Después de un viaje de más de 14  horas, llegamos a nuestro siguiente destino, Varanasi. Eran las 14:00 y después de no haber comido nada en todo el día anterior, decidimos ir rápidos hacia el centro para coger energías.

Topamos con un restaurante que Sergio ya conocía, pues hace 4 años él estuvo en esta misma ciudad y recordaba algunas de las cosas que nos servirían de guía para pasar los mejores 4 días en la ciudad sagrada.

Después de llenar nuestras barrigas, decidimos irnos hacia el hotel, hacer el check-in y descansar un poco. El tren agota y más cuando te ha tocado la litera de la ventana rota por la que pasa mucho aire.

Poco más tarde de las 17:00 decidimos salir hacia los gats y así ir a hacer un reconocimiento de la zona, que para mí era la primera vez.

barcas

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Nuestro hotel se encontraba en un gat, y solo con bajar las escaleras ya estábamos en el río Ganges y desde allí caminando se podía llegar hasta el más importante de todos los Gats, donde se celebran las cremaciones y por tanto, el más sagrado de todos.

Mientras paseábamos no podía dejar de alucinar con todo lo que veía, Sergio en su día me comentó que me encantaría pero no me podía imaginar hasta qué punto.

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El paisaje era increíble, y los colores que lo habitaban hacían del sitio un lugar difícil de describir. Me sentía como en otro mundo, como si me hubiera metido de lleno en algún cuento de las mil y una noches.

Ropa secandose por doquier

Ropa secandose por doquier

Veía Sadus por todos los sitios, santos vestidos de colores muy llamativos y algo que llamó mi atención fue que la gente les daba dinero. Quise sacarle alguna foto, pero Sergio ya me advirtió que después de posar para mí, me pedirían dinero a cambio.

Me intentaron parar para pintarme un bindi sin que yo pidiera nada, ingenua de mí sonreí y de nuevo Sergio me advirtió que después me pedirían rupias a cambio, así que me negué a que me pusieran nada en la cabeza. Estaba aprendiendo varias cosas que tendría que tener en cuenta si no quería que me timaran todo el tiempo.

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Seguimos caminando por los Gats, y topamos de frente con los rituales “arti”, el que había comentado en mis retos. Cada día se celebraba por la noche, algunos santos se ponían de rodillas con incienso, velas y mirando para el río recitando cosas. Era chulo para pararse un tiempo a contemplar ese espectáculo de luces, colores y olores.

Al poco , decidimos continuar hacia la parte más curiosa y diferente de todas, donde realizaban las cremaciones.

Antes de entrar allí , nos advirtieron de que las cámaras debíamos guardarlas ya que si alguno de los locales o familiares de la persona que estaban quemando en ese momento te veía, era capaz de matarte o hacerte cualquier cosa. Decidimos ante las advertencias guardar todo en la mochila y así poder contemplar sentados desde la escalera como iban bajando personas con su familiar muerto para depositarlo en unos troncos de leña y así poder empezar el ritual.

En ese lugar había miles y miles de troncos y la gente los compraba al peso. Los encargados de venderlos son los llamados “intocables”, la casta más baja de la India. Ellos dirigen las cremaciones, ceremonias y venden la leña.

Leñas para cremaciones

Leñas para cremaciones

El familiar compra la leña, de calidad o normal, dependiendo siempre de lo que quieran pagar su difunto pariente se consumirá antes o más tarde. Sí , yo también encuentro un poco macabro eso, pero para gustos colores.

Lo que más te llama la atención cuando estás presenciando una cremación, es que sus familiares no lloran, que solo son hombres los que acompañan al muerto y también el olor.  Al principio no entendía porque razón las mujeres no podían estar allí, ya que tenían el mismo derecho que los hombres.

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Pero me explicaron que antiguamente las mujeres de una casta en concreto, cuando enviudaban, por su “ley” ellas se lanzaban a la hoguera para morir junto a su amado. Por ese mismo motivo decidieron que la mujer no podía asistir ni presenciar el funeral, para evitar suicidios.

Y allí nos quedamos observando los funerales que se celebraban en ese momento durante un buen rato, hasta que el olor desprendido de las hogueras nos hizo levantarnos e irnos.

Nos adentramos por las callejuelas del Gat donde nos encontrábamos, si se hubiera tratado de algún sitio como Europa, no nos hubiéramos atrevido. Para mí, la India es uno de los lugares más seguros del mundo, la gente es muy buena (supongo que será por su religión), te ayudan en todo y por mucho que te camines por calles oscuras y sin salidas, jamás te saldrá alguien con una navaja para robarte.

