Tras llegar a Perugia, lo primero que nos ha apetecido hacer ha sido descansar. El hacer tantos kilómetros al volante agota a cualquiera.

Una de las cosas que nos ha llamado la atención del supuesto “hotel” que hemos elegido, ha sido darnos cuenta de que en realidad ha sido un piso particular lo que nos hemos encontrado. La habitación que nos ha tocado no puedo decir que no está mal, pero por haber pagado 38€ y pensando que se trata de una “habitación privada” nos ha parecido un poco caro. La distancia al centro es corta, así que por la ubicación está muy bien, el anfitrión por así decirlo es amable y respetuoso, pero está siempre en la casa, lo que hace la estancia incómoda para todo aquel que quiera o pretenda algo de intimidad.

Así que nos hemos encerrado en la habitación y allí nos hemos quedado descansando. Después de la tan necesitada siesta, una ducha para espabilarnos y cambiarnos de ropa porque el verano ya tiene los días contados (hacía un pelín de fresco), nos hemos puesto en marcha. El camino para llegar desde el piso hasta el centro histórico discurre por un parque muy cercano. Lo que nos ha sorprendido gratamente (por el cansancio) ha sido toparnos con escaleras mecánicas (sí, mecánicas) que te facilitaban la subida hasta el pueblo.

En esta zona de italia al parecer los poblados están situados en lo alto de la cima de la montaña, parecido a las acrópolis en Grecia. Después de caminar cinco minutos y ascender por tres escaleras mecánicas, hemos llegado a la entrada del centro histórico, donde un gran arco gigantesco que une la muralla nos ha dado la bienvenida.

Entrada al centro de Perugia

Si me preguntan qué impresión me dio Perugia al completo o qué me gustó más, no sabría qué responder. De hecho, no sé exactamente como definir una ciudad que me ha dejado “literalmente” sin palabras…

Para empezar, tras entrar y empezar a subir por la cuesta que te lleva de camino a la plaza, no podía dejar de mirar hacia el cielo. Los edificios o casas se alzan tan altas como las murallas, la calle es estrecha y te da la sensación de que los muros de las casas te van atrapando a medida que vas caminando pensando que quizás la única salida es trepar hacia arriba.

Todo está empedrado, las persianas de las casas son de unos colores verdosos que hacen conjunto con la tonalidad marrón de las piedras tan estratégicamente colocadas  en sus muros. Escaparates de ropa de lujo, joyerías o zapaterías donde los precios no hacen más que ascender como la cuesta que en esos momentos estábamos subiendo te iban saludando a medida que te ibas acercando hasta el centro. 

Una vez arriba, llegamos a una calle peatonal bastante amplia rodeada de edificios empedrados y en el centro hileras de mesas provenientes de los diferentes restaurantes de la zona. Todo en conjunto era fascinante, había vida por cada uno de los rincones y a la vez nos sumergíamos en la historia. De vez en cuando nos íbamos adentrando por diferentes callejones para perdernos. 

La ciudad también nos recordó bastante a Edinburgo, increíblemente bella y misteriosa a la vez. Aquí conviven historia y modernismo, la mezcla es asombrosa. Nosotros nos detuvimos ante el ayuntamiento y no pudimos resistir las ganas de entrar a echar un vistazo. Dentro dos figuras aguardaban a que los turistas los fotografiaran, los símbolos de la ciudad, un animal mitológico conocido como grifo y el león. Una de ellas, el grifo, nos llamó mucho la atención ya que se trata de un animal mitad águila mitad león  Tras ese descubrimiento fuimos en busca de nuevos lugares, y a unos escasos metros se encontraba la “Piazza IV Novembre”, aquí de nuevo nos quedamos boquiabiertos, ya que el rincón nos recordó un poco a la plaza de la Signoria de Florencia. En esta plaza se encuentra una preciosa fuente, una estatua del “papa Giulio III” y la “Catedral de San Lorenzo”.

El grifo de Perugia

El grifo de Perugia

Cómo teníamos hambre, pensamos en ir a buscar primero algo para comer y así poder volver a aquella maravillosa plaza donde podríamos sentarnnos a degustar algo típico mientras contemplábamos aquel bello lugar.

Mientras estábamos paseando me fijé que había un puentecito donde vendían bocatas de “porchetta” por 3€/4€, un plato típico de la cocina del centro italia que consiste en carne de cerdo, desprovista de huesos y que ha sido asada al horno. Así que pensamos que la mejor forma de visitar Perugia y a la vez comer algo típico podría ser coger uno de estos panini para llevar y degustarlo en uno de los sitios que más había llamado nuestra atención.

Ayuntamiento de Perugia

Y así fue como hicimos, bocata en mano y una birra moretti en la otra, nos dirijimos hasta la plaza donde nos sentamos en unas escaleras y contemplamos desde la mejor butaca las maravillas del corazón de la ciudad de Perugia.

Piazza IV Novembre