El martes 11 al despertar y tras desayunar pusimos rumbo hacia las cuevas de Melissani “Melissani lake”, una especie de “cenote Mexicano”. Llegamos allí sobre las once y nos dirigimos directos a pagar la entrada.

El coste era de 7€ por persona, y pensábamos que estaríamos disfrutando del lugar por lo menos una hora, pero para nuestra sorpresa terminaron siendo únicamente unos escasos 10 minutos.

Tras pagar la entrada accedes a una escalera que desciende a la cueva directamente, allí te detienes ante un grupo de personas que como tú, esperan un bote para poder subir en él y disfrutar así de aquel lugar tan “mágico”.

Esperamos nuestro turno y cuando llegó el barquero, entramos y nos sentamos a esperar que se pusiera en marcha. El recorrido era simple, unos metros hacia el centro de la cueva-lago donde podías apreciar el agujero que el terremoto dejó a la vista y que gracias a él descubrió el reconocido “lago subterráneo”, y navegar después otros metros hacia el interior de la cueva, donde se pueden apreciar las estalactitas y estalagmitas que se han ido formando con el paso de los años.

Cuenta la mitología griega que en esta cueva fue donde se suicidó una ninfa cuando fue rechazada por el amor de un semi-Dios. A partir de aquel suceso se convirtió en refugio para todas las ninfas donde disfrutaban de poder estar en un lugar tranquilo e inaccesible para quienes querían apoderarse de su belleza.

Cabe decir que a pesar del micro tiempo que tienes para observar aquel lugar, es digno de ver. Un lago de unos colores tan intensos que te dejan anonadado, a mí me dejó tan perpleja que me sentía como una niña pequeña descubriendo un lugar mágico donde habitan hadas y duendes.

Si no has visto nunca (como fue mi caso) una cueva subterránea con un lago, vale mucho la pena, pero si en cambio ya has visto lugares parecidos, pagar 7 euros para un paseo de 10 minutos en barco, puedes ahorrártelos.

Tras esa “micro visita”, pusimos rumbo hacia “Antisamos Beach”, una pequeña cala preciosa de roca y aguas cristalinas. Hay una parte de ella donde se agrupan varios grupos de sombrillas y restaurantes, y otra un poco más alejada donde no está tan concurrida y puedes disfrutar de una estadía más relajada.

Allí nos quedamos hasta que nuestros estómagos nos obligaron a salir del agua y a ponernos en marcha, esta vez poniendo rumbo al poblado de Sami.

Encontré un restaurante llamado Melisani Tavern, donde la gente que había ido le había dado buen voto. Nos sentamos y un hombrecito de edad avanzada nos atendió. Le pedimos una cerveza Alfa bien fresca, unas meat balls y queso feta al horno. Cuando terminamos de comer, y le pedimos la cuenta, quisimos pagarle en tarjeta y nos miró como si hubiéramos dicho una tontería, ya que solo quería “cash”, y así entendimos que iba de listo queriéndose ahorrar las “taxes” cobrándonos en negro. Obviamente la comida estaba buena pero el precio era un poco más caro de lo habitual, 20€, y entre una y otra cosa si algún día volviéramos a la isla, sabíamos que a este restaurante no volveríamos.

Cuando nos levantamos de la mesa, nos dirigimos al puerto de Sami, nos interesaba saber los precios de los barcos que te llevaban hasta la cercana isla de Ítaka. Preguntamos la única compañía que al parecer hace el recorrido con el coche a bordo, y allí nos dijeron que el precio por dos personas más el coche ida y vuelta ascendía a 50€.

Como nos encontrábamos en el mes de septiembre, es decir, en temporada baja, los horarios eran los siguientes; salida a las 9 de la mañana y regreso a las tres de al medio día. Por el precio que te hacían pagar y las pocas horas que teníamos para poder recorrer bien Ítaka, decidimos dejar esta aventura para otra ocasión, seguro que a Ulises no le importaría que lo acompañáramos en su odisea otro día o viésemos su costa desde las playas de su vecina Kefalonia.

Para nuestra sorpresa días más tarde, mientras nos acercábamos a realizar una de las aventuras más impresionantes que hemos realizado, debiendo descender con cuerda más de 20 metros para entrar en un cueva, Kostas el que sería nuestro guía en esta nueva aventura, nos explicó que se cree que en pasado Ithaka la formaban la pequeña isla que ahora ha tomado su nombre y también la actual Kefalonia, ya que estaban unidas por una lengua de tierra que más tarde, la constante actividad sísmica del lugar haría desaparecer sumergiéndola debajo del mar. Así pues Ithaka era Cefalonia y Cefalonia era Ithaka, el destino final en la Odisea de Ulises y también el nuestro en una de las mejores aventuras de nuestras vidas, un viaje de más de 4 meses recorriendo el precioso imperio griego.

Cómo no teníamos mucha idea de a dónde dirigirnos nos quedamos en la playa del puerto un rato. La playa no tiene muchos alicientes, pero sí que es verdad que al estar rodeada de abetos, y pinos frondosos, parece más el paisaje de un lugar de Canadá que de la mismísima Grecia.

Regresamos al coche para volver a nuestro apartamento, todavía nos quedaba un largo camino, ya que los trayectos en la isla son larguísimos. Predominan los acantilados y puertos de montaña. Para recorrer unos 40 kilómetros se necesita mínimo una hora, hay muchísimas curvas y para los que se marean con facilidad esta isla es sin duda, una dificultad.