El domingo 3 de Junio finalmente, después de una ilusión que nació hace muchos años, llegábamos a Grecia.

El viaje en barco no fue lo cómodo que nos hubiera gustado ya que las butacas eran más bien sillas semirrígidas y debimos pasar allí toda la noche. Para solucionarlo intentaríamos primero estirarnos a lo largo utilizando asientos, y abrazándonos bien fuerte para que ninguno cayera, pero sería harto complicado mantenerse en equilibrio durante tantas horas…

Así Vicky descubriría que algunas personas y varios perros, habían decidido intentar encontrar su postura directamente en el suelo, y ella decidió intentarlo también…

De este modo yo tenía 4 butacas y me sobraba espacio, mientras Vicky rápidamente encontraría la postura en el suelo a pocos centímetros de mí.

No sería la mejor de nuestras noches y rápidamente utilizaríamos la excusa del amanecer para saltar de nuestras “camas”, intentando descubrir también con el GPS el preciso lugar donde nos encontrábamos.

El espectáculo desde el barco era precioso ya que, aquel nacer del sol venía acompañado de numerosas islas y unas aguas más azules que el propio cielo. “Google maps” decía que nos encontrábamos bordeando la isla de Ítaca, esa que aparecía en la mítica Odisea del rey Ulises…

En nuestro caso no habría naufragio ni nos enfrentaríamos a cíclopes gigantes de un solo ojo, pero sí que iríamos discurriendo y descubriendo numerosas islas, bordeando algunas tan conocidas como Cefalonia o Zante…pronto llegábamos a costas del Peloponeso, a esa zona marítima conocida como el Golfo de Corintho, en cuya costa pasaríamos nuestro primer mes en este fantástico país.

Habíamos reservado un apartamento del 3 de Junio al 9 de Julio en un pueblo desconocido llamado Thalero, un lugar del que, de no ser por nuestras ganas de aventura y las distintas coincidencias, jamáshubiéramos conocido su existencia…

Entre las coincidencias estaba la de encontrarse a 2 kilómetros del golfo de Corintho, a pocos kilómetros de Corinto y no muchos más de Atenas, en pleno Peloponeso y en una de las zonas más importantes y reconocidas del país….eso y las fotos de la aplicación “airbnb”, harían el resto. Hacía allá íbamos, pero para llegar, deberíamos hacer un buen tramo en coche…había escuchado hablar o leído sobre la mala conducción y el mal estado de las carreteras en Grecia pero, viniendo de la zona sur de Italia y habiendo vivido 9 años en Roma, difícilmente imaginaba encontrar algo peor. Y, al menos en sus comienzos, no me equivocaría…

Una vez amarrados en el puerto más importante del Peloponeso, en la ciudad de Patras, pudiendo observar desde el barco el puente colgante más grande del mundo, nos dirigimos al garaje para empezar nuestra aventura griega…

Pronto descubriríamos que no recorreríamos, de momento, dicho puente, ya que servía para unir el Peloponesocon el resto de Grecia más al norte, y nosotros nos dirigíamos hacía el Oeste. Poco más de 100 kilómetros nos separaban de Thalero, y según el mapa llegar no nos costaría más de hora y media, no sabíamos muy bien lo que esperaba en el camino pero ilusionados como estábamos, hacía allí nos dirigimos…

Como imaginábamos, el primer contacto con Grecia no nos defraudaría para nada y, tanto el perfecto estado de las autopistas que contactaban la llegada con el destino como las increíbles vistas del golfo de Corinto con las que la carretera nos obsequiaba, hacían presagiar que esta aventura merecería, y mucho, la pena…

Tras uno de los recorridos más fabulosos que jamás he surcado en carretera, uno de esos que te hace recordar el anuncio de “te gusta conducir”, llegábamos a Thalero y, el lugar, su ubicación, y sobre todo las vistas que nos darían los buenos días durante el próximo mes, serían inmejorables. Estábamos exhaustos y todo esto no había hecho más que empezar…