Años atrás siendo aún adolescente, me tocaría sufrir junto a Jonathan Harker de esa angustia en el interior de los muros del Castillo de Drácula y vislumbrar en mi mente y en mis sueños buena parte de los paisajes de la lúgubre Transilvania, prometiéndome a mí mismo que un día haría real estos paseos imaginados.
Una necesidad vital acababa de nacer en mí hasta que, años más tarde, sin tener aún mucha idea de cuál sería el recorrido por el que discurriría esta historia, me hice unos billetes que me acercasen al sueño. Pero, a diferencia de Jonathan Harker yo no viajaría solo y mi Lucy Westenra con el nombre de Victoria, compañera también en esta historia, vendría conmigo.
Ante la posibilidad económica y temporal, el verano del año 2017 nos embarcamos en esta nueva aventura que, para dos exploradores natos como nosotros, apasionados por el mito del vampiro y sobre todo descubrir nuevas culturas y realidades, no podía ser mejor destino. Ilusionados comenzamos a trazar rutas en nuestros pensamientos, caminos que ese afán por creer conseguiría crear, hasta convertir el sueño en realidad.
Como la palabra aventura no tiene porque ir unida a la de comodidad y normalmente es un antónimo de esta, comenzamos por esbozar una ruta lo más barata y extraordinaria posible decidiendo entrar en Rumanía desde su vecina Hungría conectando estos dos reinos repletos de leyenda en autobús.
Partiedo desde Budapest elegiríamos nuestro primer destino y punto inicial de este viaje por Rumanía, seleccionando Cluj-Napoca como el lugar desde el que ir convirtiendo ilusión en realidad. Daba inicio una utopía de la que pronto descubriríamos su destino final (guiados en igual medida por economía y necesidades), la capital Rumana de Bucarest.
Perseguiríamos un monstruo y su leyenda real, Drácula y el personaje que inspiraría no solo su nombre sino también el que sería su reino; Vlad Draculea el Empalador, el hijo del Dragón o del Diablo dependiendo del gusto de quien lo lea, príncipe Rumano y dominador de una de las regiones más tenebrosas y legendarias del mundo, la inhóspita Transilvania.
Allí en esta tierra de leyenda centraríamos el resto de nuestro viaje, inspirados por la fisionomía del lugar y la del monstruo de novela e intentando perseguir los pasos del príncipe empalador comenzaríamos a descubrir ciudades y pueblos desconocidos hasta entonces como Sighisoara, Poenari y su fortaleza, el castillo de Bran o el monasterio y tumba de Snagov. El sueño comenzaba a tomar forma e íbamos creando los pasos y etapas al interno del que sería uno de los mejores viajes de nuestras vidas.
Sighisoara
Sibiu
Medias
Bran
Poenari
Sinaia
Snagov
Tergoviste
Bucarest