Por la mañana despertamos temprano, desayunamos y volvimos a reanudar nuestra marcha, esta vez hacia Poenari, donde se encuentra el castillo más singular de Drácula, el más utilizado por el príncipe rumano.

Conforme nos acercábamos empezamos a observar que el paisaje iba cambiando. Nos empezábamos a mover por las profundidades de los Cárpatos, plagadas de carreteras kilométricas junto con gigantes y frondosos árboles, que hacían que el paisaje te transportase a un lugar mágico. Empezamos a subir un puerto de montaña tras dejar atrás a Sibiu que se encontraba en un valle, y fue donde empezó una de las mejores aventuras que recuerdo haber vivido durante todo el viaje.

todo a nuestro alrededor va cambiando conforme vamos avanzando…

A mitad de camino paramos a comer en un restaurante que divisamos en la carretera y que se encontraba dentro del parque Natural de Cozia, frente a las montañas y junto a un gran lago, un sitio que sin pensar que lo encontraríamos, era el ideal para recuperar fuerzas y descansar después de conducir durante horas.

Restaurante Dada

El restaurante se llamaba Dada y es también una pensión, donde aparte de buena comida pueden darte alojamiento a buen precio.

Como encargada de elegir los platos típicos, escogí de primero una mamaliga mara muereseana in straturi (una especie de tarro lleno de polenta, quesos y carne) y de segundo una carne afumata de la garnita (carne grasienta y muy salada, acompañada de polenta con queso). Los platos eran bastante consistentes, básicamente compuestos de carne (tipo cocido madrileño), ya que más que carne era tocino.

carne afumata de la garnita

El otro plato que se componía básicamente de mamalinga con trozos de carne y mucho queso fue algo pesado para mi gusto, ya que con dos cucharadas quedabas saciado.

Mamaliga mara muereseana in straturi

Era una comida buenísima pero para estómagos resistentes como los que tienen en el País Vasco, a decir verdad dejamos más de la mitad, así que con un plato hubiéramos comido los dos. Cómo no nos gusta tirar la comida, pedí por favor que nos la prepararan para llevar ya que, al llegar al principio al restaurante habíamos visto a un anciano auténticamente gitano, vendiendo cosas de madera hechas a mano pidiendo por favor que le compráramos algo.

Cómo no le íbamos a comprar nada pero nos sobró buena parte de comida, se la dimos acompañada de una botella de agua, pan y una sonrisa. El anciano nos lo agradeció con un brillo en sus ojos y transmitiéndonos sus gracias en el idioma universal pero con acento rumano.

No entendíamos nada, pero en ocasiones la mirada te lo dice todo. Así que con ese gesto solidario, una sonrisa y la barriga llena nos despedíamos de aquel lugar increíble donde recomendamos tanto para descansar como para reponer fuerzas.

Proseguimos en dirección Poenari con la esperanza de poder subir al castillo antes de que cerraran. Llegamos sobre las 16:00 de la tarde, después de haber tomado un café para espabilarnos y poder seguir por aquellas carreteras donde la conducción local es temeraria, mientras que los límites de velocidad son bastante extremos.

Ya en las faldas del castillo de Poenari…

A nuestra llegada, a las faldas del monte Poenari, nos topamos con un cartel gigante que decía camping Drácula, donde te podías alojar en unas cabañas de madera en plena naturaleza y a los pies del mismo castillo.

El precio de estas cabañas eran 50 lei por noche (unos 6 €), por dentro era pequeña pero muy acogedora, toda revestida de madera y con una gran cama de matrimonio que ocupaba la mayor parte de la superficie. La única pega estaba en que dentro de la cabaña no tenías baño, existiendo unos afuera, en un terreno donde los osos suelen ser avistados.

Nosotros ya teníamos una cabaña reservada en el pueblo de Corbeni a unos cinco kilómetros del castillo, pero de no haberla tenido os aseguro que nos hubiéramos quedado en este Cámping a los pies del monumento que fue testigo de parte de la vida del príncipe Vlad.

Como no podíamos subir a ver el castillo porque estaba cerrado ya a esas horas, nos dirigimos a nuestra morada. Al llegar nos encontramos con unas cabañas a pie de un pequeño lago artificial en un valle rodeado por los Cárpatos, era sin duda la estampa de alguna postal de cuento.

