Después de más de 15 horas en tren desde Varanasi hacia Calcuta, llegamos a nuestro tercer y último (o eso pensamos) destino.

Teníamos planeado estar en Calcuta tranquilos y así aprovechar para escribir y descansar, ya que el 29 nos esperaba un vuelo hacia Bangkok. Pero por alguna razón como siempre nos liamos e hicimos un cambio en el último momento.

Recuerdo que el día anterior en Varanasi, mientras esperábamos la comida comentábamos que no estaría mal pensar en algún plan B. Empezamos a investigar un poco por internet en las opciones que teníamos para realizar excursiones desde Calcuta.

Al final la única opción que vimos, era ir hacia el poblado de Gosaba que era uno de los puntos de partida hacia los Sunderbans. Es la parte más salvaje que hay en toda india, donde puedes ver desde cocodrilos hasta el mismísimo tigre de Bengala.

Así que decidimos que al llegar a la estación de Calcuta, pillaríamos el primer tren hacia Cannin, un poblado a unos 45 km de los Sunderbans. Desde allí deberíamos buscarnos la vida, ya que no teníamos ni idea de cómo llegar.

Muchos blogs hablaban de buses o incluso barcas que te llevaban hasta allí, pero al 100% no sabíamos muy bien cómo haríamos.

Le estuve comentando a Sergio que me apetecía más ir a zonas alejadas, rurales y verdes que a ciudades. Así que me hizo caso (creo que jamás volverá a hacerlo) y al llegar a Calcuta, lo primero que hicimos fue buscar un transporte que nos dejara en la estación donde salían los trenes hacia Cannin.

A las 12:10 salía nuestro tren, quisimos entrar para buscar sitio, pero al llegar 5 minutos antes de que saliera, fue imposible encontrar un hueco donde sentarnos o por lo menos donde estar cómodos durante el trayecto. Después de pasar 15 horas en un tren, una hora y media que duraba este segundo, era una broma, así que nos quedamos de pie.

En ese tren, no entraba ni un alfiler, pero a cada parada que realizaba, se montaban más y más personas, aquí en esta foto os resumo un poco para que os podáis hacer una idea de cómo era.

algo parecido

algo parecido

Al llegar a Cannin, buscamos alguna opción para llegar a los Sunderbans, pero todas las agenias de travel nos pedían como mínimo más de 3500 rupias. A pesar de insistirles que no queríamos un tour privado, ellos nos decían que solo teníamos esa opción y a ese precio.

Buscamos cajeros para sacar dinero, ya que disponíamos de poco efectivo y si necesitábamos pagar alguna excursión no podíamos. En todo el poblado había tres cajeros, de todos sólo uno disponía de efectivo pero hasta un cierto límite. Fue un poco odisea, no habíamos comido nada desde la noche anterior y el cansancio se hacía notar bastante. Necesitábamos urgentemente un plan B, ya que donde estábamos no había hoteles, ni ningún otro lugar donde podernos alojar.

Así que empezamos a preguntar sobre cómo llegar a Gosaba, que era el pueblo desde donde pensamos que partirían los barcos hacia los Sunderbans y nos empezaron a señalar la estación de buses. Quien dice estación dice parar en medio de la carretera y subirte en marcha en un bus que no hay sitio de la gente que lleva dentro. Pero no teníamos otra opción, necesitábamos entrar allí y así hicimos, bus en marcha, subirnos como pudimos y estar dentro como en una lata de sardinas (las sardinas tienen más espacio).

Después de unos 45 minutos llegamos a lo que pensamos sería ya nuestro destino final, pero como era de suponer, no. Topamos con otro poblado, nadie hablaba inglés y las diferentes “agencias” (chabolas con dos sillas de plástico y una mesa con propaganda) solo ofrecían el tour de dos noches y tres días en barca privada. Eso suponía un gasto que no teníamos pensado que íbamos a desembolsar.

Cuando entrábamos en una “agencia” todo el pueblo se unía, de repente tenías a medio poblado intentando buscarte la mejor opción y el mejor tour para tus bolsillos. Así que después de intentar regatear e intentar conseguir el mejor precio, un hombre se nos acercó. Había estado oyendo todas las conversaciones atento y vio una oportunidad de negocio en nosotros.

Primero nos regaló un coco (los indios son muy serviciales y detallistas con los turistas, más si quieren algo a cambio), así que lo aceptamos con mucho gusto (hacía un calor de la hostia) y nos dijo que le siguiéramos hasta los embarcaderos.

Una vez allí nos pidió qué precio estábamos dispuestos a pagar y al decirle la cantidad, nos intentó subir 1000 rupias más, pero entre regateo y regateo ya estábamos dentro del barco en movimiento. Nos dirigíamos hacia el otro lado del río y sin haber pactado el precio final, pero con lo regateros que somos, no quedaba duda de que conseguiríamos el precio que queríamos.

Barcos de excursiones

Nuestro barco

Una vez al otro lado y amarrados nos comentaron el menú que habría durante la noche y el día siguiente. Luego nos dijo que si queríamos podíamos ir a dar una vuelta por el poblado y volver antes de que anocheciera.

