A las 22:15 nos subíamos al autocar para dirigirnos a nuestro siguiente destino, Rumanía. Nos esperaban 9 horas de trayecto, unos asientos algo incómodos y bastante cansancio acumulado. A pesar de estar acostumbrados a viajar y trasladarnos en trasporte público, nunca nos llegamos a acostumbrar a dormir en ellos.

Sobre las 7 de la mañana llegamos a Cluj-napoca y lo primero que hicimos fue buscar algún lugar donde poder desayunar o por lo menos tomar un buen café con leche para desperezarnos. Decidimos que la mejor opción sería pillar un taxi que nos acercara a la zona donde se encontraba la oficina de los coches de alquiler.

El lugar no abría hasta entradas las 8 y no teníamos la recogida del coche hasta las 12, así que nos dirigimos hacia el casco antiguo para visitarlo y poder disfrutar de un buen desayuno rumano. Así comenzó aquella primera parada en este nuevo país, totalmente desconocido para nosotros.

Caminando, topamos con un horno, donde compramos unos bollos salados y dulces por menos de 1€ (4 lei). Nos lo comimos mientras caminábamos en busca de alguna cafetería abierta, ya que era demasiado temprano y la ciudad todavía estaba despertando.

Después de recuperar energías nos dirigimos a las oficinas, y poco después de media hora, ya estábamos dentro del que sería nuestro coche durante toda una semana.

Ya de camino a Sighisoara en nuestro coche…

Nuestro primer destino sería Sighisoara, en ese pueblo me esperaba una magnífica cena en esa misma casa donde, un día de 1431 nació el que sería príncipe de Rumanía y que más tarde, con la ayuda de Bram Stoker, se convertiría en Drácula.

Conducción Rumana

Durante el trayecto no podíamos dejar de sorprendernos del paisaje que contemplaban nuestros ojos, nos adentrábamos en los Cárpatos, unas increíbles montañas que te hacen pensar que te has trasladado a una especie de cuento dejando atrás la realidad.

Me recordó un poco a las carreteras del pirineo catalán y a la subida al Puig Major de mi Mallorca natal. Pero debo decir que el color, ese verde que inundaba mis ojos de aquellos valles y prados, era tan profundo como nunca antes lo había apreciado.

La vegetación era muy espesa y verde, parecido a la que solemos encontrar en el norte de España, ya que al ser un lugar donde abunda la lluvia, ayuda a que el paisaje te deje sin palabras.

De camino paramos a comer en un pueblo llamado Acatari, en la misma carretera de camino a Sighisoara encontramos el hotel restaurante Vector. Aquí quisimos probar la comida típica Rumana por primera vez.

Mi experiencia como viajera y comilona, siempre me ha demostrado que la mejor comida está siempre en lugares que no son nombrados por guías o que te los puedes encontrar de casualidad y en la misma carretera sin tener que desviarte del camino.

Me había informado antes de partir de cuáles eran los platos que debía probar durante mi estancia en Rumanía.

Suelen comer un primero compuesto de una sopa caliente o de un “aperitivo”, seguido de un segundo con más condimento y, para terminar, un postre.

Los platos estrella con los que los Rumanos abren el apetito son las “ciorbas” (sopas), que puedes elegir entre una amplia variedad y para todos los gustos.

Son sopas agrias, que bien pueden ser de carne o verduras y suelen venir acompañadas con una tarrina de nata para darles más consistencia.

En nuestra primera parada elegimos una ciorba de carne y una de verduras para probar y así saber qué elegir la próxima vez. La de carne la llaman “ciorba de perisoare” que es como una sopa de albóndigas con bolitas de carne de ternera. La de verduras se la llama “ciorba de legume” que es básicamente caldo con verduritas. Debo decir que en este restaurante la de verduras dejaba mucho que desear, era algo sosa, poco condimentada y algo aguada. En cambio la de carne tenía un sabor intenso y las albóndigas estaban buenísimas.

De segundo elegimos para compartir, una “tochitura” de cerdo, que viene a ser parecido a un estofado y se acompaña normalmente de gnochis o mamalinga que es una especie de polenta bastante insípida. La tochitura estaba espectacular y la salsa que traía hacía que no pudieras dejar de mojar pan.

Decidimos no pedir postre y reservarnos para la noche, así que pedimos unos cafés y volvimos a ponernos en marcha con el coche.

Llegamos a Sighisoara sobre las 17:00 de la tarde, estaba el cielo bastante encapotado y parecía que en breve empezaría a llover. Sinceramente no nos importó nada que estuviera el tiempo de ese modo, ya que le daba un toque todavía más acogedor a esa ciudad cuna de Drácula.

Ya estamos en Sighisoara!

