Él sabía lo que sabía: que el mundo real está lleno de magia, por lo que es fácil que los mundos mágicos se hagan realidad.” Salman Rushdie

La noche anterior acabaríamos disfrutando de un picnic a orillas del mismísimo lago Ness, en busca de su preciado monstruo. De madrugada desperté varias veces intentando descubrir a Nessie, linterna en frente y cámara en mano (no fuera que tocase la lotería y pudiera sacarle una foto), iluminando el lago desde mi posición, a pocos metros de su orilla, esperando poder observar alguna extraña forma que alertase mis sentidos…

Aquí pasamos la noche, donde pudimos disfrutar de una increíble cena en un lugar espectacular

Pero nada, como era de imaginar, el bicho ha sido creado desde alguna mente excesivamente imaginativa parecida a la mía.

Lo más parecido a Nessi que pude ver…

Si el día anterior fue un día de lagos, el de hoy sería de bosques ya que nuestra principal intención era descubrir y observar la cercana foresta junto al lago que tanto atrajo nuestra atención el día anterior, cuando nos acercábamos a la ciudad de Fort Augusts.

Bosques más parecidos a un cuento que a la mismísima realidad…

Antes de dejar el lago Ness, decidimos probar e ir a desayunar a una cafetería restaurante que nos habían recomendado, se llamaba “The Boat House LochSide”, un bonito local a orillas de las marismas.

Hisilicon Balong

Como viene siendo común, siendo poco más de las 9 de la mañana el lugar estaba cerrado con lo que preguntamos por la hora de apertura que, como imaginábamos también, rondaría el mediodía, siendo así y a sabiendas que no íbamos a esperar horas para disfrutar de nuestro desayuno, nos dirigimos al centro de Fort August encontrando abierto una cafetería llamada “Sandwich”.

Y tras activarnos nos dirigimos a explorar ese precioso bosque a orillas del lago, un lugar que parecía sacado de un cuento de fábulas.

Como no podía ser de otra forma y este día más tarde corroborásemos del todo, los bosques en este país son más verdes, altos y misteriosos, más mágicos que cualquier otro.

En este en particular descubrir como una especie de musgo lo cubría todo desde el suelo hasta las copas de los árboles, haciéndonos sentir que pisábamos algodones, nos hacía disfrutar y recordar que estábamos lejos de casa y, todas estas novedades y descubrimientos no acababan más que de empezar…

Los bosques increíbles….

Nos sentíamos totalmente solos en aquel pequeño bosque de inmensos pinos y, entre foto y foto, intentábamos descubrir formas humanas o animales en el interior de aquella espesura. No encontrando nada y sabiendo que el día solo había comenzado, decidimos volver a la furgoneta a continuar la marcha y, sería aquí donde algo, concretamente un investigador de policía llamó en gran medida nuestra atención.

El hombre parecía sacado de un capítulo de CSI, vestía de calle pero un chubasquero con el texto police en la espalda, indicaba pertenecía a las fuerzas del orden, una placa colgada al cuello lo identificaba y los guantes blancos que cubrían sus manos investigando un objeto en ellas contenido, delataban que allí estaba pasando algo…

En breve llegó otro coche, esta vez de la guardia forestal, del que salió una oficial que se acercó al investigador a dirigirle unas palabras. Señalaban un coche aparcado cerca del nuestro y parecían observar algo en su interior.

Y así fue como nuestra imaginación empezó a volar…

Desde imaginar que alguien se había perdido, hasta creer que diferentes cuerpos habían sido encontrados sin vida en aquel vehículo. Pensamos en casi todo y, aunque seguramente no diéramos en el clavo, lo que es seguro es que allí pasaba o había pasado algo. Extrañamente, en el territorio del monstruo del Lago Ness y a pocos metros del mismo lago, ocurrían extraños misterios que seguramente nada tenían que ver con Nessie.

Queriendo saber más pero sin ánimo de alterar aquella investigación, arrancamos la furgoneta y nos dirigimos rumbo a nuestro siguiente destino, Edimburgo.

Sabíamos que no llegaríamos a meta ese mismo día pero esto nos animaba a descubrir nuevas realidades donde descansar aquella noche, en este país donde la magia casi puede tocarse con las manos…

De camino a Edimburgo llegó un momento en que el paisaje comenzó a cambiar, pareciendo que dejamos esas inmensas montañas de este paisaje tan increíble de las tierras altas, pasar por el retrovisor. Observándolo nos prometemos que de ser así, volveremos a visitarlas pronto.

Camino a ese destino sin nombre paramos a comer en una cafetería llamada “Darwins Rest”, en el pequeño pueblo de Inverroy. Y es aquí cuando aprovechamos para hacernos la que sería nuestra ruta del día.

Observamos las opciones de camino y estas decían que existe uno de los más bonitos pueblos llamado Pitlochry que nos queda de camino, también hay varias destilerías y no muy lejos tenemos uno de los destinos investigados y marcados por Vicky en el mapa, llamado Dunkeld.

