Tras despedir Vietnam desde las preciosas montañas de Sapa, volvíamos a Malasia, con intención de descansar, disfrutar y recargar pilas durante el resto del viaje (casi 3 semanas), y así volver animados a España a inicios de Abril.

Habíamos estudiado bien las islas que nos ofrecía Malasia, y ante la duda de si acercarnos a ver los orangutanes y muchas más cosas en Borneo o relajarnos en distintas islas, optamos por esta última opción.

Malasia tiene muchas y muy variadas islas, una de las cuáles, la mágica Pulau Kapas, ya la habíamos disfrutado hace dos años. Esta vez queríamos intentar mejorar lo que parecía inmejorable, y así estudiamos opciones entre las islas del Oeste y del Este.

En el oeste la más bonita y reconocida parecía Langkawi, pero por lo que investigábamos era un lugar demasiado grande y con mucho ocio, seguramente menos virgen y relajado del resto de islas.

Hace dos años también habíamos visitado la isla de Penang, descubriendo que sus aguas dejaban mucho que desear y la humedad en esta época del año hacía casi imposible el baño.

Con estas y otras cosas nos decantamos por la costa este y allí estudiamos y también recordamos (nos habían hablado mucho y muy bien de ellas), las islas Perenthian.

 

Perenthian, Una isla alucinante nos estaba esperando

Formada por dos islotes, uno llamado Kecir, más mochilero y pequeño, y otro llamado Besar más grande, virgen y relajado, estas islas son uno de los paraísos del buceo, y tanto sus corales y arrecifes como sus costas, la convierten en un lugar especial no solo para el buceo sino para cualquier otra actividad que aquí desees realizar.

Decidimos descansar en la isla de Besar y pronto descubrimos nuestro gran acierto. Aquí estaban no solo las mejores playas, sino también las mejores rutas y trekkings, las mejores zonas coralinas e incluso los mejores y más tranquilos resorts. La calidad se pagaba y esta zona es también por ello ligeramente más cara que la otra, aunque merece totalmente la pena.

Muelle en las playas de la isla de Perenthian Besar

Los primeros días en la isla de Besar los pasamos en el Samudra Beach Chalet, en la preciosa playa de la zona sur de la isla conocida como Flora Bay, una gran extensión de arena blanca que separa un precioso mar con distintos azules de los pocos resorts o restaurantes que hacen de esta zona de la isla, la más tranquila y auténtica de las Perenthian.

Todo parecía mágico aunque también había peros, peros como los precios de las cabañas que no descendían de los 30 euros por habitación/bungalow doble, y sobre todo la necesidad de moverse en taxi-boat con precios bastante desorbitados (ir de una zona de la isla a otra costaba 3 euros por persona y trayecto, y pasar de una isla a la otra aún estando pegadas costaba unos 6 a persona). También existía la posibilidad de contratar tours, kayaks, o aventurarse por la jungla para abaratar los costes de los taxi boats, y eso haríamos nosotros…

Los taxi boats, una de las pocas maneras de moverse por la/s isla/s

La primera mañana alquilamos un kayak durante todo el día, pidiendo un descuento que pasaba de los 80 ringitts (más de 16 euros) por kayak y dos máscaras, a la mitad, 40 ringitts y ya teníamos modo de descubrir buena parte de Besar.

Pronto comenzaría un día espectacular estudiando las aguas de esta isla

Y ese día, fue seguramente uno de los días más mágicos de nuestras vidas…

Aunque costoso y duro era remar, precioso y gratificante era observar la bonita Perenthian Besar desde sus aguas y parar cuando nos diese la gana a descubrir un fondo marino tan espectacular que parecías estar al interno de una inmensa pecera. Las aguas nos recordaban a las de Kapas por su cantidad de fauna y flora, aunque en las Perenthian la cantidad era aún mayor…

Pasamos el día entero descubriendo y disfrutando de peces papagallo, nemos, peces globo, peces loro, peces aguja, pepinos gigantes…y todavía nos quedaba lo mejor. Antes de las cinco de la tarde debíamos devolver el kayak ya que el mar se ponía algo picado y debíamos bordear la isla, y fue así como acercándonos, al observar un grupo de malayos sonriendo en el agua y explicándonos (siempre con la sonrisa en la boca) que allí había sharks, me convencieron para parar e ir a echar un vistazo.

Vicky, la mejor capitana de kayak que podía imaginar, amarró nuestros chalecos al kayak y a unas boyas para así sujertarlo a pocos metros de aquello que parecía ser todo un espectáculo y, ni corto ni perezoso, observando tanto malayo con chaleco (no nadan muy bien) disfrutando con tiburones como niños, decidí lanzarme al agua. Lo que estaba por descubrir me dejaría sin palabras…

Lo primero que aprecié fue una enorme barracuda de unos 2 metros de largo a unos 2 metros de mí, observándome de lado con cara de sospechosa… como no era el único en el lugar y lo único que me diferenciaba del resto era el color de mi piel, entendí que esa era su cara y no tenía nada que sospechar (ni yo que temer), y seguí observando el fondo marino. ¡Hasta que lo vi!

