Nuestro siguiente destino, uno de los lugares que más nos inspiraban de nuestro plan de viaje, era el (hace pocos meses) desconocido para nosotros Lago Inle. Imágenes preciosas (de aquí sacarón la portada de lonely planet para Myanmar), pescadores trapecistas, algún que otro misterio y bastante información que asociaba la magia a este lugar (aparte de las indicaciones de mi hermano que hacía años había estado aquí), nos hicieron comprender que este era uno de los lugares imprescindibles.

Mercados, pueblos y jardines todos ellos flotantes, mujeres jirafa, paseos en canoa entre pescadores exóticos, aventuras en bicicleta y una fábrica con viñedos de uno de los vinos más conocidos del país (entre muchas otras cosas) nos llenarón de inspiración.

Vicky, una persona con tantos buenos adjetivos que abarcaría un libro, decidió una vez más (ya son muchas desde que la conozco), darme una sorpresa y, sin comerlo ni beberlo, me regaló la estancia en un fantástico hotel de madera de teka al lado del gran canal que llevaba al lago, el Teak Wood Guest House, precioso..

Para aprovechar el tiempo llegamos al hotel de madrugada durmiendo en un autobus que hiciese el recorrido desde Bagan. A pocos kilómetros extrañamente (no sé porque nos sorprendimos) 2 jovenes subieron al autobus a reclamarnos el impuesto del lugar (nos había ocurrido lo mismo en Bagan), esta vez sería de 10 dólares o 25000 kyats (la moneda birmana), tocaba joderse y reconocer que este es uno de los grandes “peros” de este país, pero una vez aquí, 10 dólares no nos harían cambiar de opinión…

Sobre las 5 de la mañana llegamos al hotel, una hora antes de lo previsto. No teníamos noche reservada para ese día ya que pensabamos llegaríamos más tarde pero para el personal del hotel esto no sería un problema, nos ofrecieron una habitación en la que descansar hasta el día siguiente en que haríamos el checkin.

Al despertar muy animados (yo un poco menos porque al seguir con mis extraños y jodidos de vértigos) fuimos a observar rápidamente las oportunidades que esta ciudad nos ofrecía.

Estudiamos los precios de alquiler de bicicletas, tours en la zona y billetes de bus a Yangón, nuestra próxima parada que serviría de escala (no parada) hacia el siguiente destino: Vietnam; dándonos cuenta de cual era el negocio que más nos convenía y comprendiendo con dificultad como en la tienda de al lado el precio de un mismo billete costaba el doble…

Alquilamos unas bicis por 1 euro cada uno (1500 kyats) y nos hicimos con un mapa. Las opciones eran dos: dirigirnos hacia la zona derecha (en el mapa) del lago o hacia la zona izquierda. La derecha contenía una de las vinerías más importantes de Myanmar, la RedMountain y un poblado de casas flotantes, el lado opuesto contenía un lugar llamado aguas calientes.

En bicicleta en busca de vino

En bicicleta en busca de vino

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Como para disfrutar del calor no necesitabamos de agua caliente y el tan ansiado vino fácilmente pudiese calentarnos más, optamos por el gusto y, con ganas de conocer el lugar y catar buen vino tinto salimos sprintando del lugar…

Myanmar en estado puro: selva y cabañas perdidas entre la maleza, simplemente precioso. Como siempre que me muevo por lugares desconocidos, me encanta perderme y descubrir nuevos lugares; lo único a que temo son a los perros que aunque me encantan, son muy territoriales y sólo quieren a los suyos, por ello muchas veces que me pierdo, llevo un palo. Como ibamos en bici no necesitaba palo y, acompañada de Vicky, otra aventurera de nacimiento, comenzamos a perdernos entre la maleza…

Niños, cabañas, poblados y mucha vida, una vida sin aditivos que te hacía volver a sentirte niño y recordar aquellos tiempos en que bastaba un balón y un muro para poder disfrutar de horas enteras sonriendo sin ninguna preocupación…

