Ayudados del mapa y de internet descubrimos a mitad de camino, la ciudad de Medias, junto a Sibiu una de las más importantes metrópolis Transilvanas. Este sería el lugar en el que hacer una pausa en nuestro recorrido.

El paisaje que acompañaba a nuestra conducción no cambiaba respecto el día anterior. Pueblos cada pocos kilómetros con constantes limitaciones de velocidad, campesinos, caballos, amplios tejados en casas multicolores y ese verde que lo inundaba todo.

Iglesia fortificada de Medias

Sorteamos alguna que otra pequeña y preciosa montaña hasta llegar a Medias y parar para observar la ciudad. Nuestro objetivo en el lugar se llamaba iglesia fortificada de Santa Margarita edificio en el que, entre otras cosas, se dice que estuvo encerrado Vlad Tepes en el año 1467.

Aparcamos el coche junto a una gran torre que daba entrada a la ciudad y aún hoy flanquea su centro amurallado, una ciudadela gótica que sigue manteniendo gran parte de su antiguo esplendor.

De camino hacia la iglesia de Santa Margarita apreciamos las preciosas casas de época de techos aún más característicos que los ya espectaculares tejados rumanos. Si en Sighisoara el ambiente te hacía sentirte observado, aquí eran sus tejados que parecían poseer ojos…

Casas “con ojos”

Ojos porque casi la totalidad de techos disponían de dos buhardillas que, apreciando el conjunto, les daban forma de ojos. De esta forma sentías como constantemente, infinidad de miradas te acompañaban en el precioso camino empedrado en el corazón de la ciudadela.

Una inmensa torre de más de 75 metros de altura llamada Torre de las trompetas, se convirtió en nuestro punto de referencia para movernos por allí.

No existían turistas por lo que esos caminos empedrados que discurrían a los lados de las murallas que protegían la iglesia daban una sensación de paz que nos ayudaba a disfrutar de aquella nueva realidad en la que según la historia el príncipe Drácula estaría encarcelado más de 500 años atrás.

Defendiendo la iglesia también hay otras torres, entre ellas una llamada de los sastres, se dice fue la que sirviese de cárcel para Vlad el Empalador.

La estela de Drácula nos había ayudado a conocer esta preciosa ciudad dentro de la que el tiempo no parecía pasar. Pronto nos acercaría a uno de los lugares en que sembró el terror, un lugar al que la historia otorgó el temido nombre de bosque de los empalados, el mismo en el que hoy se erigía una urbe, la ciudad de Sibiu.

Nos separaban únicamente 44 kilómetros pero, en este país inundado de pueblos y tan austeras restricciones de circulación, sabíamos que tal empresa seguramente llevase más tiempo de lo normal…

El paisaje, aunque algo más montañoso ahora, no cambiaba demasiado pero servía para recordar y apreciar en gran medida lo auténtico y único del país en que nos encontrábamos.

Finalmente, poco antes de las cuatro de la tarde, tras sortear una pequeña montaña, el espectáculo ante nuestros ojos se hizo majestuoso.

Un inmenso valle del que difícilmente podía encontrar un semejante en mi memoria hacía apreciar como al fondo se erigía una gran ciudad flanqueada por dos gigantes torres; y justo detrás de ella, la cordillera de los más altos montes Cárpatos nos recordaba cual sería nuestro siguiente destino, el auténtico castillo de Drácula en el monte Poenari, y la carretera Trasfagarasán, una de las más sinuosas y escarpadas del planeta.

Llegábamos a Sibiu y ese precioso valle que apreciábamos hacía casi imposible imaginar el sobrenombre que la historia de Drácula había dado al lugar, el bosque de empalados, la explanada elegida por el príncipe Tepes para en el año 1460 exponer los cuerpos de más de 10000 soldados derrotados, ensartados en palos de más de 3 metros de alto, un lugar de terror elegido para ganar la más cruenta de las guerras que este país protagonizase hace cientos de años con sus vecinos otomanos.

El bosque de empalados

Se pueden encontrar infinidad de grabados o pinturas sobre los empalamientos de este príncipe sediento de sangre, en la más célebre de ellas puede verse a Vlad sentado mientras come y disfruta del espectáculo de su bosque de empalados, una imagen inspirada en este valle de terror en el que, gracias a nuestra calesa blanca de nombre Toyota Aygo, ahora nos adentrábamos.

Si te ha gustado el post, tal vez pueda interesarte conocer de primera mano las leyendas y misterios que se esconden tras este enigmático país aquí Rumanía: Tras la sombra de Drácula.