Los hobbits son realmente criaturas sorprendentes. Puedes aprender sus costumbres en un mes. Y, sin embargo, después de cien años todavía te pueden sorprender”- El señor de los anillos

La noche anterior, decidimos que el último lugar donde pararíamos con nuestra casa móvil sería en Ballengeich cementery. Allí mismo nos dispusimos a preparar nuestro preciado picnic mientras contemplamos las vistas del cementerio.

Donde pasamos la noche….

Puede resultar un poco extraño que decidiéramos dormir próximos a un camposanto, pero no hay mejor lugar donde pasar la noche si lo que buscas es silencio, tranquilidad y soledad.

Tras pasar una noche sin altercados, tranquilos y de lo más relajados, despertamos con vistas al cementerio, tras desayunar, contemplar el paisaje y asearnos, nos hemos dirigido al parking del castillo de Stirling.

Estacionar allí mismo te sale por 4£ (4 horas), dejando aparcado el coche en las mismas puertas de la fortaleza.

Es uno de los más grandes de Escocia, y uno de los castillos medievales más atacado por el reino unido debido a su situación estratégica.

Stirling es una de las ciudades más importantes de la Escocia medieval, se convirtió en ello gracias a que en el siglo XII recibió por primera vez el título de municipio escocés a través de una carta real.

Una de las primeras cosas que pudimos ver fue el castillo (por fuera), ya que aparte de pagar por aparcar, debes desembolsar si quieres entrar casi 13 £.

Decidimos hacer algunas fotos desde fuera, ya que las vistas son impresionantes al estar a una altura considerable. No quisimos entrar, había mucha gente haciendo cola y teníamos poco tiempo, así que empezamos a caminar hacia el casco histórico de la ciudad.

En busca de un buen desayuno, caminando hemos observando todo lo que esta urbe nos ofrecía, desde un cementerio llamado Holly Rude con una iglesia histórica junto al Mar’s Work (una casa del siglo XVI, que se quedó a medio construir), hasta una cárcel, la “Old Town Jail”.

Con tantas cosas por descubrir, tomando el café hemos decidido qué ver y hacer después, ya que nos quedaban tan solo dos días en Escocia.

Así que tras el tentempié, nos hemos puesto en marcha, caminando y subiendo hacia el castillo de nuevo, parando primero en la Old Town Jail que ejerció como prisión militar hasta comienzos del siglo XX, pero como había pasado anteriormente en la fortaleza, hemos preferido observarlo desde fuera.

Hace unos meses, ya habíamos visitado una cárcel histórica en Camboya, la de la S21 en Phnom Penh y visto que la experiencia nos resultaría un poco repetitiva, hemos dejado a la imaginación que se apoderara de nosotros, mientras satisfechos la observábamos desde el exterior.

A continuación, nos hemos acercado al cementerio para hacer tiempo esperando poder entrar después en la iglesia de Holly Rude, ya que en esos momentos estaba cerrada (abrían a las 11).

Mientras aguardábamos para entrar, hemos paseado y nos hemos perdido entre las lápidas del camposanto, subiendo hasta una especie de colina donde podías observar detenidamente el paisaje que te rodeaba.

A las 11 ya entrábamos a la iglesia de la Santa Cruz (Church of the Holy Rude), una de las más antiguas de todo Reino Unido, ya que fue construida en el siglo XII, siendo escenario de coronaciones y bodas reales.

Tras recorrer la increíble capilla por dentro, volviendo por el cementerio nos hemos dirigido de nuevo hacia el castillo donde habíamos aparcado la furgoneta. Desde allí para despedirnos hemos observado el monumento a William Wallace, construido en el siglo XIX en honor al conocido guerrero, que combatió durante la guerra de la independencia de Escocia contra los ingleses. Este monumento se encuentra ubicado en lo alto de la colina de Abbey Graig.

Tras despedirnos de Stirling, hemos puesto rumbo a Balloch, un pueblo a orillas del lago Lomond decidiendo que nuestras últimas horas en Escocia, las pasaríamos rodeados de las Highlands.

Una vez llegados a destino, hemos parado a comer en el restaurante “Corries”, donde hemos podido llenar nuestras barrigas, recuperar energías y tomar un buen café antes de empezar a visitar todos y cada uno de los rincones del pueblo.

Después de la comida, nos hemos ido a pasear hacia un castillo que estaba a unos dos kilómetros a orillas del lago, donde nos hemos topado con lugareños que disfrutaban no solo del sol que había salido y hacía agradable el día, sino que aprovechaban para darse algún que otro chapuzón.

No fuimos tan valientes, y decidimos tocar el agua, pero con la mano, en modo de “prueba” para saber a qué temperatura se encontraba.

Debo decir que no me daban envidia los que en esos momentos se estaban bañando y dando un chapuzón, sino todo lo contrario, me sentía afortunada de estar en posesión de un polar que había podido comprar el mismo día que llegué a Escocia donde el frío se apoderó de mí.

Tras el paseo por el bosque que envuelve el Lago Lomond, pensamos donde podríamos ir o qué posibilidades teníamos para pasar la noche.

En Balloch las opciones eran escasas, así que tuvimos que dirigirnos hacia Luss en busca de algún lugar con vistas a las Highlands donde pudiéramos despedir la última noche en Escocia con un buen vino y un último picnic en nuestra querida casa ambulante, nuestra furgoneta.

De camino a Luss observamos en diferentes ocasiones a los lados de la carretera espacios donde podríamos descansar sin problema y a orillas del lago, así que decidimos parar cuando vimos la ocasión, en un lugar poco concurrido y más bien solitario.

Llegados a Luss paramos para visitarlo, pero viendo que todo era de pago, y haciendo una vista previa desde la furgoneta, nos dimos cuenta de que tampoco era lo que estábamos buscando, así que proseguimos la marcha hasta llegar a un recodo junto al lago donde dejamos estacionada la furgoneta, y decidimos ir a pasear por un camino adyacente a la carretera que te llevaba hasta al cercano pueblo de Inververg.

Hicimos el recorrido en busca de algún sitio donde poder comprar algo para cenar, pero todo intento resultó en vano, durante kilómetros lo único que había era bosque, lago y algo parecido a campamentos vacacionales.

Regresamos antes de que anocheciera, cenamos unos sándwiches y brindamos con una buena botella de vino tinto para despedir la que sería la última velada en aquel lugar tan mágico e increíble.

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