RedMountain Vineyard

RedMountain Vineyard

Cata de vinos

Cata de vinos

Recibimos muchas ronrisas y Mingalabars (el saludo hola en Birmano) y observamos como aparte de maleza, cabañas y gente muy viva, de vez en cuando algún que otro toro aparecía para a lo lejos (menos mal) hacernos compañía…

Este último hecho, la presencia de toros (o toros bueyes) por el lugar, pronto observamos era una de las características del lugar, ya que casi en la mitad del gran número de carteles e indicaciones que encontrábamos por el camino se dibujaba la figura de un toro acompañada de un texto en Birmano…

Toraco rascandose en el lago

Toraco rascandose en el lago

Llegaríamos al viñedo para degustar y disfrutar de una cata de vinos y (algo que encantó a Vicky ya que era uno de los 222 antojos que va teniendo en lo que va de viaje) de quesos, y algo tocadillos decidimos seguir nuestro recorrido…

Algunos kilómetros y bastantes preciosos paisajes después, llegaríamos al poblado de Maing Thau, otro de los lugares importantes indicados en el mapa, y no era para menos…

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Un gran muelle con un puente de madera se internaba en esta parte de lago haciéndonos observar como pescadores o habitantes de lugar se internaban por aquello que en mi memoria podía asemejarse a un bonito barrio de Venecia, con la diferencia de que los adoquines estaban formados por una densa y verde vegetación y las casas en lugar de estar hechas con ladrillos y cemento eran de bambú y de paja.

poblado flotante de Maing Thau

poblado flotante de Maing Thau

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Esta asociación, el largo puente de madera, las gentes del lugar o el bonito reflejo de las casas en en lago habían bastado para hacerme entender que me encontraba en el lugar que “hasta el momento” más había llamado mi atención a primera vista (dejando a un lado Varanasi), uno de los lugares más bonitos que haya visto nunca…

Diez minutos en este precioso lugar habían bastado para completar el resto del día y, saber que al día siguiente lo pasariamos en canoa al disfrutando del resto del lago no hacía sino mantener en mi ese extraño y bonito sentimiento que acababa de nacer, sólo faltaba una cosa, concretar cuando, como y cuanto costaría esta excursión y, empezaría a probar aquí…

Observando pescadores en este poblado comencé a preguntar por esta conocida (lo encontrarás en cualquier blog que hable del lugar) y obligada excursión en canoa por el lago, el único problema con que me cncontraría, la lengua, aunque el viaje me había hecho entender que con nuestra mímica el idioma no era ningún problema, pero, esta vez me equivocaba.

Me equivocaba porqué para concretar una excursión no basta acercarse a aquello que se quiere decir, si quieres pagar lo justo, realizar el trayecto ideal o encontrarte con quien será tu guía en la hora y lugar adecuados, hay que entender y hacerse entender lo mejor posible y, en lugares como Myanmar, en ocasiones, entenderse en inglés no era tan fácil…

No conseguí hacerme entender con lo que unos minutos después decidimos desistir e intentarlo más tarde con la señora que gestionaba el hotel (ya nos había comentado los posibles precios) o al día siguiente en alguna agencia de excursiones…

Se acercaba el atardecer y nos encontrabamos lejos de nuestro hotel, aparte de todo esto no conociamos el lugar para nada ya que habiamos llegado de madrugada cuando aún era noche, dormido y salido pitando en bicicleta en busca de buen vino, era mejor volver pronto por si las moscas y nos fuimos de vuelta al hotel.

Unos 12 kilómetros después, bastante cansados y tras dar una vuelta algo más grande de lo normal (nos perdimos ligeramente) llegamos al poblado y centro neuralgico del lugar, Nyaung Swhe y, sería pocos metros antes de llegar al hotel cuando un señor en bicicleta nos comentó si necesitabamos un bote. Como nuestra intención principal al día siguiente era esta y aún no habiamos concretado nada, decidimos escucharle.

Su oferta era de 15000 kyats por el alquiler de un bote y un capitán con los que descubriríamos los secretos del lago, si queríamos adentrarnos también por canales más estrechos y salvajes para ir a visitar un pueblo lleno de antiguas estupas al borde del lago el precio serían 20000 kyats (unos 13 euros).

