Tras un inicio caótico y divertido en tierras Vietnamitas, antes casi incluso de empezar esta aventura en la también llamada IndoChina, Vicky se dedicó a investigar sobre los muchos secretos y misterios que podíamos encontrar en este bonito país. Siendo toda una experta en este tipo de búsquedas en pocos minutos había descubierto una de las perlas de Vietnam, la isla de Phu Quoc, aceptamos barco y, pocos instantes después, ya disponíamos de una buena lista de actividades que realizar y lugares que explorar en la también conocida como isla esmeralda.

Mapa de la isla de Phu Quoc

Mapa de la isla de Phu Quoc

Phu Quoc, la mayor isla Vietnamita, se encontraba al sur del país y existía un gran número de vuelos que podían acercarte desde Ho Chi Minh por poco más de 20 euros. Habiendo descansado bastante poco en nuestros comienzo por Vietnam nos moríamos de ganas por volar hasta allí y, apenas 3 días después de haber entrado en el país, nos dirigimos hacía allí.

Nuestra idea era disfrutar del sol y playa en esta isla para después subir hacia Camboya saliendo de Vietnam para volver a entrar una vez recorrido este último pais. De este modo podíamos conseguir disfrutar de Vietnam por más tiempo del permitido (15 días) con el visado normal “on arrival”. Saliendo y volviendo a entrar dispondríamos de 15+15 días (2 entradas) tiempo suficiente para ver Hoi An y Hue, las otras dos metas que nos habíamos puesto.

Así pues pasaríamos una semana en esta preciosa isla de extensión similar a Ibiza, suficientemente grande para perderse varios días pero lo suficientemente pequeña como para explorarla en detalle durante el tiempo que estaríamos allí. Entre las cosas que queríamos conocer estaba perderse y descubrir sus playas, visitar una de las cárceles más inhumanas de la guerra de vietnam, descubrir varios pueblos de pescadores, conocer y degustar el mejor marisco en el night market de la ciudad, descubrir preciosos atardeceres y, si había tiempo y teníamos ganas seguir explorando otras cualidades del lugar como la de probar y conocer la famosa fábrica de la considerada una de las mejores pimienta negra del mundo originaria de la isla. Para descubrir estas y otras realidades necesitabamos únicamente tres cosas: muchas ganas, una moto y algo de protección solar para no acabar quemados…

Nada más llegar al hotel, un bonito apartamento con piscina en el centro de la única ciudad de la isla llamada Duong Dong, preguntamos por el precio del alquiler de las motos solicitando un merecido descuento (la alquilaríamos durante 5 o más días) consiguiendo un perfecto medio de transporte por 5 dólarse al día.

Explorando la zona sureste (SaoBeach y el pueblo pesquero de An Thoi)

Ya con la moto, fuímos a ponernos los bañadores y pillar crema, toallas, algunos dongs (moneda vietnamita) y cámara de fotos para aventurarnos rumbo sur hacia la reconocida (en la mayoría de blogs) como mejor playa de lugar, la llamada Sao Beach.

Una vez más descubriríamos que o bien habíamos llegado demasiado tarde (los turistas empiezan a joderlo todo) o bien sobre gustos como bien dice el dicho, “no hay nada escrito” ya que, aunque la playa era preciosa, el alboroto y la alta concurrencia nos hizo entender que seguramente existían lugares más salvajes y espectaculares, y así sería…

Arena blanca en Sao Beach

Arena blanca en Sao Beach

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Vistas de Sao Beach

Vistas de Sao Beach

Tras varias horas disfrutando del lugar (yo aún no disfrutaba al 100% debido a mis vértigos), decidimos buscar un sitio donde comer y, como la isla era bien grande y teniamos mucho que conocer, decidimos acercarnos al pueblo pesquero más cercano (en la punta sur) llamado An Thoi.

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Pueblo de pescadores de An Thoi

Pueblo de pescadores de An Thoi

An Thoi

An Thoi

Una vez en el lugar constaté una de las ideas que me he hecho de este país (algo que sucede en todo el sudeste asíatico), la idea de que algunas cosas sencillas muchas veces se convierten en demasiado complicadas. En Vietnam dificilmente hablan inglés y, en algunos lugares tal vez “poco turísticos”, o no disponen de menú o lo tienen únicamente en su idioma y, conociendo que entre otras cosas este es uno de los países en que se come perro, es mejor no fiarse…

Con alguna dificultad para encontrar un lugar donde incar el diente, notándonos algo más de mala ostia que lo normal debido a la llegada de ese hambre irracional que a veces nos llega, decidimos pararnos en un puesto callejero y saborear unos rollitos vietnamitas (2 por cabeza) por menos de 1 euro en total (20 mil dongs, en este país puedes ser pobre y millonario…). Con los estómagos más calmados observando que se acercaba la noche y debíamos atravesar casi toda la isla con “pirados” al volante, decidimos por precaución acercarnos al hotel.