Lo único que nos pasó como anécdota, fue que a cada metro que recorríamos nos paraban diciendo si queríamos marihuana o hachís. Aquí los Sadus se ponen finos y se pasan el día fumando canutos de hierba (empezaba a entender que estuvieran en contacto con Dios en todo momento).

Jafar el hechicero

En el más allá que aquí….

Después de rechazar las miles de ofertas de venta de marihuana, nos fuimos a cenar unos momos tibetanos y a dormir, pues necesitábamos descansar, que al día siguiente nos esperaba otro día más en aquella belleza de ciudad llamada Varanasi.

Al día siguiente después de despertar y desayunar, decidimos pasear de día por la ciudad y por todos y cada uno de sus Gats.  Me sorprendió ver que también a esas horas se realizaban cremaciones, y que existían otros lugares donde se practicaban (no sólo en el gath del día anterior).

Pensamos que necesitábamos tiempo para escribir un poco todo aquello que nuestros ojos estaban viendo, así que cuando tocara ir a comer elegiríamos un buen lugar donde se respirara tranquilidad y las vistas nos inspiraran.

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Existían diferentes restaurantes “roof top” donde la azotea era el lugar predilecto, en el se cenaba o se disfrutaba de un lassi contemplando el rio y sus gaths. Así que pensamos que ese sería el mejor lugar donde podríamos trabajar con tranquilidad y darnos un respiro a tantos días de locura en la caótica y tan enigmática India.

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Por la tarde quisimos ver el atardecer de una forma diferente, desde una barca en medio del río Ganges y así poder disfrutar de sus diferentes colores y contrastes que junto al cambio de luz hacían en este lugar, un verdadero cuento.

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Pactamos el precio de 100 rupias por media hora en barca y que nos acercaran a los crematorios para así poder contemplarlos de más  cerca. A decir verdad impactaba más desde el agua que desde la tierra, supongo que será porque no sientes a la gente a tu alrededor ni estás intentando hacerte un hueco entre ellos para ver algo. Desde el agua estás tú, el silencio y nada te impide ver todo lo que el ritual implica.

Pudimos observar como primero la familia bajaba las escaleras con el difunto tumbado en una especie de camilla de madera, la metían en el agua para así limpiar el karma del muerto y luego, ¡a la hoguera! (Sí, suena fatal, pero así es 😛 ).

Finalizado el atardecer y contentos por todo aquello que habíamos disfrutado, pensamos en darnos un respiro y pasamos a buscar algo para cenar. Esa noche hicimos picnic en la azotea del hotel, desde donde se podía contemplar Varanasi de noche.

Al día siguiente nos levantamos pronto con la intención de aprovechar el día y poder ver todo lo que nos quedaba antes de partir hacia nuestro próximo destino.

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Ese día tocaba visitar un templo, el del mono y para ello necesitábamos transporte. así que nos dirigimos al centro para pillar un tuk-tuk, pero al final encontramos otro tipo de transporte.

Es como un tuk-tuk pero en vez de a motor es una bici la que te transporta (los pobres ponen unas piernas que flipas). Al principio nos dio cosa, ya que te transporten de esa manera parecíamos marqueses, pero a decir verdad ese hombre no tenía otra forma de ingresar dinero en casa, toda la vida se había dedicado a ello y no podía trabajar de otra cosa.  Así que decidimos subirnos con la intención de darle más de lo que nos costaba para recompensarlo y así en cierta manera ayudar un poco a alguien que lo necesita.

Una vez pactado el precio y recorrido, nuestra primera parada fue el templo, donde tuvimos que dejar las cámaras y móviles en una taquilla, ya que está prohibido fotografiar o interrumpir a los fieles que están concentrados rezando o haciendo su ritual (dando vueltas sin parar alrededor del edificio recitando algo que seguro que ni ellos mismos entienden).

Dimos una vuelta, vimos muchos monos y gente dando vueltas, rezando, escribiendo deseos, besando las paredes y hasta haciendo ofrendas.

A la media hora aproximadamente decidimos seguir e irnos de allí, teníamos un poco de prisa también, pues necesitábamos sacar los billetes de tren para el día siguiente poder llegar a Calcuta.

El hombre nos acompañó al centro de nuevo, fuimos a por los billetes y a pasear por la ciudad. Paramos a comer y a descansar, ya que por la tarde volveríamos a pillar una barca y terminaríamos de callejear para así poder ver todo lo que nos faltaba.

Despedimos las cremaciones, los rituales Artis , las calles con ese encanto tan “India” y a dormir, al día siguiente después de la comida nos iríamos a la estación, nuestro próximo destino se acercaba, esta vez Calcuta nos esperaba.