Ese mismo día por la mañana nos habíamos informado en el hotel del precio de los tours y la anciana que regentaba nuestro hotel nos indicó que el coste del tour rondaba los 40000 kyats, el doble; por todo ello animados con el ansia de descubrir los secretos del lago y contentos de haber conseguido un precio justo, aceptamos el trato y nos dirigimos a descansar, el día siguiente a las 8 de la mañana nuestro capitán nos estaría esperando a la salida del hotel.

Muchas conversaciones, alguna que otra cerveza y varias horas de descanso despues comenzaba un nuevo día, sabiamos que sería un día especial bastante diferente a los tan comunes “días laborales” que gobiernan nuestras vidas así que, con ansias de conocer más sobre la magia del lugar fuímos a buscar a nuestro capitán.

Los canales de entrada al lago se encontraban a menos de un kilómetro de nuestro hotel, el capitán nos encomendó a seguirle y hacía allí nos dirigimos descubriendo como infinidad de barcos esperaban amarrados en ese lugar al resto de turistas.

Poco más tarde de las 8 de la mañana nos adentrabamos en el lago. A los pocos minutos entrabamos en la inmensidad del lago observando como diferentes pescadores con amplias redes de pescar, realizaban malabarismos para remar con los pies mientras pescaban con las manos en el agua. Esta era la postal del lugar así que tocaba sacar unas cuantas fotos…

Los pescadores nos dan la bienvenida

Los pescadores nos dan la bienvenida

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Tras eso seguímos adentrandonos en lo desconocido observando como a los lados e incluso al interno del lago existía civilización. Pueblos flotantes con casas que emergían sobre el agua gracias a grandes vigas que de allí las sacaban, jardines y huertas también flotantes, parecía que aquellas gentes habían entendido que vivir dentro de un gran lago no tenía porque ser muy distinto a vivir en tierra firme, y así lo hacían.

Como podía entender, el único medio de transporte del lugar eran las canoas con y sin motor, descubrir como niños de poco más de 3 o 4 años se acercaban al colegio (también flotante) solos en una canoa, nos hacía quedarnos sin palabras, y aún quedaba mucho por explorar…

Entre las visitas obligadas que nos indicaron el día anterior estaban, los pueblos flotantes, los jardines flotantes, los mercados flotantes, las fabricas de telas, de plata, oro y bambú, una gran pagoda dorada y parar a comer, ir a visitar un poblado de mujeres jirafa, navegar por angostos canales hasta dar de bruces con estupas milenarias y finalizar disfrutando del atardecer al interno del lago.

Poco más tarde de flipar observando enanos navegantes en esta Venecia en la jungla, nos tocó el turno de tiendas, y aunque no compramos nada (ni era nuestra idea ni llevabamos mucho dinero encima) llamó bastante nuestra atención descubrir estos diferentes modos de hacer en lugares tan remotos..

Casas en el pueblo fotlante

Casas en el pueblo fotlante

Vistas desde la canoa

Vistas desde la canoa

Hospital flotante

Hospital flotante

vida flotante...

vida flotante…

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Todo se refleja...

Todo se refleja…

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La gran pagoda no llamo mucho mi atención ya que parece que en general en Birmania, este tipo de estructuras basta que esten recubiertas de pintura dorada. A mi entender algo muy parecido a esos maqueadores de coches que piensan que por poner colores llamativos y luces fluorescentes su coche ha podido quedar mucho más bonito, la palabra puede ser cutre.

Tras la visita a la pagoda paramos a comer en el único restaurante del lugar. Nuestra mesa, situada en una cabaña que flotaba del mismo modo que las casas flotantes que ya habíamos visto, un lugar más que adecuado para repasar todo aquello que habíamos visto y disfrutar de todo cuanto aún quedaba por ver.

Pagodas en el camino...

