“El mundo no está en tus libros y tus mapas. Está allá afuera” – El hobbit
Era domingo por la mañana, despertamos abriendo la puerta de la furgoneta a orillas de un lago cerca de la ciudad de Oban. Amanecía y nos quedaba camino por recorrer, así que nos apresuramos a asearnos (como pudimos) y proseguir la marcha.
Nunca habíamos viajado durmiendo en una furgoneta, y esa primera noche pudimos comprobar que hay algunas ventajas y otras desventajas. Para nuestro gusto, las ventajas son mayores y por ese mismo motivo repetiría sin duda alguna, un viaje de este estilo.
Acostumbrada a levantarme por la mañana e ir al baño, ducharme, lavarme los dientes y así empezar el día aseada, no poder hacerlo, se me hacía difícil.
Pero a grandes males, buenos remedios, por ello habíamos cargado anteriormente con paquetes de toallitas higiénicas, agua y jabón. No se terminaría el mundo si no conseguíamos darnos un baño por las mañanas, ya que podíamos asearnos sin necesidad de ello.
De todos modos, pensando en la comodidad, desde esa mañana empezamos a planificar dónde y cómo podríamos hacerlo los siguientes días, y así se nos ocurriría ir en busca de campings para usar sus servicios, gimnasios o piscinas públicas donde tuvieran duchas.
Antes de proseguir la marcha, preparamos el desayuno, unos sándwiches de jamón y queso y un zumo, el café, ya lo tomaríamos de camino.
Lo mejor de esta experiencia, era poder despertarte en lugares donde lo único que te acompaña es la naturaleza y el silencio, no hay casas, edificios o construcciones.

Despertábamos entre esta naturaleza….
La parte positiva de ir en furgoneta es esa, poder parar donde más te guste, elegir las mejores vistas y en lugares difíciles de describir con tanta belleza.
En nuestro caso, la noche anterior habíamos parado frente a un lago rodeado de vegetación, donde pudimos ver el atardecer antes de irnos a dormir acompañados del silencio y la tranquilidad.
Escocia es el país de la libre acampada, tú decides dónde y cómo dormir. Por ese mismo motivo, elegir la furgoneta como transporte y casa al mismo tiempo, era lo mejor que pudimos hacer.
Empezamos nuestra nueva ruta tras terminar de desayunar frente a aquel magnífico lugar, el GPS marcaba una meta, Glencoe, un pueblo que dicen es uno de los más bonitos de todo el país.

Desayunamos contemplando este castillo en el lago…
De camino, paramos a tomar un café en una cafetería junto a un castillo derruido llamado Castel Stalker, en medio de un parque natural. He de decir que la primera vez que pedimos un café para tomar, fueron dos las cosas que nos impactaron, su precio y su tamaño.
La cafetería nos recordaba a aquellas que salen en películas de Alaska o Canadá, todas las paredes y el suelo eran de madera, el decorado era muy acogedor y parecido a esos salones que salen en las películas de navidad americanas.
Una contra en Escocia son los precios de las cosas, un café son más de 3 libras (casi 4€), pero hay que decir también que el tamaño es el triple de los cafés de aquí. La primera vez que nos sirvieron uno, pensé que se habían equivocado y me habían traído un cazo de sopa, pero al ver su interior pude darme cuenta que no estaba en lo cierto, ese cuenco era de café.
A partir de ese día, decidimos tomar el café a medias Sergio y yo, ya que uno nos saciaba más que suficiente a los dos y el precio se reducía a la mitad.
Después de cargarnos de cafeína y activarnos de nuevo, paseamos hacia el castillo de Stalker a hacer algunas fotos, el paisaje te invitaba a pasear y fotografiar todo aquello que en ese momento nos rodeaba.
Después del paseo, decidimos volver a la furgoneta y empezar de nuevo la ruta hacia Glencoe, el paisaje cada vez era más salvaje, todo era vegetación y carreteras solitarias. Miraras por donde miraras, solo veías naturaleza en estado puro.
Una de las cosas que me llamaron la atención, fue empezar a ver en la carretera junto a las marcas viales, la palabra “SLOW” escrita en ambos sentidos. No era de extrañar, ya que los carriles estaban medidos a la perfección, el espacio para que un coche pasara junto a otro era milimétrico y si te descuidabas la rueda rozaba la cuneta, algo bastante peligroso.

Carreteras que advierten del peligro de circular en ellas, en su asfalto indican “slow, slow” en ambos sentidos…
Empezaron a aparecer señales de peligro a ambos sentidos de la calzada, donde aparecía el símbolo de “advertencia” con animales en su interior, dependiendo de la zona iban cambiando, aparecían patos, caballos, ciervos, ovejas, tractores…etc.
De camino, a nuestra izquierda apareció un cementerio a pie de calzada, algo que llamó nuestra atención, ya que no se trataba de un camposanto normal, este estaba plagado de vegetación y naturaleza a su alrededor, así que decidimos adentrarnos a descubrirlo.
Su nombre, “St Johns” nos recibió con una inscripción en una piedra en la entrada al cementerio, a lo lejos se podía divisar una iglesia empedrada de colores grisáceos, que con el conjunto de lápidas que la rodeaban y junto a la vegetación que inundaba el lugar, hacían de este un sitio para perderse durante un rato.