Así como en la india había flipado con las capacidades al volante de los hindús, auténticos pilotos de rallys, en Vietnam flipaba por todo lo contrario, conducen mal no, peor, y lo más gracioso es que si les miras con mala cara o les dicen algo, se ofenden. Entendiendo que allá donde fueras haz lo que vieras, soporte lo mejor que pude las locuras al volante sin sentido que se sucedían en la carretera.

Tras sufrir más de un susto y cagarme en ellos en el idioma que podía (si hubiera conocido el vietnamita habrían flipado), me dí cuenta de que me ingnoraban totalmente. Para ellos lo normal es saltarse semáforos, conducir en dirección contraria o invadir el carril contrario si lo veían necesario. Consciente de esta realidad y considerando inútil enfadarse, decidí tomarme las cosas con calma pero mucho ojo evitando acercarme demasiado a los vehículos de mi alrededor y visualizando las peores posibilidades cuando se daba cualquier tipo de aglomeración, de este modo conseguimos sobrevivir sin ningún tipo de percance en (seguramente) uno de los países más complicados para conducir en moto.

Sanos y salvos, por la noche decidimos observar las cercanías del hotel dándonos de bruces con el Night Market de la ciudad, un mercado nocturno lleno de restaurantes y puestos donde principalmente se vendía marisco, pero también crepes, helados, frutos secos o ropa; lo que más llamaba la atención eran sus grandes peceras con mantas, tiburones, langostas gigantes (parecían más bien cerdos), ostras gigantes, serpientes de mar, morenas, peces luna y casi cualquier tipo de vida marina de los alrededores. Por fortuna estaba a unos cien metros de nuestro hotel así que por las noches ya no sería necesario coger la moto.

pece3ras con tiburones...

pece3ras con tiburones…

Anguilas y peces luna...

Anguilas y peces luna…

El night market de Phu Quoc

El night market de Phu Quoc

Langostas del tamaño de un cerdo

Langostas del tamaño de un cerdo

Marisco a elegir en el night market

Marisco a elegir en el night market

Una vez allí estudiamos las posibilidades de cenar dándonos cuenta del alto precio del marisco en el lugar (un cangrejo entero podía salirte por más de 40 euros), aún con todo, observamos un restaurante en la esquina final del mercado con precios bastante decentes en el que el último día degustamos un marisco espectacular.

De ruta por la Zona Noroeste (playas de Vung Bau o Ong Lang y pueblo de Gaung dung)

Si el primer día habíamos decidido explorar la zona sureste bajando hasta la punta sur (An Thoi), el segundo nos levantamos con ganas de descubrir las playas de la parte noroeste subiendo hasta la punta norte, el pueblo pesquero de Guang dung.

Nuestro destino se llamaba Vung Bau Beach pero, antes de comenzar la odisea al volante, veíamos necesario coger fuerzas suficientes para sortear cualquier tipo de imprevisto. Habiendo reconocido que en la isla era complicado disfrutar de desayunos “occidentales” (se ponen finos a arroz o noodles para desayunar) descubrimos un bar llamado Buddy’s con opciones europeas (nos parecía difícil pero el propietario del lugar nos aseguro que si no nos quedabamos contentos nos devolvía el dinero.

Aunque algo caro, se agradecía poder disfrutar de unos sandwiches y del mejor café Vietnamita (esta buenísimo) hasta el momento, y reconociendo que su jefe era un Europeo residente desde hace tiempo en el lugar, aproveché para pedirle información sobre la isla.

Su amigo, un italo-egipciano que vivía en Ho Chi Minh (me encanta la gente con vidas fueras de lo normal), pensó que yo era italiano y se dirigió a mi en este idioma, así que en italiano, me explicó que no existían supermercados (tipo Saigón) en el lugar, que la mejor pizzería se encontraba en la zona cercana a Long Beach (la playa más larga de casi 20 kilómetros) del lugar, cuál era el precio justo del vino y la dificultad de encontrar queso, entre otras cosas.

Tras intercambiar unas cuantas palabras aprovechamos para preguntar la mejor salida hacía Vung Bau Beach a lo que tras las indicaciones nos ayudó a recordar la importancia de tener cuidado, ¡cuidado con las motos! Y más cuando salen del trabajo…yo pensaba haberlo visto todo pero ¡nada más lejos de la realidad!

Con mucho cuidado, había aceptado que era mejor llegar tarde pero conseguirlo, llegamos a Vung Bau Beach, para mí la mejor playa y una de las mejores que jamás haya visto (hasta que llegaría días después a las playas de la isla camboyana de Koh Rong). Con una playa de varios kilómetros de largo en forma de bahía, el agua transparente y cristalina parecía posarse en el lugar más como un lago que como un mar, al no haber prácticamente olas, constantemente podías ver los peces que nadaban a tus pies, y el disponer casi en exclusiva de aquel gran trozo de arenas blancas te hacía sentir naufrágo por un día. Días despúes al haber disfrutado de la mayoría de las playas del lugar Vung Bau se convertiría en nuestro lugar preferido para descansar y disfrutar de la playa.