Nuestra vuelta fue rápida, no había mucho para visitar así que nos dirigimos otra vez de nuevo hacia el barco. Pensamos en descansar un poco mientras nos preparaban la cena y bajamos al camarote. Sergio se tumbó para dormir y yo abrí el portátil para escribir un rato, pero antes de que se encendiera tenía a uno de la tripulación sentado a mi lado mirando lo que hacía. Me empezó a preguntar qué tipo de ordenador era, si tenía películas y si podía ver alguna con nosotros (algo extraño nos empezó a parecer esa “tripulación”).

Barcos de nativos de los sundarbans

Barcos de nativos a nuestro alrededor

Yo le dije que no tenía nada interesante para ver, y cuando me preguntó a que nos dedicábamos en España, le dije que yo era contable pero que Sergio era militar (enfaticé bastante en esa palabra para enviarle una señal a Sergio en plan “Socorro”).

Creo que al oír militar, mi chico se dio cuenta y enseguida lo invitó a salir de nuestro camarote y que nos dejara tranquilos. El compañero lo entendió a la primera y nos dejó solos, no antes sin decirnos que en ese camarote dormiríamos con él. Eso nos sorprendió mucho y nos extrañó, ya que habíamos contratado un tour “privado” y no uno para dormir junto a la tripulación.

Después de media hora, apareció el dueño del barco con comida para nosotros (que agradecimos bastante), ya que hacía mínimo un día que no habíamos comido absolutamente nada.

Con el estómago lleno, volvimos a subir para contemplar el paisaje y sobre todo las estrellas, ya que desde aquí se pueden observar como en ningún otro lado de la india.

A centímetros de los cocodrilos...

Se podían observar más cocodrilos que estrellas desde el barco….

Empezamos a ver cosas extrañas, el barco dejaba el amarre para adentrarse en el río a oscuras y dirigirse de nuevo hacia el otro lado desde donde habíamos partido. Empecé a bromear sobre la posibilidad de secuestro, ya que eran tres indios contra nosotros dos. Nos llevaban de un lado a otro sin ningún tipo de explicación.

Cuando llegamos al otro lado del río, amarraron al lado de un barco de militares y su cocina daba justo donde nosotros estábamos sentados. Los cocineros muy graciosos nos saludaban alucinando de ver blancos por esa zona. Ya que aquí normalmente solo hacen turismo los locales y occidentales no suelen haber nunca.

Con el hambre que yo tenía, empecé a mirar hacia su cocina y enseguida uno de los cocineros nos preguntó si nos gustaba el pescado. Les dijimos que sí, y al poco rato nos tendieron un plato para que probáramos lo que estaban preparando. Mientras comíamos no podíamos dejar de alucinar con lo que veíamos, personas entrando y saliendo de nuestro barco con cajas y sacos de todo tipo (lo primero que pensé era que estaban traficando y nos utilizaban de “escudo”).

En ningún momento nos explicaron nada y cada vez el barco se llenaba de más y más gente, bueno, de hombres. Yo estaba tranquila (bueno algo nerviosa porque todo eso era muy raro) pero vamos, que de ser una persona cerrada o con prejuicios, hubiera saltado del barco sin pensármelo.

Sergio y yo comentábamos que de tratarse de otro país como por ejemplo México o España, ahora mismo estarían llamando a nuestras casas pidiendo un rescate o deshaciéndose de nuestros cadáveres. Vamos una conversación para tranquilizar a cualquier persona que se encontraba en nuestra situación.

Empezamos a bromear con todas las cajas que subían, yo decía que una era cocaína, otra hachís y Sergio que los sacos eran cal.  Entre risa y risa, el barco empezó a moverse de nuevo, esta vez para volver al punto de partida desde donde habíamos venido, pero solo fue de paso porque se bajó uno de la tripulación. Así que volvimos al mar de nuevo  y a seguir dando vueltas sin saber muy bien que estaba pasando.

Se acercaba la noche y ya teniamos barco "privado"

Nuestra noche “privada” se acercaba

Después de seguir viendo como subían más personas, y que eso ya no era un crucero, decidimos encerrarnos en el camarote. Una de las puertas podía cerrarse pero la otra no, así que Sergio con la ayuda de unos cascos de música bloqueó la otra puerta para evitarnos alguna sorpresa.

Así pudimos dormir al fin “tranquilos”, y descansar ya que había sido un día bastante agotador, muchas horas de tren, intentar que nos entendieran en el poblado y conseguir alojamiento.

Al día siguiente nos esperaba la excursión por los manglares, la posibilidad de ver el famoso tigre de bengala y los cocodrilos, esos que al principio pensamos que seríamos su cena.

Barco "privado" por los sundarbans

Amaneciendo en los Sunderbans

 

Si te ha gustado el post, tal vez pueda interesarte conocer de primera mano el viaje que reflejé en mis diarios en Aventuras en el Sudeste Asiático y la India.