St Johns
Aprovechamos para hacer algunas fotos, pasear entre las tumbas y respirar la paz que aquí tomaba protagonismo.
Paseamos durante media hora, no nos pudimos enredar más, tocaba iniciar la ruta A82 que nos llevaba a nuestro destino atravesando las Highlands. En este trayecto se encuentran las conocidas como tres hermanas, un conjunto de montañas altas y muy parecidas.
De camino no paraban de aparecer paisajes y lugares increíbles, donde no podías dejar de pensar si frotarte los ojos y despertar de eso que parecía un sueño, o pensar que era real. De casualidad paramos en una zona, en lo alto de las montañas llamada Ank Tor, un río cuya agua era tan oscura como la ceniza y cuyos prados eran de un verde fascinante, todo ello hacía que el conjunto te dejara literalmente sin palabras.

Hacía muchísimo viento….
Me recordó a imágenes o secuelas del Señor de los Anillos, el Hobbit o Harry Potter, donde personajes mágicos cobran vida en lugares tan increíbles como en el que en ese momento nos encontrábamos.

Las tierras altas…
Tan mágico nos pareció, que nos dirigimos hacia la ruta A87, esa que te dirige directo al viaducto de Glenfinnan, donde pasa el mismísimo tren a vapor de la película Harry Potter, ese que llevaba a los aprendices de brujos a la escuela de Howarts.
Cuando llegamos, aparcamos la furgoneta en un descampado y empezamos a caminar hacia el viaducto que se encuentra en lo alto de la cima, con la esperanza de que en ese mismo momento pasara el tren.
El lugar se encuentra en medio de la naturaleza, rodeado de riachuelos, campos verdes y bosques frondosos. Una vez llegamos a los pies del puente, paramos a descansar observando aquella obra maestra de la arquitectura.

Me podía sentir protagonista de Harry Potter
Pudimos darnos cuenta de la repercusión que tuvo la película de Harry Potter y que aún sigue teniendo, atrayendo a miles de fans a este lugar. Durante el camino pudimos observar a personas disfrazadas o vestidas al estilo “howarts”, suponemos con la intención de revivir la emoción de los personajes de ficción en sus propias carnes.
Después de pasear por los alrededores, hacernos algunas fotos y volver hacia la furgoneta, reanudamos nuestra marcha en dirección Fort Williams, necesitábamos parar a comer y descansar.
Cuando llegamos, al ver que había poca oferta para comer y que todo era carísimo, decidimos comprar algunas cosas en el supermercado y bajar caminando al lago Linnhe, donde había algunas mesas de madera con unas vistas increíbles.
Cerca de donde estábamos comiendo, se encontraba unos puentes donde los barcos tenían que pasar esperando a que las presas de agua se llenaran una a una, un espectáculo para quienes tenían tiempo de contemplar, no era nuestro caso.
Poco más tarde reemprendimos nuestra marcha, esta vez nuestro objetivo final era el Castillo de Elian Donan, donde pretendíamos pasar la noche y así poder contemplarlo entre la oscuridad.
Esta fortaleza está situada sobre una pequeña isla a un lado del lago Duich, se accede en barco o a través de un estrecho puente de piedra que comunica la isla con la orilla del lago.
De camino quisimos parar a tomar un café, la conducción se hacía bastante pesada y el cansancio acumulado se hacía notar. Nos detuvimos en un hotel llamado Letterfinlay Lodge, donde pudimos tomar un café y descansar antes de terminar de recorrer las 38 millas que nos separaban del castillo.
Posteriormente, siguiendo la nueva ruta, y después de 50 minutos conduciendo, llegábamos al castillo. En ese momento se encontraba “cerrado” (su horario es de 9 a 17 de la tarde), pero pudimos entrar sin problema y recorrer todo su exterior, atravesando el estrecho puente de piedra que une la orilla del lago con el islote. Decidimos hacer algunas fotos y sentamos a contemplar aquella maravilla arquitectónica del siglo XIII.

Castillo de Elian Donan
Pensamos si nos convendría utilizar el parking de campamento base, pero creímos conveniente movernos un poco hacia un emplazamiento que habíamos avistado de camino hacia el castillo, que era perfecto para dormir aquella noche.

Castillo desde fuera…
Nos dirigimos hacia esa zona, aparcamos la furgoneta de una manera estratégica, donde pudiéramos cenar y tomar un buen vino contemplando la fortaleza, el lago y el atardecer a la vez.

Lugar que elegiríamos para pasar la noche y desde donde podríamos contemplar el castillo
Creo que si tengo que elegir el lugar más romántico en todo el viaje, este sería sin duda el elegido.

Disfrutando de las vistas…
Antes de empezar a cenar, mientras presenciábamos el atardecer, Sergio abrió la botella de vino que previamente había comprado en el supermercado, brindamos con una sonrisa por el lugar que habíamos encontrado donde terminar el día y dimos un sorbo, de repente algo cambió en nuestras caras, aquello que estábamos degustando sabía extraño.
Nos miramos insólitos y analizamos la botella, no sabíamos si quizás era la procedencia del mismo o la composición, pero algo hacía que supiera a rayos. Cuando examinamos curiosos su etiqueta, pudimos darnos cuenta de que el problema estaba en que era sin alcohol, algo que se indicaba en mayúsculas y en grande, pero que quizás debido al cansancio ninguno de los dos había observado.
Dejando a un lado esta anécdota con el vino y el frío, el lugar elegido para pasar la noche a unos cien metros el castillo de Elian Donan, fue sin duda la sensación más mágica de todas.

Contemplando el atardecer, nos despedimos del día…
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