Comprendiendo que vamos justos de millas (tenemos 810 para 8 días pero ya hemos gastado más de 500), entendemos que lo mejor es no nos desviemos mucho de la ruta hacia Edimburgo. También observamos que Pilotchry se encuentra de camino pero algo alejado a la capital Escocesa y, como sabemos que queremos llegar a Edimburgo pronto por la mañana para entre otras cosas darnos un baño, este detalle es el que finalmente nos ayude a crear la ruta.

Pararemos cerca de Pilotchry para conocer una de las míticas destilerías de Whisky del país para después acercarnos a Dunkeld y dormir en sus inmediaciones. Ya tenemos un plan así que solo falta ponernos en marcha.

Y aunque pensábamos haber superado las Tierras Altas, tras una amplia cuesta, nos damos cuenta de que a nuestro alrededor siguen existiendo infinitas de estas majestuosas montañas. La única diferencia es que esta vez nos encontramos sobre ellas y no debajo como nos había sucedido en días anteriores, y si ya era increíble observarlas desde abajo, esta nueva situación nos deja, una vez más, sin palabras.

Escocia es también, entre otras muchas cosas, el país del Whisky, y es por ello que no podíamos saltar de largo la experiencia de conocer sus entresijos y de paso probar, un buen whisky escocés.

Y así muy cerca de Pilotchry, sin desviarnos de la carretera que nos llevará a la capital, paramos en una destilería llamada “Blair Athol”. Son más de las cinco de la tarde y google nos indica el lugar cerrará en menos de media hora, con lo que debemos darnos prisa.

Al entrar en el local, observamos diferentes carteles con distintos precios. Entre las opciones está la cata de Whisky o la visita a todo el complejo, preguntamos por esta última pero nos indican que es demasiado tarde, y ya ha salido la última de las excursiones. Tras esto pedimos si es posible realizar una cata, por el horario y la cara de la señora también parece que será difícil pero, parece que hace un alto en el camino y nos permite pasar…

De este modo llegamos a una gran sala con diferentes vitrinas y fuerte olor a whisky. Hay varios trabajadores del lugar que se dedican a explicar los entresijos de la producción y de la marca, a una gran cantidad de visitantes, uno de ellos se acerca a nosotros y nos da dos chupitos de uno de sus mejores whiskys, a más de 90 libras la botella.

Rápidamente observo que su sabor es bastante distinto a ese whisky rancio y fuerte al que estamos acostumbrados. Me pasó algo parecido en mi experiencia en México al descubrir que existía tequila añejo que no solo estaba buenísimo, sino nada tenía que ver con el vomitivo licor de color transparente que usábamos de jóvenes para acelerar la borrachera…

Por la cara de Vicky, entendía que ella no opinaba lo mismo…

Es como si el sabor le hubiese abierto la boca y echo extender la mano para intentar mantener el chupito en el aire. Sabiendo la cantidad es mínima y no influirá en nuestra conducción, le ayudo a liberarse de ese chupito que tanto miedo parece darle bebiéndomelo yo.

La destilería es un lugar muy parecido a una bodega de vino en España y, aunque seguramente el proceso sea bastante similar, entiendo que el sabor de este último es bastante más suave y gustoso y, aceptando que no hay nada demasiado interesante en las inmediaciones, decidimos continuar con nuestra ruta.

Sobre las 18 llegamos a Dunkeld, un pequeño pueblo muy cuidado con un gran río y un puente que divide la villa en dos. Una vez allí estudiamos el lugar para saber si es el más indicado para pasar la noche pero, al menos a mí, no me ilusiona demasiado.

Acostumbrados a descansar disfrutando en alguno de los paisajes más preciosos que jamás he conocido, montar nuestra casa aquí me parecía equivocado ya que, aunque el sitio es bonito y cuidado, no tiene nada de especial.

Decidimos parar a observar las inmediaciones descubriendo una bonita catedral desde la valla, ya que todo se encontraba ya cerrado y, tras eso y animados por encontrar un lugar cercano indicado en el mapa de Vicky, nos dirigimos hacia él. El sitio se llama The Hermitage y, muy pronto nos dejaría sin palabras…

Si tuviese que imaginar un bosque adecuado a películas de fantasía, un sitio donde creer en la magia o en seres mitológicos, este sería ese lugar.

Ni Vicky ni yo sabíamos lo que encontraríamos aquí y ambos creíamos, como es regla general en este país, que pronto daríamos de bruces con un Castillo al interno de tan frondoso bosque, pero no fue así.

En su lugar encontraríamos el bosque de los bosques, con el nombre de The Ermitage, un lugar sacado de un cuento de hadas.

Un enorme puente hacía las veces de puerta de entrada y, una vez la atravesabas, se te ponían los pelos de punta…

De punta al observar tanta belleza a nuestro alrededor. Si en las alturas, gigantes pinos hacían difícilmente ver el sol, unos peligrosos rápidos en un agitado río se movían a nuestra izquierda. Al otro lado, piedras, árboles y vegetación creaban infinitas formas a modo de casas para seres diminutos, que te hacían creer cierta esas leyendas de elfos, gnomos o duendes.

