El jueves 13 despertamos con el pensamiento de que nos quedaban pocos días en Cefalonia, ya que el sábado debíamos partir hacia Patrás dando por finalizada nuestra aventura griega que ha durado ya más de cuatro meses.

Así que elegimos como objetivo ese día, la península de “Assos”, un lugar escondido y refugiado entre montañas. Habíamos leído que era uno de los rincones más bonitos de Cefalonia y que además era histórico, ya que fue uno de los poquísimos lugares que sobrevivieron al terremoto del año 1953.

Se trata también de una península microscópica donde se hayan dos playas de aguas cristalinas, un puerto y algunos restaurantes que se encuentran rodeando el muelle. El camino es fácil pero bastante largo dado que las pendientes son pronunciadas.

Cuando descendimos todo el puerto de montaña, llegamos a un pequeño parking donde aparcamos el coche. Nada más bajar nos topamos con una preciosa cala de arena y roca, con aguas turquesas.

Allí paramos unas horas, disfrutamos del sol y de algún que otro baño refrescante, hasta que decidimos seguir investigando el lugar. Desde donde nos encontrábamos se podían apreciar las casitas que componían la península de Assos, todas de colores y pegadas unas a otras, me resultó un tanto familiar a la estampa que tiene Oporto pero en pequeño, y seguramente el pueblo con más encanto de la isla de Cefalonia.

Observamos que se podía llegar a las casas y restaurantes cruzando la otra playa, y así lo hicimos. No llegamos a entender porqué en el lugar donde nos encontrábamos estaba vacío y la playa cerca de los restaurantes, mucho más fea que nuestra cercana cala, estaba tan abarrotada que no cabía ni una sola toalla más.Nos hicimos camino entre la multitud cruzando por la arena hasta alcanzar el paseo que te lleva por el embarcadero y los restaurantes.

Hicimos un reconocimiento de la zona, y no tardamos más que tres minutos en hacerlo, puesto que Assos es diminuto. No quisimos detenernos en ningún restaurante, los precios aquí eran un poco más elevados de lo habitual en Grecia, y pusimos rumbo de nuevo al coche en dirección “Makis Tavern”, sin duda el mejor restaurante de toda Kefalonia.

Llegamos allí gracias a las reseñas positivas que tenía, y no pusimos en duda ninguna de ellas. Nada más llegar pudimos darnos cuenta de que se trataba de un restaurante familiar. Allí estaban todos los miembros reunidos al fondo y sentados comiendo unos suculentos platos. Nos sentamos y tras observar la carta nos decantamos por platos típicos de la isla, uno era el “pastel de carne de Cefalonia o Kefalonian Meat Pie” y para acompañarlo nos decantamos por unos “calabacines fritos”. El pastel era como una empanada gallega pero más alta, rellena de arroz, tomate y carne, todo ello aderezado de una mezcla de especies, estaba buenísimo.

Terminamos más que satisfechos, y cuando pensábamos que habíamos terminado, nos sorprendió el camarero pidiéndonos si podía ofrecernos algo de postre para endulzarnos un poco. Obviamente contestamos con un “sí” y nos dio a elegir entre distintas opciones una especie de flan casero con caramelo y un pastel de leche con canela, probamos ambas y todo estaba riquísimo.

El postre como es costumbre en muchos restaurantes griegos nos lo regalaron y la cuenta ascendió a tan solo 16€. Sin duda si tenemos que elegir algún restaurante como el “mejor” en toda nuestra estancia en Kefalonia, el primero sería este, el “Makis Tavern”  y el segundo “Il Borgo restaurant”.

Como todavía quedaba camino para regresar hasta el apartamento y la tarde se nos echaba encima, decidimos como último lugar, volver a la cala más bonita de la isla “Pessada Beach”.