Pagodas en el camino…

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Tras la comida paseamos a conocer a las mujeres jirafa. Una tribu cuya antigua tradición les hacía entender que cuantos más anillos una mujer lleve al cuello, más atractiva sería a ojos de los hombres. Había llegado a tal punto este ansia de atracción que la costumbre se había convertido en regla hasta el punto de necesitar poner varios anillos por año a modo de collarín; de este modo, a quienes llegaban a viejas les habían colocado tal cantidad de anillos que su cuello se había alargado el doble de uno normal, de hay su nombre, mujeres jirafa.

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Mujer jirafa

Mujer jirafa

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Uno de los peros de tan extraña tradición está en que llegado a un punto las mujeres no podían quitarse estos anillos ya que quedarían desnucadas debido a que el cuello hacía tiempo se había separado de su columna vertebral, los anillos habían hecho la parte de las vertebras que conseguían prolungar sus columnas.

Parte de la historia (lo cuenta también google) dice que estas mujeres tuvieron que emigrar hacia Tailandia y sus extraños ritos se trataron de erradicar pero existía gente que sabiendo el reclamo turistico que observar personas con cuello de jirafa podía tener en la gente, decidieron aprovecharse de ello y mantener la tradición.

Por esto úlitmo a Vicky no le gustaba demasiado el espectáculo, yo saqué alguna que otra foto y proseguimos con nuestra ruta de descubrimiento.

Poco más tarde nos adentraríamos por preciosos canales con sencillos puentes, tanto que a veces lo formaba una única caña de bambú (verdaderos equilibristas los habitantes del lugar), hacia el poblado de estupas. El paisaje, ¡impresionante!.

Mientras disfrutabamos del lugar observamos a diferentes toros, o bueyes toros, lavandose y frotándose contra arbustos en el río, a personas del poblado haciendo lo mismo, hombres pescando, recolectores de oro, más turistas y muchísima selva, se parecia mucho a los Backwaters de Kerala, aunque no sé porqué (tal vez por la compañía), los canales del lago me habían gustado más.

Tras ver el poblado de estupas (tras haber estado en Bagan aquello nos pareció más bien una broma de mal gusto), llegaba el momento culmen, el atardecer.

Mientras el sol descendía, Vicky y yo junto a nuestro capitán nos ibamos dirigiendo en sentido contrario al recorrido, de vuelta a los canales de entrada al lago hasta, a pocos kilómetros de llegar a estos pararnos sobre un jardín flotante en el que amarrar sin necesidad de cuerdas y disfrutar allí varados, de aquel espectáculo de la naturaleza.

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Atardecía...

Atardecía…

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Varados en un jardín flotante

Varados en un jardín flotante

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Aproveché el momento para realizar muchas fotos, el paísaje no tenía con que compararse, jamás había observado un atardecer al interno de un lago tan precioso, nunca había conocido un lugar semejante y, rodeado de pescadores, pueblos y vidas flotantes, antiguas tribus y una inmensidad de montañas, aquello llegaba a su fin.

Había sido un día extraordinario, si en Bagan había alucinado aventurándome en aquel bosque de historia, en el lago Inle acababa de empachar a mis sentidos. Birmania terminaba ya que en dos días nos dirigiamos a Vietnam desde Yangón y, muy contentos con todo lo que habíamos visto aceptamos aprovechar el día siguiente para reposar cuerpo y mente, estabamos más que satisfechos y entre otras cosas aquellos extraños vértigos que nacieron camino a Bagan, aún me acompañaban..

La excursión terminaba...

La excursión terminaba…

Un día intentaré resumir con adjetivos los países por los que he pasado en este viaje, Birmania tiene muchos, buenos y malos, pero si hay que elegir uno por encima del resto, este sería el de salvaje. Salvaje porqué jamás he conocido un lugar (en su conjunto) tan poco contaminado, rural y salvaje como éste

Pronto llegaba Vietnam y al menos el inicio sería increible…

 

Si te ha gustado el post, tal vez pueda interesarte conocer de primera mano el viaje que reflejé en mis diarios en Aventuras en el Sudeste Asiático y la India.