El recorrido indicado era circular, de unos 3 kilómetros y parecía no tener pérdida. Vicky y yo íbamos en búsqueda de un castillo pero todo cuanto veríamos era incluso más sorprendente aún.

Siguiendo el curso del río, pero sin acercarnos mucho debido al peligro, cuando llevaríamos menos de un kilómetro recorrido, el sonido que provenía de sus aguas empezó a hacerse ensordecedor.

Distintas señales indicaban que allí había algo y ese algo parecía ser un precioso puente de piedra, de seguramente, varios siglos de antigüedad. Nos dirigimos hacia allí para ver más de cerca, el motivo de todo aquel ruido con que la naturaleza nos obsequiaba…

A un lado del río, ese al que aún no nos habíamos acercado, una ancha y potentísima cascada movía toneladas de agua de manera salvaje. De caer por allí, el final sería cierto, pero por fortuna nos encontrábamos a unos 50 metros del inicio de la misma.

Fotografiamos el lugar y seguimos las indicaciones para entrar en una construcción de la que el lugar adquiría el nombre, una pequeña ermita en la que no sabíamos que podía ocultarse.

Si el sonido en el puente era escandaloso, dentro de la ermita este se hacía ensordecedor, aclarándonos el misterio de este lugar. Ya que la capilla era un mirador en el mismo corazón de esa enorme cascada, una especie de terraza abierta y a pocos metros de su terrorífico chorro de agua.

Nos acercamos al lugar, disfrutando de las vistas y, como no podía ser de otra forma, intentamos sacar diferentes fotos de aquella nueva realidad.

Un resbalón o fallo podía precipitarnos dentro de aquella trampa creada por la naturaleza por lo que obligué a Vicky a agarrarse siempre a la barandilla, mientras yo hacía lo mismo. Seguramente estas poses hiciesen mucha gracia a quien pudiera verlas, pero era mejor prevenir que curar, así que poco me importaba.

La cascada invitaba a saltar…

Tras aquel espectáculo seguimos nuestro camino de vuelta. A ese punto dejas de tener a un lado el río para internarte en el bosque y, si ya era espectacular antes, ahora se hacía aún más frondoso y genial, sintiéndote dentro de una de esas películas del estilo del “Señor de los Anillos” y es que, realidades como la de estos bosques o las Tierras Altas hacen de este el país predilecto para cualquier película de este tipo, mostrando realidades que parecen sacadas de maquetas hechas por ordenador cuando, realmente existen y están aquí, son reales…

Cuando ya creíamos haberlo visto todo, justo a la vuelta de la esquina, nos encontramos con una misteriosa y escondida guarida hecha en piedra. El lugar podía pasar totalmente desapercibido ya que, repleto de ese musgo verde tan propio del lugar, se confundía con el resto del paisaje, pero a Vicky, que buscaba constantemente rastros de gnomos, elfos o hadas, difícilmente le pasaría por alto.

La casa de Shrek

Fue ella quien me indicó que entrásemos en aquel refugio tan parecido a ese tipo de casas perdidas en el bosque de la bruja de Blair y más parecida aún si cabe a la mítica ciénaga de Shrek…

Ante tal cantidad de sorpresas y en un bosque tan mágico y distinto a todo cuanto había conocido, seguiríamos babeando el resto de la visita, aceptando que acabábamos de visitar uno de los lugares más fantásticos de este país de fantasía.

Quedaba poco para la noche y, aunque había un parking pegado a The Hermitage, comprendiendo que estábamos en medio del bosque, el lugar no nos convencía del todo, con lo que comenté a Vicky que si podíamos lo mejor era seguir camino a Edimburgo para parar en algún recodo a descansar antes de que se hiciera de noche.

Dunkeld distaba 60 millas a Edimburgo y una de nuestra prioridad era ducharnos y asearnos la mañana siguiente así que, decididos y esperando encontrar algún otro magnifico lugar con hermosas vistas, seguimos nuestro rumbo.

La carretera que separaba este lugar, de la capital, era una autopista con lo que no existía posibilidad de parar sin desviarse y, sabiendo que no disponíamos de muchas millas de más, investigamos cuales eran las opciones.

De camino, dejando atrás las grandes montañas…

No había muchas así que intentamos descubrir algún que otro lugar, sin éxito. Hasta que, casi de noche y comprendiendo en Edimburgo sería difícil aparcar y gestionar esta cosa nos desviamos hacia un pueblo desconocido, al que seguramente nunca hubiéramos llegado de otra manera, un lugar llamado Kelty.

Una vez aquí y con la oscuridad ya acechándonos, buscamos un recodo donde descansar. El lugar no tenía nada de especial y, acostumbrados a las moradas donde descansaríamos las últimas noches, daba un poco de pena parar aquí, pero las circunstancias eran estas y había que aceptarlas.

Esa noche sería una noche para descansar y recuperar fuerzas, en cuanto volviese el sol seguiríamos soñando y haciendo de nuestros sueños una fantástica realidad.

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