Nuestra humilde morada

Al llegar cansados y algo agotados de tanto viaje, decidimos pasar la tarde allí, aprovechar la piscina que había y relajarnos con un par de cervezas locales, en este caso, la Ursus (Osos en Rumano).

Disfrutando de unas cervezas ursus….

Cómo habíamos comido bastante, decidimos cenar un poco de queso que habíamos comprado de camino en la carretera a una gitana con algunas galletas que me había traído de Mallorca, pero acompañado como no, de una buena botella de vino Rumano para celebrar que sería el día siguiente, cuando visitaríamos uno de los castillos de la leyenda de Drácula.

 

Nos fuimos a dormir temprano, acompañados de un ligero dolor de cabeza producido por el vino local, hecho que produjo que al día siguiente nos dirigiéramos hacia el castillo de Poenari con algo de resaca incluida y con un sueño que no quiso dejarnos solos acompañándonos durante el resto del día.

A la mañana siguiente llegamos al camping Drácula, lugar desde el que empieza la subida hasta el castillo, preguntamos donde debíamos pagar la entrada correspondiente, a lo que nos respondieron que empezáramos a subir, y ya encontraríamos a quien pagarle.

Señalización que nos encontramos cuando empezamos a subir escalones…

La subida no era ninguna broma, más de 1400 escalones de pendiente considerable, con más de media hora de caminata por un bosque plagado de carteles que decían “cuidado osos”. No nos alteramos al ver esa advertencia, ya que hacía un mes leíamos en las noticias que el acceso al castillo había sido cerrado debido a que varios turistas se habían encontrado con osos por el camino.

A mí me hacía mucha ilusión verlos, ya que en mi vida no me había topado con ninguno. Sergio me comentó que mejor si no los veíamos ya que no son como en los dibujos animados, y en caso de vernos, seguramente no dudarían en atacarnos.

La subida entre risas y falsos avistamientos (por mi parte) de osos duró media hora, pero la sensación fue de hora y media (todo se tiene que decir).

Subiendo escalones….

Una vez arriba, cuando llegamos, las vistas y las ruinas de lo que fue uno de los castillos más usados por Vlad Tepes, merecían con creces el esfuerzo de la subida.

Los restos de lo que en su día fue un castillo y no uno cualquiera…

Quedaban tan solo restos de lo que fue un castillo en toda regla, pero al recorrerlas podías imaginarte como había sido antes.

La posición del castillo era bastante estratégica, podías observar todo a tu alrededor descubriendo la Trasfagarasán, carretera conocida por ser una de las más increíbles de todo Europa. Supongo que el príncipe supo perfectamente donde mandar a construir su fortaleza, pero es difícil comprender cómo subieron y pudieron construir todo aquello en la alta cima de esta montaña.

La Trasfagarasan en todo su esplendor…

Junto a la puerta de acceso al castillo, se encontraba una representación de empalamiento, la práctica atemorizante más utilizada por Vlad.

Muestras de empalamiento…

Desde las alturas, disfrutamos unas horas contemplando el paisaje, haciendo fotos y paseando entre los despojos de lo que fue un día una realidad, de la que a día de hoy, solo queda la huella de su leyenda.

Inspeccionando la zona…

Bajamos contentos y algo ágiles, ya que al haber sido la subida tan dura, la bajada parecía inexistente. Una vez llegamos abajo, compramos un imán de recuerdo y volvimos a la carga con el coche. Primero quisimos subir hasta un punto de la Trasfagarasán que nos dejara contemplar el castillo desde otra perspectiva diferente.

Una vez recorrida una pequeña parte de la Trasfagarasán, retomamos la ruta de nuevo volviendo y dejando atrás ese camino para un futuro en busca del sendero que nos acercase a nuestro siguiente destino, Bran. Nos quedaban 127 km para llegar al más famoso castillo de Drácula, ese en que Bram Stoker se inspiró para crear su novela.

Si te ha gustado el post, tal vez pueda interesarte conocer de primera mano las leyendas y misterios que se esconden tras este enigmático país aquí Rumanía: Tras la sombra de Drácula.