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Vung Bau, aguas increibles...

Vung Bau, aguas increibles…

Ayudados por tan precioso paisaje, aguantamos el hambre lo mejor que pudimos para poco más tarde de las 15 decidirnos por subir hasta el pueblo pesquero de Guang dung, pueblo pintoresco desde el que podía observarse la costa de Camboya. Con suerte nos iría mejor que el día anterior y comeríamos algo distinto a aquellos baratos rollitos vietnamitas…

Paseos por la jungla

Paseos por la jungla

Perdiéndonos por el camino como ya es costumbre (aunque en Vietnam y Camboya hay que tener más cuidado que en el resto del mundo al estar inundado de minas) dimos de bruces con muchísimas zonas en construcción dándonos cuenta de que habían empezado a joder la isla a velocidad vertiginosa…

Poco antes de descubrir el mayor complejo de chalets (en construcción) que jamás antes haya visto, dimos de bruces con otra de las perlas del lugar, la playa de Bai Dai. Arenas blancas, aguas turquesas e infinidad de tumbonas apoyadas en árboles desde la que disfrutar también de las sombras.

Seguimos subiendo hasta descubrir el precioso pueblo de Gaung dung, una hilera de cabañas hechas con uralita pegadas a una costa repleta de barcos de pesca. Entre infinitos callejones de los que no sabíamos donde iríamos a parar, llegamos a la calle principal observándo un restaurante al que podías llegar a través de un muelle. Dándonos cuenta de que no había muchas más posibilidades y de que se hacían casi las cuatro, sabíamos que este era el lugar donde debíamos parar.

Unos fantásticos seafood noodles despúes, algo más tarde de las 17, decidimos acercanos a una playa cercana a nuestro hotel desde la que observar el atardecer ya que no me apetecia conducir de noche. No sabía que una jauría humana acababa de salir de trabajar y teniendo en cuenta la inmensa cantidad de hoteles, villas y chalets en construcción ¡tocaba flipar!

No paraban de salir motos por todos lados...

No paraban de salir motos por todos lados…

Como en aquellos juegos de naves de las antiguas videoconsolas, con el pasar del tiempo aumentaba la dificultad y, el principal problema era que disponíamos de una sola vida, ¡no podíamos fallar!. Ojos a vizor (los míos y los de Vicky) intentamos sortear a tanto pirata de la carretera lo mejor que pudimos hasta el punto de poder decir que en Phu Quoc me he graduado con nota en el sorteo de obstáculos en motocicleta, todos los días en esta isla tuvieron un denominador común, la moto, el medio de transporte con el que descubriríamos lugares asombrosos perdiéndonos entre caminos de cabras o sorteando complicadas carreteras infectadas de gente para la que liarla al volante era algo tan natural como respirar.

Tras algo más de media hora sorteando motoristas, ya a pocos kilómetros de la Duong Dong (la ciudad principal de la isla y donde teniamos el hotel), decidimos acercarnos a ver el atardecer a otra de las playas principales, Ong Lang Beach, en breve disfrutaría de uno de los mejores atardeceres que jamás he visto, para nuestra sorpresa no estaríamos solos..

No estaríamos solos porque una pareja de gaviotas había decidido llegar antes al lugar y disfrutar de una velada romántica con el espectáculo del ocaso. No podían elegir un palco mejor…

Gaviotas románticas

Gaviotas románticas

Las gaviotas no se pueden resistir...

Las gaviotas no se pueden resistir…

En una de las esquinas de la playa de Ong Lang, concretamente en la enrtada del resort Mango Bay (si pasas por esta isla busca este lugar), la naturaleza ha creado una pequeña bahía con aguas que al atardecer reflejan una cantidad de colores provenientes del cielo que te dejan estupefacto. Creo que jamás había sido consciente de la cantidad de azules, rosas y violetas que puede contener el cielo, algo tan magnifico que (puede sonar extraño pero cierto) una pareja de gaviotas atolondradas (parecían darse besos) tampoco quería perderse: sin palabras…

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Hasta las gaviotas eatan flipando...

Hasta las gaviotas eatan flipando…

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Atardecer desde Ong Lang Beach, uno de los más bonitos que jamás he visto

Atardecer desde Ong Lang Beach, uno de los más bonitos que jamás he visto

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Dos días de isla habían dado para mucho, habíamos conocido rincones fantásticos en los que perderse pero aún nos quedaba mucho por ver, posicionándonos en el mapa quedaba por explorar la mitad noreste en la que podríamos observar una reconocida granja de cocodrilos o la bonita playa llamada Thom Beach, y la mitad suroeste con la playa más larga de la isla llamada Long Beach o una de las cárceles más criminales de la guerra de Vietnam, la conocida como Coconut Prison.

ún quedaban cosas por descubrir...

ún quedaban cosas por descubrir…