Un enorme tiburón de más de 3 metros de largo se aproximaba a nosotros. Mi pulso se aceleró pero se calmódesp al entender que nos bordeaba y después se perdía en la oscuridad de aquellas aguas, aquello era algo que solo había visto en documentales, y pronto llegarían más y más tiburones de distintos tamaños y formas…

Siempre era el mismo tipo de tiburón, el de punta negra, pero los había tan grandes y parecidos que bien se asemejaban al gran tiburón blanco. La barracuda seguía a mi lado pero no me inspiraba ya el más mínimo temor.

Animado me acerqué al kayak y le dije a Vicky que tenía que bajar, debía descubrir ese espectáculo en el que no teníamos nada que temer ya que, ni éramos los únicos, ni seguramente los más rollizos o peligrosos.

Creo que la expresión de mi cara le despejó las dudas ya que no tardó un segundo en bajar a mi lado y alucinar junto a mí de aquel increíble espectáculo…

Y en estas estábamos cuando comencé a dejar de temer aquellos grandes tiburones, hasta el punto que intenté acercarme a uno de ellos para verlo mejor. Por fortuna una mano me hizo desistir en mi empeño, era Vicky que me comentaba que ahora estábamos solos y debíamos volver al kayak por nuestra seguridad.

 

De vuelta a nuestro hotel estudiamos la peligrosidad de este tipo de animales, descubriendo que no son peligrosos a no ser que se vean en peligro (o les toques las narices, cosa que yo estaba intentando hacer al final de la experiencia), por todo ello me alegré de que Vicky me cogiera de la mano y volviésemos al kayak.

También descubrimos que las barracudas se sienten atraídas por los objetos plateados y que pueden ser muy peligrosas, así que a partir de ese día Vicky dejaría las pulseras y anillos en casa, no fuese que a un pez con una boca tan grande y dientes tan afilados le diese por morder donde no debía…

Tras ese día genial, el resto de días los pasamos disfrutando de snorkel, trekkings por la jungla y algo de kayak, volviendo a disfrutar nuevamente de los tiburones aunque esta vez con menos personas a nuestro alrededor y algo más asustados, tanto que una vez nos temimos lo peor…

De trekking por la jungla

Lo peor porqué esta vez estábamos solos en el mismo punto que días antes habíamos observado tantos y tan distintos tiburones de punta negra. Este día no parecía haber tantos pero en uno de esos instantes en que los buscábamos con la mirada, una gran sombra pareció acercarse a nosotros, era inmenso, seguramente de más de 3 metros, el tiburón más grande que habíamos visto hasta el momento…

Nos miraba de lado y parecía realizar el mismo círculo que hacían los otros el día anterior bordeándonos pero, de repente, ¡cambió de rumbo!

Cambió su rumbo y nos encaró, parecía que nos había visto y no solo eso, venía hacia nosotros…

Fueron instantes de pánico, segundos en los que ni Vicky ni yo sabíamos que podíamos hacer. No había escapatoria posible ya que nuestro kayak se encontraba a unos 4 metros, la misma distancia a la que se encontraba aquel tiburón, de una velocidad infinitamente más alta que la nuestra. Por todo ello nos dedicamos a mirarlo temiéndonos lo peor…

Pero por fortuna seguimos aquí escribiendo y no me falta ni un dedo, con lo que es fácil imaginar que no nos ocurrió nada. Fue un segundo de pánico, un segundo que pareció durar toda una vida, un segundo tras el cual, el tiburón dejó de encararnos y se fue por otro camino.

Hoy llevamos 6 días en la isla de Besar y estamos encantados de estar aquí, un lugar mágico y lleno de actividades, sorpresas y mucha fauna, ya que aparte de tiburones, barracudas o peces de todos los colores, aquí hay varanos gigantes, ardillas, monos, serpientes y todo lo que puedas buscar e imaginar.

Un enorme varano cortándonos el paso en la jungla

 

Entre nuestras intenciones durante estos días está la de seguir disfrutando todo lo que Besar puede darnos, volver a visitar e intentar fotografiar o hacer un video de los tiburones….

 

Muy pronto así los disfrutaríamos:

 

… hacer más trekkings por la jungla, relajarnos y aprovechar este rincón del planeta al máximo antes de llegar a nuestro siguiente destino, otra isla, esta vez en la costa oeste, llamada Pangkor, ¿conseguiría sorprendernos?.