convirtió en noche ya que, eran las cuatro de la tarde pero tanto yo como el resto del mundo parecía necesitar de luces. Inmensos y tupidos bosques acompañaban a ese gran oscuro manto formado por nubes negras, adentrándonos en la oscuridad de una tierra donde la magia y el terror se mezclaban de manera increíble. La naturaleza se nos mostraba en todo su esplendor, a la vez que un enorme lobo atravesaba el camino que estábamos sorteando.

Nos acercábamos a la reconocida morada de Drácula y venían a mi mente aquellos párrafos en los que el profesor Van Helsing definía a los nosferatu:

No es como la abeja, que muere en cuanto clava su aguijón. Al contrario se hace más fuerte y, al ser más fuerte, tiene todavía más poder para hacer el mal” Drácula, asimismo, practica la necromancia, la adivinación por la invocación de los muertos. Y “es una bestia, o peor aún: un demonio cruel que no tiene corazón”. Posee dominio sobre la naturaleza, dado que lo asiste “el poder de mandar sobre los elementos: la tempestad, la niebla, el trueno” . Es pródigo en mutaciones metamórficas: “es capaz de aumentar de tamaño o hacerse pequeño y a veces hasta de desvanecerse y no ser visto” (Drácula de Bram Stoker)

Esta definición ayudaba a creer en lo increíble recordando que nos encontrábamos en su territorio, y era el mismísimo conde Drácula quien nos daba la bienvenida.

Llegábamos a Bran ilusionados y atemorizados como si de dos ingenuos niños se tratase. Solo quedaba agradecer a la vida el estar allí y ahora.

El castillo de Bran…..

Acababa de vivir una de las experiencias más auténticas de mi existencia y si a esto le sumaba la compañía, el espectacular descubrimiento del castillo de Poenari por la mañana y las vistas de que en breve, y por un día y noche completos disfrutaría, puedo decir con toda seguridad que este sería uno de los días más bonitos y sorprendentes de mi vida.

Si te ha gustado el post, tal vez pueda interesarte conocer de primera mano las leyendas y misterios que se esconden tras este enigmático país aquí Rumanía: Tras la sombra de Drácula.