Tras nuestra estancia en el monte Athos, pusimos rumbo hacia la siguiente península, la última que nos quedaba por descubrir, la llamada Sithonia.

Al cruzar la línea imaginaria que separa la península de Calcídica con esta, un paisaje montañoso nos dio la bienvenida.

Todo cuanto veíamos y nos rodeaba eran hermosos bosques de pinos verdes, montaña y costa azul turquesa. Entre curva y curva divisábamos playas escondidas entre arbustos y rocas, un paisaje que sin duda nos dejó anonadados.

A nuestro parecer y tras ese primer encuentro, parecía más salvaje y menos turístico que su vecina Kassandra.

El gps marcaba el punto donde debíamos llegar, era la playa de Platanitsi que se encuentra hacia el sur. Allí pasaríamos la noche, en un camping con nuestra tienda de campaña.

Para asegurarnos tener sitio, pensamos que lo mejor sería acercarnos, pagar la tasa correspondiente, observar donde podríamos montar nuestra tienda y tras eso, empezar a recorrer parte de la península.

Previamente apuntamos en el “maps” las playas que nos gustaría visitar, así que tirando de esa lista y por orden fuimos parando en cada una de ellas.

Primero nos detuvimos en una llamada Sarti, a unos cinco kilómetros de nuestro camping. Al parecer era una de las más bonitas, pero cuando llegamos de nuevo la masificación de turistas, la cantidad de restaurantes y tiendas a su alrededor, hizo que para nuestro gusto no fuera de las más hermosas.

Aprovechamos que estábamos allí para parar a comer, había tal cantidad de restaurantes que en alguno encontraríamos buena comida y a buen precio.

Un gyro y una ensalada griega fueron nuestra elección, y tras un café griego reanudamos la marcha en busca de verdaderas playas paradisíacas.

Parecía que se hacían de rogar, hasta que de pronto, mientras conducíamos por la carretera, en el maps aparecía una playa bastante pequeña pero escondida entre un sinfín de caminos interminables.

Nos adentramos gracias a un cartel que ponía Goa Bar Beach, y empezamos a conducir por un camino sin asfaltar y que se perdía entre la montaña. Todo apuntaba que nos dirigíamos a una playa poco frecuentada…

Al llegar y aparcar el coche, nos percatamos de que no estaba muy masificada, había letreros de madera con nombres de países en diferentes direcciones que te daban la bienvenida. Un pequeño bar con música, unas cuantas sombrillas y media playa casi desierta donde podías estirar tu toalla sin miedo a tumbarte pegado a alguien.

Aquí no había masificación y tenías espacio de sobra para disfrutar de unas horas de sol y agua tranquilas.

Nos dirigimos a una de sus esquinas donde entre dos rocas establecimos nuestro campamento base, estiramos nuestra toalla y nos fuimos directos al agua.

De pronto mientras disfrutábamos del sol, el cielo se tapó y empezaron a caer alguna que otra gota, todo apuntaba a que se avecinaba tormenta. No dudamos en recoger las cosas, montarnos en el coche y dirigirnos hacia más al sur, donde parecía que estaba el cielo despejado con la esperanza de poder seguir disfrutando de playa.

Pusimos rumbo a una playa llamada Kalamitsi, a unos 12 kilómetros desde Goa Beach. Cuando llegamos aparcamos el coche pero ya desde dentro del mismo pudimos divisar que difícilmente nos quedaríamos allí.

Se trataba de un pequeño pueblo parecido a Sarti y en la playa desde la distancia no se divisaba ni un solo hueco. Por curiosidad nos bajamos del coche y caminamos hasta la arena, donde solo pudimos afirmar lo que nuestros ojos vieron en un principio desde la distancia, masificación turística y ni un hueco para poder colocarnos.

Aceptamos que nos habíamos equivocado de nuevo y que las expectativas de encontrar algo parecido a la de Goa Beach, se habían truncado. Pero sin perder la esperanza subimos de nuevo al coche y pusimos rumbo hacia otra playa, Kriaritsi.

Esta se encontraba a unos 7 kilómetros al norte de Kalamitsi, así que tardamos unos quince minutos en llegar. Empezamos a adentrarnos por una serie de caminos que se comunicaban entre sí, llenos de cabras y por supuesto sin asfaltar. Todo apuntaba a que, si no nos terminábamos perdiendo llegaríamos algún lugar poco frecuentado y espectacular.

Tras más de cinco minutos de conducción por aquellos senderos, parando de vez en cuando porque un grupo de cabras se cruzaban en nuestro camino, llegamos a la playa.

A primera vista parecía un camping puesto que había numerosas “campers” estacionadas y se divisaban alguna que otra tienda.

Aparcamos el coche justo en la misma entrada de la playa, y empezamos a recorrerla. Al principio nos topamos con un grupo significativo de tumbonas y sombrillas, donde al parecer se juntaban todas las personas que estaban frecuentando aquel lugar.

Nosotros optamos por seguir caminando hasta llegar casi al final, donde no había nadie y donde pudimos disfrutar de un baño relajante prácticamente solos.La arena era fina y el agua era tan transparente que podías observar el fondo sin necesidad de sumergirte.

A Sergio esta playa le sedujo, hasta tal punto que la posicionó en el número dos de su lista de mejores playas en las que había estado hasta el momento en Grecia.

Debo admitir que a mí también me terminó embelesando por completo, y por ello allí nos quedamos hasta que se nos hizo la hora de regresar al camping.

Nos tocó despedirnos de este espléndido lugar antes de que se nos echara el atardecer encima.

Cuando llegamos al camping, escogimos la zona cercana a los baños para colocar nuestra tienda. Tardamos prácticamente dos minutos en dejarla lista, ya que es de esas que ya están “montadas” y solo la tienes que sacar de la bolsa.

Después nos dirigimos con unas cervezas hasta la playa del camping donde disfrutamos del ocaso con vistas sensacionales al monte Athos. Tras el atardecer, nos dispusimos a cenar y a dormir, nuestro día había llegado a su fin.

Al día siguiente despertamos temprano con la intención de visitar alguna playa más de esta fascinante península llamada Sithonia.

Nuestra primera parada sería la llamada Karidi beach, donde una cala espectacular de rocas blancas nos dejó anonadados.

Allí pasamos parte de la mañana tomando el sol y disfrutando de un buen baño. Tras eso, seguimos rumbo hacia el norte y paramos en la llamada Lagonisi Beach que al observar desde la distancia la cantidad de gente que había, nos decantamos por no parar allí y seguir hacia Latoura Beach.

Esta playa a primera vista parece “privada”, pues se encuentra en una urbanización de chalets y tiene hasta un pequeño puerto.

Nosotros nos adentramos como si fuéramos unos inquilinos más, y allí nos quedamos hasta que se nos hizo la hora de comer. A simple vista parece una playa bonita, pero una vez estás dentro del agua, te percatas de que está sucia. Imaginamos que la contaminación se debe a que el puerto está demasiado cerca.

Nuestra estadía fue breve, y tras un chapuzón reanudamos la marcha en busca de algún lugar donde satisfacer las necesidades de nuestro vacío estómago. Decidimos parar en el pueblo cercano de Ormos panagias, donde en una taberna nos deleitamos con unos suculentos y apetitosos platos.

Ahora con la barriga llena y un buen café nos dirigimos de vuelta hacia Salónica, tocaba regresar a casa…