Poco más de 4 horas separaban la maravillosa Monemvasía de nuestra base de operaciones en el precioso y tranquilo Thalero del norte del Peloponeso, por ello aprovechamos para despertar con calma y desayunar antes de prepararnos para las sorpresas que pudiera traer consigo el nuevo viaje.

Antes de partir, aprovechamos para descubrir y disfrutar de una de las pequeñas calas que el día anterior habíamos descubierto a la entrada de Monemvasia, sacar unas bonitas fotos de alguno de sus miradores y aceptar que sería la ciudad de Esparta, el reino de los espartanos tan conocidos y reconocidos gracias a la película de 300, nuestra parada de pausa a medio camino de Thalero.

Investigando, observamos que la ciudad no tenía mucho que dar de sí debido en gran parte a las características que habían hecho únicos a los espartanos, su vida simple y alejada de ostentación o bienes materiales…

Escudo y emblema del ejercito espartano.

Los espartanos eran el ejercito más temido de toda Grecia y es que sus habitantes eran instruidos desde su nacimiento en el arte de la guerra, debiendo dejar la casa con 7 años y prepararse para el hambre, frío y dolor, llegando a adquirir tanta fuerza y conocimiento que eran considerados una especie intermedia entre dioses y hombres…

El hombre espartano se dedicaba a la guerra y a la tierra, poco más era importante, y su estructura piramidal estaba dominada por los que venían llamados “Los Iguales”, guerreros espartanos que como el nombre indicaba debían ser considerados iguales unos de otros, por ello no hacían alarde de ninguna ostentación, tenían el mismo dinero, las mismas casas y ropas, y los mismos derechos y deberes…

Con todo ello era fácil entender que si un día la sociedad espartana vendría superada, su historia sería arrasada fruto de la rabia ejercida en sus opuestos y poca o ninguna simbología, escultura labrada o ejemplo de ostentación allí podría observarse. Es por ello que tampoco hoy en día existen muchos restos capaces de demostrarnos que un día dominaron Grecia y buena parte del mundo conocido.

Entre sus héroes más conocidos estaba Leonidas, antiguo militar y rey espartano que ayudó a convertir el mito de los espartanos en leyenda gracias a la batalla en la que encontraría la muerte, la de las termopilas en las que se dice que 300 espartanos lograron aguantar y repeler los ataques de miles de persas que buscaban conquistar Grecia…

Monumento a Leonidas, el mítico rey de los Espartanos

Aquella batalla daría lugar a la película y la leyenda espartana, una batalla la de las termópilas que parecía enfrentar a más de un millón de persas contra 6000 griegos, en cuya avanzadilla se situaba Leonidas con sus 300 espartanos, una guerra en la que ayudados del estrecho paso de esta zona de Grecia, 300 soldados bastaron para repeler los ataques de miles de persas hasta que finalmente, la traición de Ephialte de Tesalónica, el jorobado de la reconocida película, ayudaría a los persas a derrotar a estos 300 héroes espartanos.

Como no podía ser de otra manera, en Esparta existía una preciosa escultura al principal de sus reyes y mayor de sus leyendas, y sería esa, la estatua de Leonidas, nuestra primera parada.

Una imponente figura se alzaba en lo que ahora se ha convertido un campo de fútbol o centro deportivo espartano, un espacio flanqueado por los míticos escudos espartanos a pocos cientos de metros de la Akropolis de Esparta, o mejor dicho los restos que quedan de ella…

Así tras observar y fotografiar al monumento representativo del gran Leonidas, nos dirigimos a descubrir los restos de su civilización.

Ruinas de Esparta

Teatro de Esparta

Mientras nos acercábamos con el coche a Esparta, pregunté varias veces a Vicky cuál era el nombre del inmenso monte que discurría frente a nosotros, el “ProfitisElias”, un peñasco que se alza a más de 2400 metros de altura y sería también el decorado elegido por los Espartanos para construir su ciudad. Puede que, como a mí, algo mágico pareciera contarles aquella inmensa cordillera del Monte Taigeto, y por ello sería así en un pequeño promontorio con tan precioso fondo donde erigirían su antigua ciudad o Acrópolis en que pronto nos internaríamos…

Y entre aquellas ruinas, nuestras mentes intentarían discurrir como sería esa historia, una historia tan imponente y fuerte como las montañas que allí se encontraban, la leyenda de unos guerreros que no perecerían con el paso del tiempo o la devastación de aquellos muros que ahora estábamos disfrutando…

La antigua Esparta con el gran monte San Elias de fondo

Así observamos un conjunto de casas llamado el muro redondo, los restos de una antiquísima iglesia o lo que en su día sería un majestuoso teatro con inmejorables vistas. Y entre piedra y piedra, también aprovecharía para llevarme alguna, un trozo de historia mágica fruto de una maravillosa aventura que aún tenía mucho que dar de sí.

Poco después volvíamos a Thalero y desde la que será nuestra casa hasta el 9 de Julio, prepararíamos nuestra próxima e ilusionante aventura, visitar el Oráculo de Delfos y los increíbles monasterios de Meteora en nuestro camino al noreste del país, de ilusión en ilusión y sueño en sueño, como si del juego de la oca se tratase…