Antes de empezar a visitar el lugar fuimos en busca de la pensión que habíamos reservado para aquella noche.

Se llamaba pensión Sighisoara, unas casitas o cabañas muy acogedoras y monas; eran de madera y con el techo parecido a una buhardilla. El precio por la ubicación y lo reconfortante del lugar, está muy bien. La noche nos salió por 90 lei (20€), tiene parking gratuito y está a 10 minutos del centro caminando.

Sergio descubriendo Sighisoara..

Una vez duchados y cambiados nos dirigimos al centro histórico donde una vez más nos quedamos sin palabras al contemplar la belleza del lugar. Como se hacía de noche, quisimos aprovechar para ir directamente a la casa donde nació el conde, un lugar que se ha convertido en restaurante. También allí descubrimos la habitación donde nacería Vlad, viviendo durante su infancia, pero a esas horas ya no se podía visitar, así que lo dejamos para el día siguiente y nos sentamos a disfrutar de distintos manjares rumanos.

Bienvenidos a mi dulce morada, -Drácula

El interior de la casa donde nació Vlad… más conocido como Drácula.

Había leído que otro de los platos típicos de Rumanía era el “sarmale”, una especie de rollitos hechos con hojas de col y rellenos de carne con cebolla y otras verduras acompañado de una salsa peculiar. En los blogs hablaban muy bien de este plato y mis expectativas eran bastante altas, y por ello, entre otros platos también pedimos este.

Pero, debo decir, que nos llevamos una decepción bastante grande. El sabor era algo agrio y le faltaba para mi gusto aderezarlo con algunas especias; la carne demasiada compacta, era como comer pasta y esto no me gustó, su textura, nada agradable para mi gusto.

Quizás fue que este restaurante de nombre restaurant casa Vlad Dracul no estaba especializado en dicho plato, o que el plato en sí no está bueno, también puede que otro paladar que no fuera el mío lo hubiese disfrutado más.

Personalmente, si me dijeran que debo descartar algún plato de la gastronomía Rumana, sin duda sería el “sarmale”.

Otro de los platos que elegimos fue el tochitura Drácula cu mamaliguta, repetimos con la tochitura (que habíamos probado anteriormente en el restaurante Vector) y no pudimos resistirnos a pedirla ya que estaba riquísima. Debo decir que en cada restaurante la preparan con carne y salsa diferente, siempre depende de la zona. En este restaurante por ejemplo, venía acompañado de una salsa de tomate aderezada con muchas especias. El acompañamiento de los platos por defecto suele ser la “mamaliga” (polenta), que junto con salsa es pasable, pero si se come sola, es algo insípida y poco comestible (para mi gusto).

Decidimos acompañar la cena con un vino de la casa, y pudimos apreciar que sin querer, como con el Sarmale, nos habíamos equivocado. Si quieres un buen vino Rumano, tendrás que dejarte algo de dinero, ya que el vino “normal” deja bastante que desear, pero para gustos, colores.

Felices de poder disfrutar de una cena en la misma casa donde nació Vlad….

La cerveza rumana, por el contrario, es exquisita. Desde la más económica “Silva” hasta la más cara “Ursus”, pasando por la “Timisoreana” o la “Cluc”, todas refrescantes, suaves e increíbles.

Después de la cena y de comer un postre para despedirnos del restaurante, nos dirigimos de nuevo a la pensión. El camino esta vez estaba oscuro y solitario, no sabíamos dónde se había metido la gente y las calles parecían sacadas de una novela de Stephen King.

Y se hizo de noche, la gente desapareció y nos quedamos a solas en la ciudad….

Nos recordó bastante a la película de Hostel, esa donde unos turistas terminan en una ciudad fantasma siendo presas de la gente que vive allí, que se dedican en su tiempo libre a hacer snuff movies con visitantes forasteros.

En la pensión donde dormíamos podíamos apreciar el terror. El dueño, era parecido a un vampiro o alguno de esos mayordomos zombies del conde Drácula. Su aspecto era sacado de una película de miedo, alto (más bien gigante), rostro pálido y con el cabello como si hubiera metido los dedos en un enchufe.

Lo último que me hubiera faltado por ver era que su rostro no se reflejaba en el gran espejo que se encontraba en la parte exterior de la pensión (algo que sigo sin entender).

La ciudad nos dejó sin palabras, junto con la pensión, ese ambiente tenebroso que envolvía todo y también la comida, pero debíamos seguir tras los pasos de Drácula y nuestro próximo destino sería Sibiu, lugar elegido por el príncipe para empalar miles de cuerpos de sus enemigos turcos.

Si te ha gustado el post, tal vez pueda interesarte conocer de primera mano las leyendas y misterios que se esconden tras este enigmático país aquí Rumanía: Tras la sombra de Drácula.